Desde comienzos del
siglo XIX y hasta su finalización, el reino de España se vio inmerso en
numerosas guerras que asolaron la Península, teniendo la última de éstas como
detonante la extraña voladura del acorazado Maine que se encontraba anclado en
el puerto de la Habana desde enero de 1898. Su voladura sirvió como excusa para
que los Estados Unidos declararan la guerra a España el 25 de abril de ese
mismo año, que en esta ocasión, no se desarrollaría en suelo peninsular, y
sería muy corta, con una rápida derrota que significaría la práctica
desaparición de la flota española frente a la norteamericana, que la duplicaba
en tonelaje bruto y blindaje.
Acorazado Maine, USA. Fondeado en el puerto de La Habana. |
Obreros recogiendo los pertrechos del acorazado Maine. (Colección Florencio Gómez) |
El gabinete Sagasta no pudo tomar otro camino que el de la
guerra, entre otras razones, por la amenaza latente de una revolución popular o
la posibilidad de un golpe militar, como evidenciaba nuestra historia más
reciente, aún a sabiendas de la debilidad de nuestra obsoleta armada y la
desigual fuerza de ambos ejércitos, todo ello aderezado con una población
española enardecida por la prensa.
Algunos miembros de
la Iglesia hicieron pública su posición ante el conflicto, como ocurrió en la
pastoral del 2 de julio de ese año, alusiva a la guerra contra los Estados
Unidos, en la que Monseñor José Pozuelo atacó duramente a Norteamérica,
incitando en la misma al pueblo español a no ceder. Los eclesiásticos también
promoverían reuniones tendentes a elevar el patriotismo, ayudando al gobierno español
por todos los medios disponibles.
Instrucciones para la constitución de las Juntas. |
En esta tesitura, el
23 de abril de 1898 se emite una Real Disposición para establecer en todo el
reino una Suscripción Nacional para
el fomento de la Marina y gastos generales de la guerra, promoviendo la
constitución de Juntas Provinciales y municipales
para ese menester.
La Junta provincial que
se constituyó fue la encargada de establecer Juntas municipales en todos los
pueblos de la provincia de Albacete, y no debieron ser muchas las que se
establecieron en un primer momento, como se desprende de un comunicado
publicado por el presidente de la provincial en el Boletín Oficial de la
Provincia del 9 de mayo: “Esta Junta
provincial de mi presidencia ve con profundo disgusto el poco entusiasmo con
que en la mayoría de los pueblos de esta provincia se ha acogido la Regia
disposición de 14 del próximo pasado, creando Juntas para la recaudación y
fomento de la Suscripción Nacional…”
El 8 de mayo, un día
antes del comunicado anterior, se constituye la Junta local de Valdeganga que
como recogía el Real Decreto de 14 de abril, le correspondía presidir al cura
párroco D. Martín Azorín Palao, formando parte de la misma con diferentes cargos
el alcalde, el juez municipal, el médico titular, el maestro, el primer
contribuyente y el obrero más anciano.
Tras constituirse, el
primer acuerdo que adopta es citar en el Ayuntamiento a los mayores
contribuyentes de la villa cuyo resultado supuso una colecta de 392,50 pesetas,
además de las 150 pesetas que el Ayuntamiento destinó al pago de un palco para
la corrida patriótica que con
este fin se celebró en Albacete.
|
Objetos donados por los vecinos de Tarazona de la Mancha. |
Algunos efectos rifados. |
Otros acuerdos adoptados con el
propósito de recaudar más donativos fueron los de intentar celebrar algunas
rifas benéficas, como hicieron otros pueblos del entorno, además de esperar a
la próxima recolección de frutos como momento más propicio. La reunión en el
Ayuntamiento finalizó con el ánimo en los presentes de celebrar otra próximamente, en la que
estuvieran representadas todas las clases sociales de la villa. La relación
nominal de los vecinos que contribuyeron con su donativo en ayuda de la Marina
de guerra se publicó en el Boletín Oficial de la Provincia de 25 de julio de
1898. Además de estos donativos en metálico, algunos de los pueblos ribereños
del Júcar, como lo era Fuensanta, organizó la rifa de un huevo y una arroba de
vino; Tarazona colaboró también con la donación de diversos objetos, además de
la recaudación en metálico.
Los datos sobre
el número de soldados enviados a la isla para combatir a los insurgentes y a
los Estados Unidos, entre los años 1895 y 1898 se cifran en
Capitan General Valeriano Weyler, Gobernador Militar de la Isla de Cuba. |
Últimos soldados en Cuba |
más de 220.000
personas, con una formación militar precipitada, mal equipados y sin aclimatar,
siendo generalizada la opinión de que el peor enemigo contra el que tuvieron que combatir fue el de las
enfermedades endémicas.
Existía una manera legal para evitar
incorporarse al servicio militar, la llamada redención, que se obtenía mediante el pago en metálico de una
cantidad que para este año de 1898 era de 1500 pesetas, lo que suponía que en
la práctica siempre evitaban cumplir con el servicio militar los mismos, es
decir, los hijos de las familias más pudientes. Otra manera de evitar este
servicio, la única al alcance de los más pobres era salir excedente de cupo,
donde la suerte jugaba un papel importante, o no presentarse a la hora del
alistamiento, figurando de este modo en paradero desconocido. La administración
iniciaba entonces un proceso para tratar de localizar al mozo como nos muestra
el anuncio del Ayuntamiento de Valdeganga respecto al mozo Juan López García
que no se presentó al alistamiento de febrero de 1898.
Tras la derrota de
esta corta guerra, España perdió Cuba, Puerto Rico y las Filipinas, liquidando
al año siguiente los restos que le quedaban de su Imperio al vender a Alemania
los archipiélagos de las Carolinas y las Palaos. La derrota provocó el regreso
de un elevado número de repatriados desde las colonias que tuvieron que
regresar a sus lugares de origen. En Tarazona de la Mancha, pueblo cercano a
Valdeganga, la farmacia de D. Noé Garrido Romero dispensaría gratuitamente
medicinas durante cuatro meses a los soldados repatriados hacia estos lugares.
Pedro José Jaén Sánchez
Licenciado en Geografía e Historia