Introducción
Casi olvidadas de la memoria se
encuentran las historias de tesoros con las que nos encandilaban nuestras
abuelas al calor de la lumbre y nos hacían soñar con fortunas tan fantásticas
como las de los cuentos. ¡Era tan real!: los protagonistas eran personas del
pueblo, con nombre y apellidos, y los tesoros aparecían, claro que aparecían,
al derribar una casa antigua, en forma de bote con monedas de plata, o de piel
de cuero con oro…los había, yo lo viví y los vi.
Hasta cuatro acepciones recoge el
Diccionario de la Real Academia
para definir la palabra tesoro, voz que proviene del latín
thesaurus, y éste del griego θησαυρός. Tres de ellas tienen en
común un concepto: “precioso”, de “precio”,
o lo que es lo mismo, que vale en el mercado, porque en caso de ser
intrascendente económicamente el hallazgo de la riqueza acumulada y escondida,
éste, carece de interés.
En todas las civilizaciones ha
sido corriente el depósito de tesoros en tumbas y templos (en forma de objetos suntuarios
o cotidianos tales como joyas, ornamentos sagrados, exvotos, etc.) así como la
de su saqueo por ladrones o enemigos. Y así los tesoros han pasado de unas
manos a otras, de unas culturas a otras hasta su recuperación y exhibición -en
el mejor de los casos- o su desaparición transformándose de este modo en mito y
leyenda…
Ocurrió en
Jerusalén en el año 70 DC durante el saqueo por Tito
Flavio Vespasiano del Templo de la mítica ciudad. Los objetos de culto más
preciosos que se puedan imaginar fueron expoliados, entre ellos, las trompetas
de plata con las que los hijos de Aarón habían convocado a los huéspedes de
Israel, la mesa de oro de los panes ázimos (conocida también como mesa del rey
Salomón o Missorium) y el gran
candelabro de siete brazos o menorah.
Un relieve del arco de Tito, en Roma, muestra claramente cómo este candelabro
fue sacado del templo; por su tamaño se cree que su peso rondaría los cincuenta
kilos de oro puro, sabemos que posteriormente fue depositado en el templo de la
Paz, en el foro de Vespasiano. Lo que sucedió más tarde es tema de varias
historias que se contradicen entre sí. La primera dice que cuando Magencio huía
de Constantino en el año 312, el tesoro cayó al Tíber y se perdió.
Menorah-Relieve del Arco de Tito en Roma en el que se muestran los tesoros extraidos por los romanos del Templo de Salomón |
A partir de aquí, leyenda y realidad se entremezclan. Una teoría sostiene que
pasó al norte de África y desde allí a Constantinopla, donde fue devuelto por
el emperador Justiniano a Jerusalén y vuelto a saquear por los persas en el año
615. A
partir de aquí se pierde su pista definitivamente.
Otra
teoría sostiene que fueron los visigodos los que tras el saqueo de Roma en el
año 410 se arrogaron el fabuloso botín, repartido posteriormente entre Francia
y España, en concreto, sería Toledo, capital visigoda hispana, donde fue a
parar parte de este tesoro antiguo, incluyendo no solamente joyas sino también
la mesa de Salomón.
Lo que sí que es realidad es que
el origen de la institución del Tesoro Público emana de estas civilizaciones y
los vaivenes de sus riquezas. Por ello el significado de la palabra tesoro es
polisémico, por ello también en las leyendas de tesoros se mezclan realidad y
ficción, encantamiento y ensueños como algo natural.
El
Código Civil
define el tesoro oculto en el artículo 352 en los siguientes términos[1]: “se
entiende por tesoro oculto, para los efectos de la Ley, el depósito oculto e
ignorado de dinero, alhajas u otros objetos preciosos, cuya legítima
pertenencia no conste”. Se ha omitido el concepto de “antigüedad” presente en
la legislación más lejana desde la Real Cédula de 1803 hasta las normas de
principios del siglo XX, por prevalecer otros conceptos como el de “histórico”
o “artístico” si bien no parece muy claro que se pueda prescindir totalmente
del valor de la antigüedad ya que esta característica es la responsable del
desconocimiento de su dueño.
Nosotros nos quedaríamos con varios elementos claves para
hablar de un tesoro: es una acumulación de riqueza inmovilizada y escondida. El
ocultamiento es necesario para el control del mismo, viene motivado por el
miedo a su pérdida o robo. Generalmente en épocas de violencia o guerras la
gente ha sido muy dada a preservar sus pertenencias “por si acaso”… otras
veces, forman parte de la estrategia de sus poseedores, botín de los ladrones o
tesoro de los piratas; en otros, el fervor, la religiosidad o la creencia en la
vida eterna han llevado al depósito de grandes tesoros en templos o tumbas, en
algunos casos, pequeños, como los acumulados junto al cadáver en los ritos
funerarios y, en otros, fabulosos y legendarios como la cámara sepulcral de Keops,
que presumiblemente, la auténtica, aún no ha sido encontrada y se halla en
algún lugar indefinido de Egipto, bien dentro o fuera de la pirámide.
Otra característica es su materia prima, los metales
preciosos, principalmente oro –el más codiciado- plata, piedras preciosas,
joyas o alhajas o cualquier bien de escasez relativa; son, por lo tanto, bienes
muebles que deben haber estado escondidos e ignorados y cuyo legítimo dueño se
desconozca, lo que lo convierte en un bien apropiable. Estos son los tesoros a
los que dedicaremos nuestro estudio.
Las leyendas que se recuerdan
sobre tesoros en nuestros pueblos son pocas, generalmente la base es común y se
suele repetir no solamente en los municipios de nuestra provincia sino en toda
España. Su recopilación es fruto de nuestra propia memoria, de trabajos etnográficos
e históricos de otros autores que mencionaremos oportunamente, de documentos
que se conservan en los archivos públicos y de las respuestas a una encuesta elaborada
por los autores y que se envió a las bibliotecas de toda la provincia, a los
que nos contestaron nuestro mayor agradecimiento, ellos han sido los encargados
de las bibliotecas de Villamalea, Madrigueras (María Luisa Racionero), archivo
de Hellín (Beatriz Esteban) y Casa de la Cultura de Nerpio (José Joaquín Martínez
López).
No queremos presentar una serie
de relatos inconexos sino que sabedores de que la leyenda se fragua sobre un hecho
real -presenta como características esenciales la localización y la
temporización- hemos buscado el origen, el punto de partida de estas
narraciones transmitidas de forma oral, agrandadas, exageradas o deformadas,
por ello hemos incorporado acontecimientos reales cuya documentación se guarda
en los archivos y testimonia que en épocas lejanas la gente creía firmemente en
la existencia de tesoros, que a falta de los lamentables detectores que tanto
daño causan al patrimonio, se recurría a la magia, rabdomancia, ensueños,
adivinación, y, como no, llegados a este punto, aparecía la Inquisición y el
castigo para quienes usaban estas artes.
UN POCO DE HISTORIA
Tesoro personal/ Tesoro público: origen de la institución
Coronas votivas pertenecientes al tesoro de Guarrazar (Toledo) MAN |
Ya en la antigua Roma existió
el concepto de “Tesoro Público” (Aerarium)
que se guardaba en el templo de Saturno, allí afluían todos los ingresos del
Imperio, reuniéndolos en una caja. En la España visigoda el Rey era el
administrador supremo de la Hacienda, auxiliado por el conde del patrimonio,
jefe de la administración de la Hacienda del Estado y del patrimonio real, y
por el conde de los tesoreros, Comes
thesaurorum, quien cuidaba del tesoro regio (thesaurus regalis) que era una sección o depósito donde se
guardaban determinados bienes públicos o reales (especialmente joyas, monedas,
objetos de valor) y también el archivo real, con los originales de las leyes y
de los documentos públicos (García de Valdeavellano, 1984: 158-212).
El monarca supervisaba la
administración financiera y vigilaba el buen orden del tesoro, cuya visita e
inspección formó parte de la actividad cotidiana de algunos reyes como
Teodorico II. El Comes Thesaurorum
ordenaba la conservación y vigilancia de las joyas, llevadas a veces con el
monarca en desplazamientos y campañas. La riqueza del tesoro visigodo fue
proverbial, y se debió sin duda a haber sido este pueblo el primero de los
bárbaros que saqueó Roma, y también a haber logrado incorporar el tesoro de los
suevos cuando la anexión de su reino por Leovigildo (Escudero, 1990: 258).
Sisebuto,rey de los Visigodos (Congreso de los Diputados) |
La posesión del tesoro otorgaba a
los godos un gran prestigio, éste suministraba al monarca grandes cantidades de
oro y plata con que pagar servicios, afrontar necesidades perentorias o
entregar ofrendas votivas, como las coronas de Guarrazar, parece que Agila
perdió el suyo luchando contra la insumisa ciudad de Córdoba; éste incidente
decidió a sus seguidores a abandonarle y seguir a Atanagildo, su rival en la guerra. En el siglo VII, una sola joya del tesoro –una
gran bandeja de oro puro- fue el precio pedido por el rey franco Dagoberto al
rebelde Sisenando para enviar a España un ejército en su apoyo (Orlandis, 2003:
147). A la caída del reino visigodo, los historiadores árabes se hacen lenguas
del tesoro encontrado en el palacio real de Toledo y mencionan la mesa del
Templo de Salomón, una pieza de extraordinaria riqueza que los visigodos habrían
tomado en el saqueo de Roma.
En la España musulmana se
distinguió entre el tesoro público y el tesoro particular del Príncipe por una
parte, y el tesoro de la comunidad por otra, éste último regido por el gran
Cadí. Sin embargo, en la España cristiana alto medieval pronto dejó de
distinguirse entre la
Hacienda Real o del Estado (dominios territoriales de la
Corona, regalías y recursos procedentes de tributos y gabelas de diversa
índole) y el patrimonio privado del Príncipe (patrimonio mueble, joyas, fincas
o explotaciones de propiedad particular o familiar). La administración de la Hacienda Real y la
del patrimonio regio en los Estados de la Reconquista era atribución del
Monarca, quien confiaba el cuidado de administrar la Hacienda, la Casa del Rey
y los dominios del patrimonio real a un “Mayordomo” de la corte, auxiliado por
un “Tesorero” del Rey. Bajo la autoridad del mayordomo había un almojarife o
inspector que administraba las rentas reales y que después de cubiertas todas
las atenciones, tenía bajo su fiel custodia los ingresos procedentes de
aquellas, oficio que estuvo frecuentemente a cargo de judíos y cuya designación
cambió Alfonso XI en 1327 por la de “Tesorero”. En el reinado de Juan II
(1406-1454) el oficio de tesorero en cuanto administrador y custodio de las
rentas reales, perdió asimismo importancia y en el siglo XV, la Hacienda Real era ya
administrada en León y Castilla por dos “Contadores Mayores de Hacienda”
quienes tenían a su cargo la administración de los recursos ordinarios.
LAS LEYENDAS.
Rasgos comunes
En la mentalidad colectiva de
casi todos los pueblos del mundo la imagen fantástica de la riqueza se halla
indisolublemente unida a los tesoros ocultos que “duermen” plácidamente
esperando colmar de fortuna a su descubridor. Han sido transmitidos por
tradición oral o escrita, o bien, por revelación “sobrenatural”, que sería el
caso de los ensueños, frecuentes en varios municipios de nuestra provincia, aunque
comunes al resto de España, como ejemplo sirva el sueño del tesoro bajo la
piedra en la que duerme la cabra, que se recoge en El Ballestero y La Alcadima
(Liétor) y que narraremos más adelante, de forma similar, en Ossa de Montiel manifestaban
los vecinos fe en los ensueños sobre los tesoros escondidos (Sánchez Ferrer,
1990 ).
Ruinas del castillo musulmán de Alcaraz (Albacete) 1912. Amador de los Ríos |
La formación
de la leyenda
Magnificada e incluso mitificada a lo largo del
tiempo. En la tradición oral popular son innumerables los tesoros árabes
ocultados por los moros que habitaron la península y que supuestamente, aún hoy
en día permanecen escondidos, pero ¿por qué la mayoría de los tesoros tienen
procedencia árabe? Pues aquí se mezclan realidad y fantasía. Los árabes tras
muchos siglos en España habrían acumulado ingentes riquezas, su cultura se
relaciona, además, con el esplendor califal, los palacios y sus salas ricamente
decoradas, las mezquitas, las fuentes, los harenes, el exotismo de sus ropas y
adornos…todo, aunque no se tengan grandes conocimientos históricos, nos conduce
al lujo y la opulencia.
Además , los árabes, una vez derrotados por los cristianos
tuvieron que marcharse, en su huida, precipitada y otras veces obligada, no pudieron
llevarse consigo todo su oro ni todas sus joyas al nuevo lugar de asentamiento,
por lo que es lógico pensar que se vieron abocados a esconder sus tesoros bajo
tierra, en cuevas, pasadizos, cerros, rocas o castillos, para asegurarse de que
en un lejano futuro ellos mismos o sus descendientes podrían recuperar las
riquezas abandonadas. Muchos topónimos mezclan su nombre con la orografía del
terreno: Cueva de los Moros en Alborea, Fuente de la Mora en Vianos, Cueva del
Moro en Ayna, Cueva del Rey Moro en Alpera, Rincón del Moro en Hellín, Cueva de
los Moros en Abengibre, donde, por cierto, siempre se ha creído que los moros
dejaron un tesoro escondido antes de su partida; la presencia islámica en este
municipio es indudable, su nombre, los restos arqueológicos hallados y su
emplazamiento todo encaja como lugar de tesoros[2].
Y quizá también la influencia en el ideario
colectivo de los cuentos de las Mil y Una Noches, conocido por todos es el
cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones, cuya historia tiene sus orígenes en
una saga sudanesa del rey Alí Babá de la tribu Bija. Este rey rehusaba pagar
impuestos a Al-Mutawakkil, el décimo califa abbasí de Bagdad. En señal de
rebelión selló todas las minas de oro de las montañas y detenía a todos los
funcionarios que iban a la zona del mar Rojo. Bagdad envió su ejército para
mantener el poder sobre el vital mercado del oro del mundo islámico (se creía
que Sudán proveía más del sesenta por ciento del oro abbasí en la época previa
a las Cruzadas) y en cinco años logró aplastar la rebelión. Alí Babá ,
apresado y llevado a Bagdad, entregó todo el oro escondido por sus hombres al
califa. Una exhibición pública del enorme tesoro y del derrotado rey se llevó a
cabo en todas las ciudades importantes en el camino a la capital Samarra ,
creando la leyenda de las cuevas y los ladrones. Al final, a Alí Babá le fue
concedida la amnistía y a su regreso dio oro a todos los necesitados de las principales
ciudades de su camino como gesto de buena voluntad con los musulmanes contra
los que luchó.
Ese oculto
objeto del deseo
Ya hemos hablado de que todo tesoro se ha formado
por la acumulación de riqueza, en la antigüedad, al contrario de lo que sucede hoy
en día en la sociedad capitalista, no se conocía ni se sabía de mercados, bolsa,
inversión o capital. No existían los bancos y la gente guardaba en sus casas lo
poco o mucho que acumulaba; las monedas valían lo que representaba su material:
oro, plata y cobre, por orden de importancia
(los billetes son de relativa nueva implantación). Una vez reunido un capital,
¿dónde guardarlo?... habitualmente en las propias viviendas pero los lugares
varían: desde los más telúricos como es el de la leyenda del toro de oro de
Hellín que se depositó en las mismas entrañas de la tierra para que nadie
pudiera acceder a él (López Morales, 2008: 19)[3]; a
los más clásicos como los pasadizos que comunican viviendas y grutas con las
ruinas de un castillo como en el caso de las leyendas de Bienservida, Hellín, Nerpio
y Alcaraz.
Vasos de plata que encajan unos en otros. Tesoros del tiempo de la peste. El Pais, edición digital |
Una aparición sorprendente
aparecía hace pocos años en la prensa (El
País, 30/04/2007); en el año 2007 el Museo de Cluny, en París,
especializado en arte medieval, presentó una exposición sobre los tesoros
encontrados al demoler antiguas viviendas de barrios judíos, ambos se
localizaron en Colmar (Francia) en 1863 y otro en Erfurt (Alemania) en 1998. A pesar de la
diferencia cronológica de ambos hallazgos, las monedas y objetos de valor:
anillos de nissuin, ‘boda’,
típicamente judíos, en los que figura escrito en hebreo mazel tov, ‘buen augurio’, y que tienen forma de casa o templo, es
decir, evocan el templo de Jerusalén y la creación de un nuevo hogar, las
piezas se corresponden con la mitad del siglo XIV.
En septiembre de 1347, una
docena de barcos genoveses, procedentes de la península de Crimea y
Constantinopla, amarran en el puerto de Mesina, en Sicilia. Parte de la
marinería está enferma, otros tripulantes han muerto, los que parecen sanos
desembarcan enseguida: la peste negra desembarca con ellos. En menos de cinco
años la epidemia acabará con un tercio de la población europea, sólo parecen a salvo quienes logran aislarse del resto del
mundo, como aquellos que viven en zonas muy montañosas o muy frías o disponen
de residencias protegidas, como los protagonistas de El Decamerón, de
Bocaccio. En la época -el bacilo no logrará aislarse hasta 1894- la explicación
científica de la epidemia se buscaba en la Biblia. Y en ella se habla de epidemias que castigaron
al pueblo de Egipto. En definitiva, Dios castigaba "los pecados del
mundo". Nadie sabe entonces que los portadores de la enfermedad son las
ratas y que son las pulgas las que la transmiten al hombre. La "corrupción
del aire" o una "constelación celeste" parecen más culpables que
el diminuto insecto.
Los judíos sirven de chivo
expiatorio: en Barcelona o Estrasburgo, en Erfurt o Marsella, en París o en
Colmar se organizan matanzas de esos judíos a los que se les reprocha, además
de su impotencia como médicos, el envenenar fuentes y pozos. Muchos lograron
escapar no sin antes enterrar sus bienes más preciados con la esperanza de
regresar algún día. La mayoría no pudo hacerlo, fueron víctimas de la peste
negra.
Otras veces han sido los accidentes naturales los
que han ocultado los tesoros, ahí está el caso de los barcos españoles hundidos
en el mar, por motivos metereológicos, tormentas en alta mar, o bélicos,
guerras o asaltos por piratas a la flota proveniente de América y cargada de
oro, como el Tesoro de Rande que se compondría de 14 galeones mercantes que
llevarían 500 toneladas de oro y plata y 250 de piedras preciosas, hundidos en
la ría de Vigo y que sería el mayor tesoro subacuático aún por hallar, o el
mediático del Odyssey Marine Exploration, empresa especializada en el rescate de tesoros subacuáticos y que halló
en el año 2007 en las costas de Cádiz el pecio del buque Nuestra Señora de las
Mercedes, recuperado por el Gobierno español tras un largo proceso judicial.
El secreto
y la memoria
La memoria es frágil, de ahí que a veces se
plasme en un mapa, como el de la novela La Isla del Tesoro, pero al mismo tiempo debe
mantener el secreto, por ello lo mejor es encriptarlo.
Como ejemplo podemos citar el Rollo de Cobre de
los manuscritos del Mar Muerto hallado en el año 1952 en las cuevas de Qumrán y
que actualmente se puede contemplar en el Museo de Amán (Jordania). Contiene un
listado de lugares donde están escondidos ingentes tesoros de oro y plata,
incluso se cree que entre ellos figura el Tesoro del Templo de Jerusalén, pero
el texto se debe completar con otro documento aún no encontrado, un rollo presumiblemente de plata que los
arqueólogos siguen buscando en el desierto de Israel. Es como si se hubiera
hallado la llave pero faltara la cerradura.
Existen pistas o rastros,
personajes pintorescos que aparecen y nos relatan hechos pasados encendiendo la
ilusión e incendiando el deseo del tesoro “tangible” y se busca
infructuosamente alimentando la
leyenda. La conquista de América por los españoles dio origen
al mito de El Dorado por la abundancia de tesoros saqueados o de rescates
pagados en oro como el de Atahualpa o tesoro de Pizarro, quien, una vez hecho
prisionero por los españoles ofreció por su libertad llenar dos habitaciones de
plata y una de oro "hasta
donde alcanzara su mano", a pesar de que cumplió con su
palabra fue ejecutado.
La Ilíada sirvió a Heinrich
Schliemann para descubrir las ruinas de Troya en 1870, el arqueólogo desde su
infancia había estado convencido de que los poemas homéricos describían una
realidad histórica, el seguimiento de los mismos le llevó a descubrir los
sitios narrados en ellos, y descubrió, entre otros, el tesoro del rey Príamo.
La imaginación al poder: las ruinas de edificios y el Romanticismo
El Romanticismo favoreció el
crecimiento de ciertas modalidades narrativas caracterizadas por lo legendario,
fantástico y fabuloso de sus asuntos (Baquero, 1988: 116). El gusto romántico
por la reconstrucción del pasado, por los temas históricos, los escenarios
medievales, las escenas de duendes y hechicerías, la evocación de mágicos
ambientes orientales... no es extraño por ello que los castillos y despoblados
atraigan la mirada de los buscadores de tesoros, las ruinas proporcionan una
visión romántica del pasado, de su esplendor, historia y de sus olvidadas
riquezas que se pierden en la noche de los tiempos.
Castillo de Socovos en la actualidad(detalle) |
Son numerosos los castillos y
torres expoliados por los buscadores de tesoros contabilizados por José Luis
Simón en su libro sobre los castillos y torres de Albacete (Simón, 2011): la
torre de Bogarra, el castillo de San Gregorio en Alpera, el castillo de San
Felices o Rochafrida en Ossa de Montiel, la torre de Lugar Nuevo en Riópar, el
castillo de Elche de la Sierra donde desde el año 1794 se conocen gracias a las
descripciones de Lozano “rebuscas” de tesoros, la torre cortijo de León o de
los Calderones en Molinicos, el castillo de Socovos, las torres de Moropeche,
del Llano y de Paules las tres en Yeste, a las que sumamos la torre de Vizcable en Nerpio.
Restos del castillo de la Hiedra (Cotillas) al fondo la peña del Cambrón. |
Históricamente los castillos han
sido lugares propicios para guardar tesoros, cuando Rodrigo Díaz de Vivar,
humillado y empobrecido, parte por segunda vez al destierro hacia tierras
levantinas su más urgente necesidad es procurar dinero con el que compensar a los
hombres que habían preferido continuar a su lado y seguir su misma suerte
(Martínez Díez, 2003: 274). En busca de esos recursos movió el Cid sus
cuarteles hacia Polop (Alicante) donde el rey musulmán de Denia guardaba su
tesoro y en un audaz golpe de mano se apoderó del castillo y del botín
custodiado en dicha fortaleza y ocultado en una cueva subterránea, se componía
de riquezas recogidas en todos los pueblos vecinos: oro, plata, alhajas y
trajes de seda.
Pero también las casas
particulares son lugares propicios, tal es el caso de una vivienda
situada en la calle Mayor de Villamalea donde se cree que hay un tesoro
escondido. Las elevaciones del terreno suelen corresponderse con yacimientos
arqueológicos por lo que han sido lugares propicios para encontrar vestigios o
tesoros como el Cerro del Tesoro en Madrigueras, la Morra del Tesoro en Barrax y
el paraje de El Tesorico en Agramón (Hellín) donde en el año 1980 se llevaron a
cabo unas excavaciones de urgencia en vista de que la necrópolis ibérica había sido
asaltada y destruida, en parte, por aficionados y buscadores (Broncano,
Negrete, Martín, 1980)
El relato
Que se perpetua de generación en
generación a través de la tradición oral, historias transmitidas de padres a
hijos, no hay pueblo albacetense que no cuente con su historia de tesoros, unos
encantados, como es el caso de un tesoro enterrado en Madrigueras por una
princesa mora , otros sin encantar, los más numerosos. En la mayoría de los
casos se calca una de otra pero merece la pena rescatarlas.
El engaño y la codicia
El Cid parte al destierro
totalmente pobre y su sobrino Martín Antolínez engaña a dos judíos usureros,
Raquel y Vidal, despertando su codicia al mostrarles dos pesadas arcas que ellos
creen cargadas con grandes tesoros –aunque sólo contienen arena- que el
Campeador no puede llevar consigo. Brillando de codicia los ojos de
prestamistas, acceden al empeño de las arcas a cambio de dinero sin ni siquiera
abrirlas.
“En dos arcas muy repletas tiene oro fino guardado.
Ya sabéis que don Alfonso de nuestra tierra le ha echado,
aquí se deja heredades, y sus casas y palacios,
no puede llevar las arcas, que le costaría caro,
el Campeador querría dejarlas en vuestras manos
empeñadas, y que, en cambio, le deis dinero prestado”.
Ya sabéis que don Alfonso de nuestra tierra le ha echado,
aquí se deja heredades, y sus casas y palacios,
no puede llevar las arcas, que le costaría caro,
el Campeador querría dejarlas en vuestras manos
empeñadas, y que, en cambio, le deis dinero prestado”.
La riqueza versus la honradez
Lo encontramos en El Conde
Lucanor, ejemplo XIV. Del milagro que
hizo Santo Domingo cuando predicó sobre el usurero.
Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio de sus
asuntos y le dijo:
- Patronio, algunos hombres me aconsejan que reúna el
mayor tesoro que pudiera y que esto me conviene más que nada para cualquier
cosa que me acontezca. Os ruego que me digáis vos.
- Señor conde Lucanor, aunque el tesoro, como antes os
he dicho, es bueno, procurad dos cosas: una, que el tesoro que reuniereis sea
de buena procedencia; otra, que no pongáis tanto el corazón en el tesoro que
hagáis alguna cosa que no os convenga hacer; ni dejéis nada de vuestra honra,
ni de lo que debéis hacer para reunir gran tesoro de buenas obras para que
tengáis la gracia de Dios y buena fama de las gentes.
Gana el tesoro verdadero
y guárdate del perecedero.
y guárdate del perecedero.
MANUALES para encontrar tesoros
Los grimorios
La casualidad no fue lo único que
posibilitó el descubrimiento de tesoros ocultos y no han sido pocos los que han
recurrido a lo largo de la historia a la utilización de “otras ciencias” para
ello.
La tradición nos indica que los
tesoros suelen estar custodiados por gnomos, duendecillos, hadas, espíritus… Así
al menos se desprende del Tratado de la
filosofía oculta de Paracelso,[4]
cuando menciona que es conveniente observar como posibles lugares de ocultación
aquellos en los que durante la noche, sobre todo la del viernes al sábado,
aparezcan o se hagan presentes espectros o fantasmas que ahuyenten de alguna
manera a quienes pasen por allí (Bessière, 2009: 10-11). Algunos libros
contenían conjuros para sortear estos “escollos” como veremos a continuación.
Los grimorios son libros de
conocimiento de magia, a esta clase pertenece el Libro de San Cipriano,
conocido popularmente como “Ciprianillo”, una parte fundamental de él se
encarga del desencanto de tesoros, incluyendo también una lista de tesoros del reino
de Galicia y de partes de Portugal, con localizaciones detalladas de dónde
encontrarlos (Castro, 2005). Así lo define el autor:
“Quizá no
haya habido nunca un libro más codiciado y buscado, ni que despertase más
pasiones y deseos de poseerlo, hasta el punto de que mucha gente cayera en la
locura, enfermase gravemente o se arruinara económicamente, sólo por intentar
conseguir un ejemplar del mismo o por poner en práctica los rituales que en
él se contenían”.
|
San Cipriano de Antioquía vivió
en el siglo III DC, fue educado en
el culto a los dioses romanos, hombre culto e instruido, viajero y conocedor de
las artes mágicas. Parece que antes de convertirse al cristianismo plasmó en el
libro mencionado todos sus conocimientos mágicos. Los grimorios o libros de
nigromante combinan varias magias: la astral, típicamente árabe, con los
exorcismos, típicamente cristianos y judíos, la magia natural y la magia
diabólica. En Europa comenzó su difusión a partir del siglo XII. El empleo de este tipo de libros
fue siempre dentro de los ámbitos cultos y eclesiásticos, ya que las clases
populares no sabían leer. Por sus características es fácil deducir que en
España serían perseguidos por la Inquisición.
Pliego de cordel con la vida de San Cipriano glosada en verso |
La lista de tesoros que incorpora
El Ciaprianillo, junto a las famosas gacetas de tesoros y las libretas
con listas de tesoros que circularon por la geografía peninsular fueron muy
populares en Asturias y Galicia, pues hay que tener en cuenta que la zona
noroccidental española fue famosa desde la antigüedad clásica por la abundancia
de oro y metales preciosos. Los tesoros referidos en estas listas se sitúan en
lugares perfectamente localizables en la orografía, lo que acredita que la
gente que hizo las listas conocían la zona geográfica que citaban, situándolos
a menudo, en antiguos restos arqueológicos (castros, túmulos, dólmenes, etc.). Hay
que tener en cuenta que fue tal la cantidad de tesoros que se encontraron en
monumentos prehistóricos en Galicia que en los siglos XV y XVI se creó, por el Gobierno del reino de España, el
cargo de Comisario para Tesoros de Galicia.
San Cipriano junto con Simón el
Mago o Salomón son los tres famosos magos de la Antigüedad a los que se les
atribuye la autoría de numerosos libros mágicos.
La clavícula de Salomón
Se trata de unos textos de magia
atribuidos tradicionalmente al rey Salomón, hijo de David, aunque parece
improbable. Esta hipótesis parte de épocas remotas así lo afirma el historiador
judío Flavio Josefo, descendiente de una familia de sacerdotes y testigo ocular
de la destrucción de Jerusalén y del segundo Templo en la marcha de Tito sobre
Judea en el año 70 de nuestra era. Escritos originalmente en hebreo y
traducidos posteriormente al latín, su contenido trata, entre otras cosas, de
magia e invocación de espíritus por
medio de conjuros que siguiendo el ritual obligan a las fuerzas sobrenaturales
a cumplir la voluntad de quien solicita su presencia.
Su contenido se ha preservado lo
largo de toda la Edad Media transcribiéndose en sucesivos manuscritos de forma
mutilada e incompleta obteniendo como resultado una mezcla de signos, gráficos,
pantáculos (medallas), ritos…, que nada tienen que ver con los manuscritos
conocidos como la Clavícula (llave) de Salomón, título que encabezó el índice
de libros prohibidos por la Inquisición desde su misma creación.
El origen del texto fue una
revelación, Salomón en sus oraciones pedía sabiduría para impartir justicia con
mayor ecuanimidad, un ángel del Señor le proporcionó en sueños el conocimiento
sobre todas las criaturas y todas las cosas. En uno de estos manuscritos,[5] Salomón
le dice a su hijo Roboam:
…compuse cierta obra en la que refiero el secreto de
los secretos, y en la que los he preservado ocultos, y también he ocultado en
ella todos los secretos de las artes mágicas de muchos maestros[…] te ordeno
que hagas un cofre de marfil y en él pongas, guardes y escondas esta mi Clave,
y cuando yo haya pasado a reunirme con mis padres, te ruego lo pongas en mi
sepulcro, sobre mí, para que en otro tiempo no pueda caer en manos de los
malvados…
Para comprender bien el empleo de
estas artes mágicas, es necesario saber utilizar diversas materias primas, a
veces difíciles de conseguir, así como tener conocimientos sobre los planetas,
algunos metales y hierbas, todo ello descrito en unas tablas donde se enumera
la hora determinada para poder invocar a cada uno de estos espíritus con éxito,
completándose la acción con la realización de círculos mágicos y conjuros a
través de los cuales se puede armonizar con ellos.
La obra circuló primero
manuscrita y después en impresiones sobre todo francesas. Al igual que El Ciprianillo, con toda probabilidad, se debió consultar en círculos cultos. La
Clave dedica todo un capítulo (Capítulo XIV-Libro I) al modo de convertirse en
dueño de un tesoro poseído por espíritus y la manera de proceder para
conseguirlo.
Los Libro-Registro Estatales
Una publicación del año 1831
denominada Registro y Relación General de
Minas de la Corona de Castilla recopila los expedientes de autorización
para llevar a cabo la búsqueda y posesión de tesoros sobre los que algunas
personas tenían noticia, expidiéndose para ello las correspondientes Reales
Cédulas a los interesados, las fechas se remontan a 1589 y llegan hasta 1701.
Como es lógico los expedientes incluyen una relación de los lugares en los que
supuestamente se encontraban éstos, que, por lo general, suelen coincidir
con lugares en los que se aprecian
restos antiguos de marcado interés arqueológico.
T E S O R O S
Desde
el año de 1589
hasta el de 1701, de petición de varios interesados, se expidieron
las competentes Reales Cédulas para descubrir algunos tesoros que tenían
noticia hallarse ocultos en diversos puntos del reino; cuya relación, con
expresión de los pueblos y sitios de algunos de ellos, es en la forma
siguiente.
|
Los relativos a la provincia de Albacete son:
Partido de Alcaraz.
-En la ciudad de Alcaraz en una casa derribada.
-En la “Barcaña” (quiere decir barbacana del castillo)
dentro de la fortaleza derribada della.
-Encima de Reolid, en un cerro que había unos Villares
junto a las Herrerías Viejas.
-En la aldea de Paterna junto a la iglesia.
-En termino del lugar de Paterna, en un encinar.
-A media legua de Vianos, en la Fuente de la Mora
donde había unos Villares antiguos.
-En la villa de Lezuza, partido de Alcaraz, en una torre
muy antigua que llaman de Luzon.
-En la villa de Barrax, en el sitio llamado Morrica
del Tesoro, junto a la cañada de las Cabras.
-En el término de Almansa.
-En las villas de Munera y Lezuza, provincia de La
Mancha, en los sitios llamados Lechina, Santo Domingo y el Hondonero.
-En Villarrobledo.
-En el pago de Hegiruela (lease Higueruela)
jurisdiccion de Chinchilla.
-En la villa de la Osa, provincia de La Mancha, al
sitio llamado de Rochafrida, en la falda de el que cae a la parte por do sale
el sol, en una isla que se entraba por agua.
-En el lugar de la Roda.
-En el termino de Villarrobledo y cueva que llamaban
de Cutiri Viejo, cerca del pinar, por el camino que dicen de Prado Ancho.
Castillo de Rochafrida. (Estado actual) |
Torre del castillo de Lezuza, llamada de Luzón (estado actual) |
AVERIGUACIONES, RECOPILACIONES OFICIALES Y ENCUESTAS
Relaciones Topográficas de Felipe II
Las Relaciones Topográficas de los pueblos de España, hechas de
orden de Felipe II es el nombre con que comúnmente se conoce a una obra
estadística resultado de una encuesta que se elaboró entre los años 1575 a 1579 con el objetivo
de obtener una descripción detallada de todos los municipios del reino. El
interrogatorio es muy exhaustivo, se compone de 59 preguntas entre las que
figuran algunas que hacen referencia a la fundación, conquista, situación,
riqueza, orografía del terreno, Villaverde de Guadalimar es el único municipio
de la provincia que hace referencia a la existencia de tesoros de los moros
ubicados en la peña del Cambrón, así responden:
… En lo alto de la peña hay edificios viejos como
antiguamente los moros se debieron de hacer fuertes y hicieron casas y así se
entiende porque se ha tenido noticia que han venido por orden de los moros del
Reino de Granada antes que se alzase
moros a sacar los tesoros que habían dejado enterrados los que hicieron
aquellos edificios y así hay hoyos y paredes desvueltas y en muchas partes
cavado donde los sacaban y buscaban…
La encuesta de la Comisión Provincial
de Monumentos Históricos y Artísticos de Albacete. Los ensueños
La encuesta –sobre la que
volveremos– fue elaborada en 1929, abordó un ambicioso proyecto de recopilación
de toda la información concerniente a la provincia sobre arqueología y
folklore, algunas de sus preguntas indagan sobre la existencia de creencias
relacionadas con los sueños y las adivinaciones, así en Ossa de Montiel el
informante de la encuesta, que es el párroco, afirma que los vecinos de aquella
localidad concedían mucha veracidad a los ensueño, sobre todo los relativos a tesoros
(Sánchez Ferrer, 1990).
Las Relaciones del Cardenal Lorenzana sobre los municipios que
integraban la archidiócesis de Toledo en 1784
Conocidos son también los casos
de quienes se han obsesionado por los tesoros invirtiendo en ello su capital y
su vida. En las respuestas a las citadas relaciones sobre la situación y
aspectos de El Bonillo, el cura se hace eco de una riqueza conocida pero no
aflorada sobre metales preciosos –plata- aún por hallar en el paraje que se
conoce como Lages, entre El Bonillo y
Viveros, lugar donde un vecino de la localidad, con permiso y autorización real,
ha realizado varias tentativas y ha gastado parte de sus caudales sin que su
afán se haya visto recompensado con el preciado tesoro.
LAS LEYENDAS EN LOS
PUEBLOS DE ALBACETE
El oro y el moro
Bienservida
En Bienservida
circula una leyenda según la cual, en la calle de la Torre hay una casa de la que parte una cueva excavada en la roca
que se comunica con una salida en Cerro Vico (Ortega, 2012). Parece ser que la
existencia de ese largo pasadizo artificial fue confirmada por un práctico
experimento: en la boca de la gruta fue arrojado un gato que, después de cierto
tiempo, salió por la cueva de la casa.
También se dice que
esta cueva comunicaba con los sótanos de la próxima torre árabe que todavía se
puede visitar o lo que queda de ella. Además, se dice que algo más abajo la
cruza un río subterráneo que corta el paso. Imposible es ya recorrer los
pasadizos de esta cueva que sí existió, su recorrido fue cegado al depositar en
ella sus mismos escombros para construir sobre sus cimientos una casa nueva.
Situados ya en el escenario,
volvamos a la leyenda: a finales del siglo XIX o principios del XX, llegó al
pueblo un moro vistiendo exóticas ropas y hablando un castellano que parecía
antiguo, con él llevaba unos viejos pergaminos en los que se reflejaba una cueva
en Cerro Vico, donde, al parecer, sus antepasados habían enterrado sus tesoros
al tener que abandonar, tras ser derrotados por los reyes cristianos, estos
lugares. Como el paso del tiempo borraría de la memoria el lugar de la
ocultación y para que el secreto sólo fuera conocido por las generaciones
familiares, los antepasados señalaron el sitio exacto con la plantación de una
especie de árbol raro en el pueblo, un saúco. Sin embargo con el paso de los
siglos, la planta -si alguna vez existió- había perecido, los más ancianos dudaban
de haber visto algo, algunos creían recordar haber oído…y así, ante tanta
incertidumbre, el peculiar personaje, descorazonado, abandonó el lugar no sin
antes sembrar la zozobra en los lugareños con unas palabras que más o menos decían
así:
- "¡Si ustedes supieran el
oro que hay aquí enterrado no dudarían el allanar este cerro a espuertas!".
Historias
de la “mili”
Villaverde
de Guadalimar, Nerpio, Agramón y Madrigueras
Según cuentan había un soldado natural
de Villaverde del Guadalimar que cumplía el servicio militar en las antiguas
colonias de África. Este soldado encontró en cierta ocasión a un moro que
llevaba un plano en la mano y, cuando se acercó para mirarlo, observó
sorprendido que se trataba de una representación de su pueblo, Villaverde,
otras versiones ponen nombre y apellidos a los protagonistas para darle mayor
veracidad, así los protagonistas fueron, el soldado, Francisco José Gallego
Medina, su madre, la
señora Felipa , el alcalde, don José Valle, y la criada de
éste, Dolores, casada con un tal Vicente Verdú (Noguero, 2013: 124-127). El
muchacho, ateniéndonos a esta versión, había entablado amistad con un moro
quien le confesó conocer el pueblo albaceteño de oídas pues su padre había
trabajado muchos años atrás en el convento, ante la estupefacción del soldado,
el moro trazó un plano del lugar, inmediatamente nuestro protagonista se lo
compró.
Francisco José llevaba poco
tiempo en el servicio militar y todavía permanecería muchos meses en tierras
africanas antes de regresar a su pueblo. Impaciente por descubrir si era cierta
la historia del tesoro, escribió a su madre contándole donde estaba escondido.
Pero la madre no sabía leer y su marido se encontraba de viaje, por lo que la
buena mujer, ignorando completamente el contenido de la carta, se dirigió al
alcalde para que la pusiese al corriente de las noticias del hijo. El alcalde
leyó íntegramente la carta a excepción de lo relativo al tesoro.
Posteriormente, y sin ninguna compañía se dirigió al lugar que indicaba la
carta, el convento de los franciscanos, y dentro de sus muros, la chimenea
principal, así con tan precisas señas don José no tardó en dar con el objeto
buscado que consistía en un montón de barricas de oro y aunque guardó el
secreto celosamente, sus precauciones no lograron evitar las sospechas de la
sagaz criada, a la que le prohibieron por espacio de dos o tres semanas limpiar
una habitación que se cerró o, mejor dicho, se precinto con llave, cuando se
supo lo ocurrido, el testimonio de Dolores cobraría especial importancia pues
suponemos que ayudaría a atar cabos más con suposiciones que con hechos pero
así surgen las leyendas.
Años más tarde, otro alcalde, que se había enterado de la
inesperada fortuna de su predecesor, derribó lo que quedaba del convento con la
esperanza de encontrar más tesoros, pero esta vez sin éxito alguno. Y es que la
fiebre repentina de la búsqueda de tesoros no solamente vino por el hallazgo
del oro del convento, sino por la aparición también de unas monedas donde hoy
se encuentra la Casa de la Cultura[6].
Cimbra de la concucción de agua del convento de Villaverde de Guadalimar. (A. Matea) |
El viejo convento (construido a doscientos metros del
pueblo y entre dos montes) fue fundado en 1486 por el conde de Paredes, junto a
la ermita de Nuestra Señora del Corpus Christi, y fue clausurado en 1821, a partir de esta
fecha la ruina del edificio fue avanzando hasta que en 1994 los pocos restos
que quedaban en pie fueron demolidos y sus materiales reutilizados en arreglos
municipales (Carrión, 2006: 129-146).
La leyenda del tesoro y el mapa del moro debieron calar
hondo en la población y no faltarían los merodeadores, asaltadores y buscadores
furtivos de tesoros. En 1838 y ante el deterioro y peligro del edificio, unidos
al saqueo de ventanas, puertas y otros enseres que quedaban en su interior, el
ayuntamiento contrata centinelas armados, “los cuales estuvieron tres o cuatro
días con salarios crecidos” para pasar después a contratar a un vigilante
permanente, gasto que el municipio no puede costear y se pide ayuda a la Junta Superior de Enajenación
de Efectos y Edificios de los Conventos de la Provincia. Las
autoridades proponen ofrecerlo para habitarlo de forma gratuita a cambio de su
vigilancia pero nadie se ofrece para tal fin. El expolio del convento era de
tal magnitud que se denuncian los hechos ante el Juzgado de Primera Instancia
de Chinchilla, en el mismo documento municipal se habla de reintegrar “el valor
de algunas tinajas y otros efectos de alguna estima del referido convento”[7].
AHP AB, Clero, caja 4614, expediente 11 |
Idéntica leyenda protagoniza otro soldado, esta vez de Agramón que realiza el servicio militar en Melilla donde obtiene información de un moro, cuyos antepasados le habían hablado de una cueva en la Sierra de las Cabras donde hay un gran tesoro al que nadie puede acceder pues se encuentra aislado por un gran abismo. Al otro lado hay un moro de piedra dispuesto a golpear a quien lo atraviese (Iniesta y Jordán, 1995: 24).
El entorno del castillo de
Taiblilla, en Pedro Andrés, pedanía de Nerpio, también es lugar famoso por el
mismo motivo, los mozos que cumplían el servicio militar en las colonias de
África recibían noticias de los suntuosos tesoros enterrados por los moros en
el castillo, tanto es así, que se cuenta que en sobre los años cincuenta del
pasado siglo se llevaron a cabo unas excavaciones vigiladas por la Guardia Civil.
Lo mismo le ocurrió a un soldado
de Madrigueras a quien un moro le indicó el lugar exacto, un cerro llamado
Cabezo de los Hilos donde supuestamente había mucho oro. Al regresar a su pueblo,
el muchacho cavó afanosamente pero no encontró nada. El lugar, situado en la
confluencia de los términos de Madrigueras, Mahora y Motilleja, se corresponde
con un yacimiento arqueológico bien conocido aunque sin excavar (VV. AA. ,2012:
65).
La vida es sueño.
San Miguel de Susaña
y La Alcadima (Liétor)
Situación de San Miguel de Susaña, localidad que desapareció en el s. XIX. Mapa de la compra del término por parte de El Bonillo a la corona. (AHP de Albacete) |
Contaba mi abuela[8] que
era una gran contadora de cuentos, que en una población llamada San Miguel de
Susaña cercana a El Ballestero, pero hoy en día desaparecida, vivía un pobre
campesino cuyos sueños eran importunados por un mensaje, una voz, que le
avisaba de que en la plaza de Valencia encontraría la felicidad, alentado el
hombre por tal perspectiva encaminó sus pasos hasta la ciudad del Turia y allí
en su plaza mayor pasaba los días esperando “la felicidad”, su presencia no
pasó desapercibida para el resto de los ciudadanos, y así un día se acercó a él
un hombre movido por la curiosidad y le preguntó cual era el motivo de su
estancia tan solitaria en la plaza; cansado y decepcionado como ya estaba
nuestro campesino por la espera, le contó la verdad, y éste riendo le dijo:
- Ah! Los sueños! Yo también
sueño que en una aldea llamada San Miguel de Susaña hay una casa, en la casa un
corral, y, en el corral, una losa de piedra blanca sobre la que duerme una
cabra. Debajo de la losa hay un tesoro.
Alarmado y disimulando el regocijo
que le proporcionaba la descripción exacta de su vivienda volvió a toda prisa a
su aldea, levantó la losa del corral y, efectivamente, encontró el tesoro. No
sabemos si le proporcionaría la felicidad pero seguramente le ahorraría muchos
desvelos.
La Alcadima es un caserío de
Liétor abandonado desde hace tiempo, que lleva, como Ayna, en su topónimo la
herencia árabe, “La Antigua” es su traducción al castellano[9].
Según cuentan, cuando todavía estaba habitada esta aldea, había allí un hombre
que soñó en repetidas ocasiones que en el puente de Murcia encontraría la fortuna. Ante la
insistencia del sueño decidió ir al citado puente, construido sobre el río
Segura, y sentarse allí a esperar. Después de varios días un desconocido le
preguntó por qué estaba tanto tiempo allí sentado, por lo que le contó su
sueño. Este hombre le dijo entonces que no hiciese caso de tales sueños, pues
él mismo había soñado que en un lugar llamado La Alcadima existía un tesoro
oculto donde dormía una cabra roja[10]. Al oír
estas palabras nuestro hombre se fue raudo
y veloz a su aldea y se puso a cavar el suelo de la cuadra donde dormía una
cabra rojiza, hallando una bolsa de piel que guardaba en su interior numerosas
monedas de oro.
Quien mucho habla,
mucho yerra.
El Ojuelo (El
Salobre) y Villamalea
En El Salobre, cerca de la aldea hoy en
día abandonada de El Ojuelo, junto al collado de Juan Calabria, se encuentra el
cerro de Agudo sobre el que se cuenta la historia de un tesoro malogrado por la
candidez de su descubridor. Según esta historia, a mediados del siglo pasado,
un pastor llamado Sabino había soñado en repetidas ocasiones con la existencia
de un tesoro en este cerro. Como el sueño se volvía a repetir noche tras noche,
decidió por fin subir al citado cerro y ponerse a cavar con pico y pala levantando
con gran esfuerzo las piedras que allí encontraba, el tiempo y el esfuerzo
invertido por el pastor se vio finalmente recompensado y su premonición
cumplida cuando halló una orza llena de monedas antiguas.
El brillo del metal le inundó de
felicidad, quizá ya fuera rico, pero, ¿cómo saberlo? En aquellos años una de
las personas más instruidas en cualquier pueblo, junto con el cura y el
alcalde, era el maestro, ambos constituían la autoridad por excelencia, así que
el pastor se encaminó a El Ojuelo y descubrió su secreto a éste ultimo mostrándole
las monedas para que las tasase, pero, aquel, más ladino, le dijo a Sabino que
así, a simple vista, no lo podía saber, pues era preciso que las examinase un
experto. El maestro, que según dicen, antes de dedicarse a la labor pedagógica
había sido cura[11], cogió la orza con las
monedas y se las llevó a la
capital. Pero cuentan que no volvió a aparecer por la aldea
hasta muchos años después dueño de una inmensa fortuna que nadie supo cómo la
había obtenido.
La leyenda del pastor iletrado también
se repite en Villamalea.
¡Ábrete,
sésamo!
Hellín
En Hellín, la tradición oral afirma que
existe un túnel excavado por los moros que comunica el viejo castillo con la
gruta de la cueva Allá ,
el pasadizo contaría con otra galería que llegaría hasta la ermita del Rosario,
debajo de este emplazamiento es donde supuestamente, el rey moro, en vista del empuje cristiano en
plena Reconquista que lo exiliaría de sus tierras, había ordenado fundir todo
el oro que poseía, realizando un gigantesco toro de oro macizo depositándolo en
las profundidades de la tierra para que, aun siendo encontrado, nadie pudiera
extraerlo y disfrutar de su riqueza (Iniesta y Jordán, 1995:22-23).
Casas y casos.
Liétor y la casa de
doña Salomé
En el siglo XVIII vivió en Liétor
una señora muy acaudalada, doña Josefa
de Sandoval, que recibía las rentas de sus posesiones en Villanueva del
Arzobispo, Veas de Segura, Terrinches, Ignatoraf y otros lugares, como es
lógico reuniría en su casa de la calle Canaleja oro en abundancia, se dice que su
marido, que era aficionado al juego, en colaboración con el boticario
elaboraron una sustancia para adormecerla y robarla, al excederse en la dosis
doña Josefa resultó muerta y los causantes para evitar ser ajusticiados
simularon un suicidio colgándola de una cuerda en el hueco de la escalera. Todos
estos rumores, nunca contrastados, pesaron tanto sobre el marido que vendió la
casa y se marchó del pueblo. El inmueble pasó después a ser propiedad de doña
Salomé, nombre con el que se conoce la casa donde según la leyenda duerme
todavía el tesoro escondido por su primera dueña (Navarro Pretel. Díaz
Rodríguez, 1990)
La “mala pata”
Fuente Albilla
(Liétor)
En esta aldea se cuenta otra
leyenda universal sobre tesoros, la de la mula, asno en otros lugares, que
mientras abrevaba hunde su pata en el terreno, el agricultor que se percata del
hecho, escarba y encuentra un puchero lleno de oro (Navarro Pretel. Díaz
Rodríguez, 1990).
Tesoros que traspasan
fronteras
Torre de Juan Abad y
la gallina con los polluelos de oro
Torre de Juan Abad es un
municipio de la provincia de Ciudad Real, conocido sobre todo por haber sido
señor de la villa don Francisco de Quevedo allá por el siglo XVII, sin embargo
para nuestros antepasados de la sierra de Alcaraz[12] era
famoso por el robo de la Torre de Juan Abad, la leyenda parte de un hecho
verídico como fue el asalto en el año 1873 a la casa de don Juan Tomás de Frías y del
Castillo por una partida de carlistas que buscaban dinero y para ello nada
mejor que dirigirse a la casa de este terrateniente.
Los salteadores ataron y
confinaron en una habitación a don Juan Tomás y a su hijo, registrando
concienzudamente toda la casa y cargando varias mulas para llevarse consigo
todas las joyas, dinero y cosas de valor que encontraron a su paso. Cuando el
silencio parecía adueñarse de la casa, el padre preguntó al hijo ¿han tocado
los “santos”? Ante la respuesta negativa del retoño, el progenitor contestó
aliviado: - “Entonces, todavía somos ricos”. Según esta versión de la leyenda las
imágenes religiosas de la capilla de esta casona estaban huecas y servían como huchas
gigantescas para guardar monedas de oro. Los ladrones no llegaron a intuir si
quiera su contenido.
Sin embargo y para darle más
veracidad al asunto, se decía que al
huir con la preciosa carga los asaltantes caminaron por sendas tan poco
transitadas y desconocidas para ellos que se perdieron y se dispersó parte del
botín pues una de sus mulas – también robadas- en la oscuridad de la noche se
alejó y volvió a su lugar de origen, que no era otra población que la de la
informante, El Ballestero. Y, ¿qué parte del botín fue a parar a este pueblo?
Pues nada más y nada menos que la mítica clueca de oro con sus polluelos. La
familia en cuyo hogar la mula descargó tan preciada fortuna nunca dio muestras
de ostentación, ni confirmó ni desmintió la posesión de tan singulares piezas
de oro.
tratado de alquimia Splendor Solis. En la imagen: Sol Rojo |
QUÉ HAY DE VERDAD EN
LOS HALLAZGOS DE TESOROS
Parece que el primer hallazgo
documentado de tesoros fue el ocurrido en Alcaraz en las fechas comprendidas
entre 1213 y 1239, en todo caso, unos años después de la reconquista de esta
plaza, el lugar de ubicación fue el paraje conocido como “El Santo”, nombre que
proviene de los propios objetos allí encontrados.
Ruinas de la casa de Merced u hospital de cautivos en "el Santo" del Alcaraz viejo |
Ya en aquellos tiempos se sabía
de la antigüedad del lugar conocido como “Alcaraz viejo” que dataría de tiempos
de los romanos y probablemente pervivió hasta época visigoda, hoy en día quedan
restos de lo que fue un hospital o casa
de merced dedicado a captar recursos para rescatar a cristianos cautivos en
manos de los moros y a simple vista se observan piedras de lo que debió ser una
población, ahora saqueada y expoliada hasta la saciedad (Pretel, 1988: 47-48).
En sus inmediaciones se han encontrado monedas, esculturas, sepulturas, estelas
esculpidas y señales de cruz talladas en la roca. Los primeros hallazgos, como
decimos, ocurrieron en el siglo XIII cuando se descubrieron unos “santos” que bien pudieran ser
esculturas romanas. El Catálogo de Amador de los Ríos recoge
una historia inédita del que fuera Registrador de la Propiedad en Alcaraz e
insigne investigador local, don Marco Hidalgo, sobre el hallazgo de monedas
romanas e ibéricas y una estatua de mármol en el mismo lugar (Pretel, 2011:
47-48).
En el año 1478, los Reyes
Católicos escriben al prior de Aracena, don Pedro de Alcaraz, ordenándole que
averigüe quienes han encontrado tesoros en Alcaraz, su término y en las
encomiendas de Socovos y Yeste pues según las noticias desde hace treinta años
a esta parte son tan numerosos los tesoros de oro, plata y monedas que se han
descubierto en esa zona que los reyes no pueden pasar por alto el pago del
impuesto del quinto. Unos días después de esta carta los reyes rectifican y vuelven
a escribir a don Pedro de Alcaraz, en esta ocasión, sin duda como
reconocimiento a los servicios prestados, le otorgan facultad para que a lo
largo de toda su vida pueda excavar y buscar tesoros de oro, plata, joyas, monedas y otras cosas “que vos dixeren e
supiéredes donde están” en cualquiera de los lugares ya mencionados, añadiendo
otro premio más, la exención del pago del impuesto del quinto sobre los
hallazgos[13]. De este documento se
desprenden varios hechos interesantes:
-
Que desde 1440 aproximadamente hubo una fiebre por
buscar tesoros tanto en el término de Alcaraz como en Socovos y Yeste.
-
Que existían puntos clave, por eso los reyes recalcan
al prior sobre los lugares que “os dijeren y que sepáis”, ambas cosas.
-
Que se hallaron piezas interesantes hasta el punto de que
llegó a la Corona la noticia de los hallazgos.
-
Que se escamoteaba el impuesto del quinto, es decir,
una quinta parte sobre el valor del tesoro encontrado que se debía pagar a la
Hacienda Real.
Como se desprende del punto
anterior, no existía sensibilidad ante el Patrimonio sino acerbo recaudatorio,
de ahí el impuesto del quinto, de ahí que se castigara a quien no declarase.
En 1479 llega hasta el Consejo de
Castilla el hallazgo de otro tesoro en Alcaraz, los afortunados descubridores,
si es que se les puede llamar así, son “Juan hijo de Pedro Ortega e Iván
Sanchez Garçia e Juan Soriano su hermano vesinos de logar de la tierra e
termino y jurisdiçion de la çibdad de Alcaraz fallaron un cántaro lleno de
monedas de oro” a quienes someten a tormento para que declaren cuanto han
descubierto, éstos negando los rumores a pesar de las torturas, son conducidos
ante la Corte donde se ratifican en que no son ciertos los rumores y se ofrecen
a pagar de su costa la averiguación de tal hallazgo en Alcaraz.
Sobre el año 1550 se encuentra en
el mismo archivo de Simancas una petición de Catalina de Céspedes, viuda de
Leonardo de Castro, quien sabe desde tiempo atrás que en el término de Alcaraz
, en Beas, en el campo de Montiel, en Lorca reino de Murcia y en Xátiva reino
de Valencia se hallan enterrados tesoros antiguos, por ello solicita licencia
real para buscarlos y “gozarlos”. La ingenuidad con la que se redacta este
documento nos muestra la fe que la gente tenía en el hallazgo de tesoros
ocultos.
El tesoro de la Peña Bermeja , Liétor
En el Archivo Histórico Nacional [14] se conserva el expediente de un hecho
ocurrido en Liétor en el año 1581, Florentina de Belmar, vecina de la
villa, viuda de Alonso Moreno , recibe un
día, en su propia casa, la visita de un tal Alonso González, natural de Alcaraz
que se dice ser zahorí, poseedor de una gracia natural para vislumbrar las
cosas enterradas, tanto tesoros como minas y otros metales -su verdadera profesión es cardador de lana
pero eso ahora no importa-. Éste le propone un trato: a sus oídos ha llegado el
rumor de que en una viña propiedad de Florentina, situada a la orilla de un
río, en el paraje conocido como Peña Bermeja, se halla escondido un tesoro de
gran valor, por lo que Alonso implícitamente deja traslucir un acuerdo y le pide
a la viuda que lo acompañe a la viña, llegados al lugar el zahorí le transmite
lo que percibe gracias a sus cualidades sobrenaturales, el tesoro es de oro, no
está encantado y la profundidad a la que
se halla es de dos estados aproximadamente.
Con estas confidencias y
vaguedades queda cerrado el primer encuentro entre ambos, sin embargo, el tal
Alonso esa misma noche acompañado de algunos hombres vuelven al lugar y cavan con
ahínco, varios testigos del pueblo han visto con sus propios ojos o han oído
decir que encendieron una lumbre, al rescoldo de su calor y su luz hicieron un
hoyo, algunos de los testigos dicen que en el silencio de la noche, roto tan sólo por el entrechocar de los picos y palas
contra la tierra, oyeron la siguiente expresión: “¡Bendita sea Nuestra
Señora!”, a partir de ahí todo el mundo supone que encontraron lo que buscaban,
sin embargo en el interrogatorio que sigue a la denuncia interpuesta por
Florentina, los que cavaban respondieron negando el presunto botín y diciendo
que se sintieron burlados por el zahorí pues unas veces les decía que cavasen
hacia un lado y otras veces hacia el otro, el propio zahorí les propuso
abandonar la viña hasta media noche en que le llegaría la “gracia” y les diría
el sitio exacto, sin embargo ellos dicen que no regresaron y que, por supuesto,
no hallaron cosa alguna de valor.
En vista de que no hay pruebas
contundentes, los encausados son puestos en libertad por la justicia de Liétor.
Contrariada e insatisfecha con el fallo nuestra protagonista apela a superior
instancia judicial, la del partido de Caravaca, donde se vuelve a abrir un
nuevo proceso que concluye con la pena de real y medio por los daños que Alonso
González y sus acompañantes causaron en la raíz de una parra de la viña de
Florentina, ante este nuevo revés, la mujer vuelve a apelar a la más alta
instancia, la Chancillería de Granada, en esta petición la rumorología ha
elevado el valor del tesoro a más de treinta mil ducados, cifra a todas luces
fantástica, pues para hacernos una idea, por estas fechas aproximadamente
Albacete pagó a la Corona ocho mil ducados por ampliar su término en dos
leguas, unos 12 km .
a la redonda. Al
no conservarse el expediente íntegro no conocemos el final, aunque suponemos
que será similar a los anteriores debido a la inconsistencia de las pruebas.
Los hallazgos bien y mal parados
Los tesoros aparecían, generalmente por sorpresa, por
ejemplo, al derribar una casa vieja como ocurrió con la demolición de un
inmueble donde se edificó en los años 50 el edificio sindical de la plaza de
las Carretas, en cuyo subsuelo se encontraron unas monedas del siglo XVII (en
el Museo Provincial) o el aparecido en Yeste del que tan sólo quedan algunas
cartas y un oficio que el Gobernador Civil dirigió al Comisario Provincial de
Excavaciones Arqueológicas de Albacete en el año 1961, en el que comunica que
tras las averiguaciones pertinentes, la Alcaldía de Yeste afirma que,
efectivamente, un vecino de la localidad encontró un tesoro de monedas de plata
en abril del año 1960 pero que la esposa del susodicho dispuso de ellas
convenientemente cambiándolas con unos comerciantes ambulantes por unas
piezas de tela y dinero en metálico. La ignorancia y el apresuramiento en
recoger los “frutos” de lo encontrado han sido un tándem peligroso que ha
contribuido al expolio y destrucción de la riqueza arqueológica.
Moneda de los Austrias perteneciente al tesorillo hallado al construir la casa Sindical en la plaza de las Carretas(Albacete) |
En el año 1944 tuvo lugar un hallazgo fortuito en Barrax,
en el paraje conocido como Morra de los Árboles, mientras se llevaban a cabo
las obras en la carretera de Albacete a Munera, el expediente instruido por el
Gobierno Civil se conserva en el Archivo Histórico Provincial[15]. Con
el fin de ahorrar explosivos en la cantera se decidió practicar excavaciones en
la Morra, resultando que al efectuarlas fueron descubiertos unos objetos, que
tras el entusiasmo inicial, causaron una gran decepción en los obreros. El
alcalde de Barrax inspeccionó el terreno acompañado de las autoridades y
personalidades de la época: el jefe local del Movimiento, el cura, el maestro y
el secretario del ayuntamiento, inmediatamente dio cuenta de los hechos al
gobernador en estos términos:
…el hallazgo consistía
únicamente en un trozo de mineral o metal que más parece una aleación
defectuosa de cobre con estaño y bronce que los obreros rompieron en dos a
fuerza de golpes para conocer de qué se trataba, una vasija pequeña de barro
cocido que por encontrarla rara y fea también fue destruida, sin pensar que
acaso pudiera tener valor al pertenecer a la antigüedad, un asta de ciervo que
bien pudiera ser de reno, un esqueleto, quizá humano, en posición sentado, el
cual se redujo a polvo al removerlo; un trozo de hueso medio calcinado por el
fuego que podría ser parte de uno largo perteneciente a alguna extremidad
humana…estos huesos, el asta y los cascotes fueron recogidos por el ingeniero
de la obra y transportados a la capital.
los buscadores de tesoros y la
inquisición
Modus operandi
Desde el momento en que los
buscadores de tesoros se apoyan en la magia, la “gracia” la videncia, el
encantamiento, la adivinación o la rabdomancia pasan a ser objetivo de La
Inquisición, institución eclesiástica bajo control de la monarquía cuyo fin
primordial desde su creación fue la erradicación de la herejía y castigar los
delitos contra la fe. Bajo
este amplio paraguas cabían muchas culpas: hechicería popular, brujería,
homosexualidad, blasfemos, sospechosos de ritos judaizantes, herejes, lectores
de libros prohibidos…
El Tribunal del Santo Oficio
ejercía mediante un procedimiento judicial: acusación, investigación, interrogatorio
generalmente con tortura y condena, si procedía. Estos procesos se registraban
por escrito conservándose actualmente en los archivos eclesiásticos, a través
de ellos conocemos varios casos de encausados en la provincia de Albacete.
Grabado de la ciudad de Chinchilla. Juan Palomino (1778) publicado en el Atlante Español. |
Chinchilla, año 1583
Joan Ribas preceptor de gramática
testificó que Monsarrate, de profesión zapatero, andaba solícito en buscar
tesoros y le había dicho que tenía un documento con unas instrucciones[16]:
…que se había de matar un cabrón negro en día de
martes, hacia el oriente y se habían de decir ciertas palabras de las cuales le
dijo una que era baramana, y que
luego se habían de ver ciertas visiones, con las cuales se había de razonar, y
que ellas dirían donde estaba el tesoro. Y que no sabía si esto lo había puesto
por obra el dicho Monsarrate, más de que le dijo lo suso dicho estando solos y
le dijo también que el dicho documento lo había hecho traer de
Constantinopla.
Albacete, año 1738
Corría el año 1738 cuando el
Alférez José R. procedente del regimiento de Granada se hospedó por un tiempo
en casa de Pedro Carrasco, presbítero de Albacete. El trato recibido por el alférez
debió superar sus expectativas por lo que en agradecimiento de ello, mostró al
cura un libro escrito en árabe en el que según confesó venían descritos todos
los lugares en los que se hallaban tesoros ocultos. A continuación, arrancó una hoja al azar, que situaba uno de
estos tesoros en Jumilla y se la entregó a Pedro Carrasco[17](Blázquez.1984:181-185).
Este suceso pudo haber quedado
así, pero la casualidad hizo que meses después acertara a pasar por esta casa
un moro al que Pedro le mostró la hoja que le entregó el alférez y que aún
conservaba. El moro, aprovechándose de la ignorancia de Pedro Carrasco, le
aseguró que lo que verdaderamente describía la hoja era la existencia de un
tesoro oculto en su misma casa y que él lo podía sacar. La codicia del
presbítero hizo el resto y esa misma noche se presentó el moro en la casa y
comenzó a recitar oraciones en su lengua, después, mezclando diversos
ingredientes que originaron un intenso humo, le indicó a Pedro y a su hermano, el
boticario Gil Carrasco, que también se encontraba allí, que picaran sin
descanso en el suelo de la
estancia. Por su parte, el moro puso en un plato trapos
impregnados de aceite, quemándolos con el único candil que iluminaba la
estancia e introduciéndoselos en la boca, creando con ello una peculiar puesta
en escena; con algún pretexto el moro desapareció de la estancia mientras los
hermanos continuaron picando hasta la extenuación, cuando éstos se percataron
de su ausencia la casa estaba desvalijada y no había rastro del moro.
No debió quedar muy escarmentado el
presbítero cuando tiempo después, al pasar por allí otro moro con destino a
Cartagena, le volvió a enseñar la misma hoja. Tras leerla el moro le aseguró
que, efectivamente, en la casa se hallaba oculto un tesoro, ofreciéndose para
sacarlo a la luz; para ello, pidió unos ungüentos con los que fabricar tinta,
realizando con ésta unos círculos en la mano del hijo de Gil Carrasco quien
también se encontraba allí y que recelando el final de la historia, denunció el
caso a la Inquisición cuyo tribunal solamente les reprendió gravemente, sin
otras consecuencias.
Pedro Carrasco no cejó en su afán
de buscar tesoros y aparece de nuevo en otro proceso de la Inquisición cuando
contaba con 54 años de edad, lo que motiva a que la Inquisición practique un
registro en su casa donde se le incautan algunos instrumentos “extraños” al decir de los inquisidores y varios
libros de magia, entre los que se encontraba “La Clavícula de Salomón”.
En esta ocasión fue condenado a abjurar de vehementí[18],
siendo desterrado ocho años, los tres primeros recluido en el convento de San
Ginés de la Jara, privado de decir misa el primero de ellos, y confiscándole la
mitad de sus bienes.
Detalle del croquis de la villa de Albacete(1767) donde se observa la parroquia de San Juan, algunas ermitas y el Altozano. Museo de Albacete. |
Alcaraz, año 1653
En Alcaraz tuvo lugar otro episodio
relacionado con la búsqueda de tesoros protagonizado por un anciano ciego
llamado Miguel Meseguer[19](Blázquez, 1985).
El anciano se presentó ante la puerta de una vivienda y le confesó a la dueña
que en esa misma casa se hallaba oculto un gran tesoro de, al menos treinta mil
ducados, ofreciéndose a sacarlo por una tercera parte. Con el consentimiento de
la propietaria se puso manos a la obra dirigiéndose a una de las estancias y sacando
cuatro varas acabadas en horquilla le dijo a la dueña que tantos giros diesen
las varas, tantas medidas de profundidad correspondían al tesoro. La puesta en escena fue impecable,
mientras preparaba los artilugios el ciego recitó la siguiente oración:
…varicas criadas por Dios Padre, por Dios Hijo y por
Dios Espíritu Santo, por la gracia de Dios alcanzo me digáis y declaréis cuantas
varas de hondo está este tesoro.
A continuación, las varas rotaron
en sus manos ocho veces, las velas encendidas de cera de la cofradía de las
Ánimas –para mayor esoterismo- y la murmuración de extraños conjuros entre
dientes hicieron que la dueña de la casa se asustase tanto que terminó echando
al ciego. Lejos de servir de escarmiento, otro vecino que había soñado con un
tesoro escondido en su propia casa, requirió los servicios del ciego quien aprovechándose de su credulidad o de su
codicia, o de ambas cosas, le vendió a precio desorbitado unos papeles llenos
de fórmulas mágicas y unas velas para llevar a cabo el ritual, por supuesto
volvió a ser otro fraude.
Los engaños de este peculiar personaje
no terminaron aquí, sino que difundió públicamente que en un paraje de Alcaraz
llamado los Pizarros de Valdeinfierno, existía otro gran tesoro, desatando con
ello la fiebre colectiva por hallarlo y hacerse con su riqueza, la misma noche
de su noticia, los vecinos enfilaron en procesión hacia el lugar indicado y,
según los testimonios de los presentes, mientras éstos no paraban de cavar, el
ciego daba buena cuenta de los víveres que los vecinos habían llevado consigo.
Finalmente, fue detenido y condenado a doscientos azotes y reclusión perpetua.
Interpretación de Alcaraz en la Edad Media |
Madrigueras, año 1776
Un suceso similar aconteció en la
localidad de Madrigueras (Blázquez Miguel, 1985). Al parecer, a José Ibáñez[20]
que padecía una lesión de corazón se le apareció un joven moro, apuesto y de
pelo rojizo que dijo padecer un encantamiento. Dicho personaje le confió que
junto a la ermita de San Jorge en el cerro del mismo nombre, se hallaba oculto
un gran tesoro encantado como él. Para conseguirlo, solamente tenía que decir
de camino al cerro la palabra “Justa
Moyses” e invocar, “Leonit”, pues
éste era su nombre. Una vez hecho esto, se abriría en la tierra un gran agujero
que dejaría al descubierto una estancia en la que se hallaban tres o cuatro
tinajas repletas de oro y sobre una de ellas, un conejo al que debía meter un
sable por la boca (que previamente le había entregado el moro). Tras la muerte
del conejo el moro quedaría desencantado y José, en justa compensación,
disfrutaría del tesoro.
Casi todos los vecinos
conocedores de este hecho acompañaron a José hasta el cerro, siendo obligado
por la multitud a decir las palabras que le había confiado el moro, pues no le
veían muy decidido a ello; cuando por fin dijo con voz temblorosa: “Leonit” cayó desvanecido al suelo, sin que esto fuera
motivo de preocupación del resto de vecinos que exaltados comenzaron a excavar
sin ton ni son, dejando agujereado todo el cerro sin encontrar nada. Intervino
el Santo Oficio y después de examinar a José Ibáñez, determinó que era una
persona enferma y medio tonta, reprendiéndole levemente.
tesoros
de albacete en los museos
La encuesta
En 1929 Joaquín Sánchez Jiménez,
Presidente de la
Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos de
Albacete, elaboró una encuesta de doce preguntas en las que solicitaba a todos
los pueblos de la provincia su colaboración para obtener información sobre la
posible existencia en el lugar de monumentos o vestigios de tiempos pasados y
su situación. Las preguntas quinta y sexta de dicho cuestionario hacían
hincapié sobre si existían en el término “ pequeñas eminencias en el terreno de
las llamadas morras, en las que se diga que existen tesoros y si se ha
realizado alguna excavación y que se sacó de ella”
Fueron varios los municipios que
respondieron afirmativamente a estas preguntas que aludían directamente a
tesoros como podemos comprobar en las respuestas que enviaron las siguientes
poblaciones:
ALATOZ: “En el cerro llamado de
la Sopa dicen existe un tesoro de los moros”
MADRIGUERAS: “En el paraje
conocido por Cabeza de los Silos se dice existir”
PATERNA: “Sí, en el castillo
próximo al pueblo han hecho excavaciones sin encontrar el tesoro que dicen
existe, domas esta el castillo del Mencal que se dice de él iguales condiciones
que el anterior”
SOCOVOS: “Sí, hace unos quince
años se dice que se cazó un tesoro en un recipiente como orza”
YESTE: Este municipio respondió a
la pregunta: ¿Existen ruinas de edificaciones antiguas? ¿Qué se cuenta de
ellas? Respondió: “Sí, que en ellas hubo castillos de moros y que debe haber
tesoros”
A partir de la década siguiente y
a lo largo del siglo irán viendo la luz diversos tesoros, casi todos
monetarios, que permanecían ocultos y que fueron descubiertos de manera casual,
generalmente en la realización de labores agrícolas, ingresando la mayor parte
de las piezas en diversos museos donde se conservan, estudian, divulgan y
custodian.
Tesoro de Abengibre
Al parecer, durante el año 1934,
mientras se encontraba realizando sus faenas agrícolas, Sebastián Pérez López
descubrió a unos cuarenta cm. de profundidad veintidós platos de plata de
diferentes tamaños y formas, junto con unas madejas informes de cinta del mismo
metal. Los platos se encontraban en un hueco, separados entre sí por hierbas
aromáticas en un paraje conocido como rambla de la Graja, en el Vallejo de las
Viñas, a pocos kilómetros del pueblo de Abengibre.
El cura del pueblo, José
Matencio, fue la persona que pasaría a desempeñar un importante papel, sobre
todo a la hora de la venta del hallazgo, pues los descubridores le confiaron
desde el principio, como persona más culta, el total de las piezas, que una vez
en su poder dividió en tres lotes, más o menos homogéneos, uno de los cuales,
compuesto de nueve platos de distintos tamaños y formas, algunos con pequeños
dibujos grabados a buril de palmetas y alguna pequeña cabeza de guerrero y
otros incluyendo textos en alfabeto ibérico, fueron vendidos al Museo
Arqueológico Nacional. Del resto, otro lote, también de nueve platos terminó en
Valencia, en manos del anticuario Apolinar Sánchez, que pronto lo ofreció al
Estado, ingresando igualmente en el museo citado que de este modo consiguió 18
platos de esta vajilla y alguna madeja de cinta de plata. El resto pasó a manos
particulares.
Joaquín Sánchez Jiménez estuvo
desde el principio informado e interesado en el hallazgo de Abengibre para
engrosar los fondos del Museo de Albacete, llegó a ver el primer lote que le
fue mostrado por su descubridor, actuando de buena fe pidió a Sebastián Pérez
que pusiera precio al lote, sin hacerle ninguna oferta inicial temeroso de no
cumplir las expectativas que los descubridores se pudieran haber forjado;
finalmente y muy a su pesar no pudo
impedir la dispersión de la vajilla de plata y su salida de la provincia de Albacete(Sánchez
Jiménez y Pío Beltrán, 1962).
Tesoro de Abengibre (Albacete) Museo Arqueológico Nacional |
Tesorillo de Nerpio
A mediados de 1941mientras
Enrique Gil Romero aterraba una carbonera en un paraje del Cortijo del Espino,
en la pedanía de Cañadas (Nerpio), su hijo que le acompañaba ese día removiendo
la tierra descubrió seis monedas de plata, hecho que puso en conocimiento de su
progenitor quién continuó removiendo la tierra en busca de más monedas hasta
descubrir un total de 56 piezas (Sánchez Jiménez, 1943). Al hacerse público el
hecho, otros individuos del pueblo se acercaron al mismo lugar encontrando
otras cinco monedas.
El tesorillo completo, lo
componían 67 denarios de plata acuñados durante los siglos II y I AC. Y se pudo
rescatar debido a la rápida intervención de las autoridades locales, que fueron
puestas en antecedentes gracias a la labor de Sánchez Jiménez, ingresando de
este modo en el Museo de Albacete. El posible momento de esta ocultación debió
coincidir con la guerra civil desarrollada en Hispania entre las facciones de
Sertorio y Sila, en la que se movilizaron gran cantidad de tropas que
utilizaron las cercanías de Nerpio en sus traslados entre la Bética y Levante.
Denarios republicanos de plata, siglos II-I AC. Tesorillo hallado en el Barranco del Espino (Nerpio) Museo de Albacete |
Tesoro de Riópar
En Riópar, se descubrieron
casualmente en 1923 más de 350 grandes bronces imperiales romanos que
presentaban un apreciable estado de conservación y que, según la crónica, abarcaban
tipos desde Nerva a Marco Aurelio, aunque este extremo es difícil de precisar,
puesto que el hallazgo se dispersó rápidamente, vendiéndose la mayor parte en
Madrid, donde años después, la Comisión de Monumentos logró adquirir una
pequeña parte del mismo que se conserva en el Museo de Albacete (Sánchez
Jiménez, 1953).
Anverso y reverso de bronce imperial romano perteneciente al tesoro de Riópar (Albacete) Museo de Albacete. |
Tesoro de El Chisnar (Bonete)
En el bancal de Las Tinajas
situado en la finca de El Chisnar, apareció en 1944 un tesorillo de monedas de
plata que al parecer estaban contenidas en un recipiente cerámico,
correspondiendo su emisión a la Taifa de Valencia (1054-1057). Su hallazgo fue
debido como tantas otras veces a las labores agrícolas, y aunque en la
actualidad el Museo de Albacete, lugar donde se depositaron, conserva 47
piezas, el número del lote debió ser mayor puesto que se tienen noticias de que
el hecho de su aparición originó posteriores búsquedas con la consiguiente
dispersión. El lugar del hallazgo fue durante algún tiempo fronterizo entre
reinos por lo que no es extraña la ocultación.
Algunas de las monedas correspondientes al tesoro de El Chisnar (Bonete) Museo de Albacete |
Tesoro de Canalejuela
Sobre las circunstancias de este
hallazgo casual ocurrido durante 1947 en Canalejuela, caserío de Alcaraz, hay
muy pocas referencias, únicamente que fueron descubiertas en el transcurso de
la realización de labores agrícolas (Gamo Parras, 21/01/2012: La Tribuna de Albacete). El conjunto
formado inicialmente por 132 monedas califales de plata (dírhems) de las que se
pudieron recuperar 123 unidades, pasaron a engrosar los fondos del Museo de Albacete.
Estas monedas no contienen
imágenes y los escasos motivos decorativos son geométricos o florales. Los
textos, que incluyen la obligatoria profesión de fe, la ceca y año de emisión.
El nombre y títulos del Califa bajo cuyo
mandato se emiten, figuran escritos en letra cúfica, indicándonos con ello que
las emisiones de este tesorillo se realizaron entre los años 941 al 967 d.C.
siendo califas Abd al-Rahman III y su sucesor Al-Hakam II. También podemos
deducir sobre el lugar del hallazgo que éste estuvo ocupado o transitado en el
siglo X.
Parte del tesoro de Canalejuela (Alcaraz) Museo de Albacete |
El atesoramiento de Yeste
En 1960 durante una tala de pinos
en un lugar indeterminado de Yeste, tuvo lugar el hallazgo de 132 monedas de
plata correspondientes a los reinados de Felipe V y Luís I. El conjunto estaba formado
por reales, reales de a dos, de a cuatro
y de a ocho.
En esas fechas se encontraba por
la zona el Dr. García Guinea finalizando una de sus campañas de excavaciones en
el cercano poblado ibérico de El Macalón,
quién alertado del hallazgo, tuvo la oportunidad de verlo y de fotografiarlo
íntegramente, quedando de ésta manera constancia del mismo.
Muchos años después, el
investigador que dio a conocer la noticia publicó sobre el lugar del hallazgo
unos datos que le fueron facilitados a lo largo de una conversación mantenida
con el Dr. García Guinea, quien le mencionó
que aún conservaba una nota sobre este suceso en la que ponía textualmente: … hacia el llano Majano, lugar éste
cercano a Yeste pero despoblado(Vega, 1979). Además del contenido de esta nota,
el Sr. García Guinea también le mencionó que creía recordar que el
descubrimiento de este conjunto se produjo durante la demolición de un
edificio, dispersándose después rápidamente.
Lo cierto es que consultada la escasa
documentación que sobre este hallazgo conserva el Museo de Albacete, las
diligencias realizadas en ese momento en las que se interrogó al autor del
hallazgo ofrecen el siguiente resultado: el hallazgo se realizó el día 4 de
abril de 1960 con ocasión de una tala de pinos en el transcurso de la cual
quedaron al descubierto entre 25 y 30 monedas- expresa una cantidad bastante
menor de la realmente hallada-, declarando asimismo que su esposa las cambió a
unos vendedores ambulantes por varias piezas de tela y dinero en metálico.
El autor que dio a conocer este
atesoramiento opina que el origen del mismo fue debido a la paciente labor de
ahorro de su propietario, fechándose su ocultación alrededor del año 1730, año
en el que no se conoce ninguna inestabilidad social en esta zona.
Tesorillo de Madrigueras
En el transcurso de demolición de
una vieja casa situada en la
calle Horno , nº 16 de Madrigueras, su propietario D. Obdulio
Merino Paños halló en el año 1970 envueltas en un paño, sobre el ángulo
superior de una puerta, un lote de 43 monedas de oro pertenecientes a los reinados de Carlos III,
Carlos IV, Fernando VII e Isabel II, acuñadas entre 1775 y 1838(Santos Gallego,
1973-74:433-439). El motivo de esta ocultación
ha sido asociado a la inestabilidad provocada en la zona por la primera guerra
carlista que terminaría oficialmente con el abrazo de Vergara.
Tesorillo de Villamalea
En la Juncada, finca situada en
el término de Villamalea, tuvo lugar en 1972 un hallazgo casual cuando su
propietario Germán Pardo Carrasco descubrió junto al pie de un árbol y a unos 60 cm . de profundidad un
frasco que contenía 164 monedas de oro de los reinados de Carlos III, Carlos IV,
Fernando VII e Isabel II (Santos Gallego, 1973-74). La ocultación se relaciona con la expedición
carlista del caudillo Santes, de quien sabemos que el día 8 de enero de 1874
entró en Villamalea, partiendo el día siguiente hacia Madrigueras. La inestabilidad
política arrancó en 1868 cuando estalló la “septembrina” que puso fin al
reinado de Isabel II.
QUE DICE LA LEY
La regulación sobre los hallazgos
de tesoros se remonta en nuestra legislación al año 1128, la Colección de los
Antiguos Fueros y Hazañas de los Pueblos de Castilla hechos por Alfonso
VII ya establece en el Tratado II. Tít.
106: “Que los haberes hallados so tierra deban ir al Rey”. Como propiedad del
Rey que son, éste puede conceder la gracia de su disfrute a otros, así ocurre
por ejemplo en el Fuero de Alcaraz, en el que bajo una serie de medidas
excepcionales para lograr la repoblación como la exención de impuestos, la
propiedad de la tierra que uno pudiera cultivar y otras, el citado documento
legitima el hallazgo de tesoro como una forma de obtener la propiedad privada:
“todo el que encontrase un tesoro antiguo podía quedárselo y por él no debía
responder al rey ni a otro señor, salvo si lo encontrase en heredad ajena, en
ese caso debía darle la mitad a su dueño” (Sánchez Ferrer, 2008).
Alcaraz fue desde la Edad Media un lugar
propicio para conceder gracias no solo a los repobladores sino a la naciente
oligarquía local, ya en el año 1426, un personaje real, doña Elvira Sánchez
Villodre cuyo linaje entroncaba con la mismísima familia real, la de los
Manuel, mujer que fue del todopoderoso mosén Enrique Cribel, obtiene licencia
real para buscar, fundir y labrar cualquier metal noble que se encontrase en un
radio de cinco leguas (más de 20
km ) alrededor de
Alcaraz, salvo en los lugares y término en que ya se le había concedido la
misma licencia a don Gonzalo Díaz de Bustamante, descendiente de otro linaje
importante en Alcaraz, quien se destacó comandando a los soldados de Alcaraz
que victoriosamente participaron en la toma de la plaza de Huéscar en poder de
los moros hasta ese momento (Pretel Marín, 1978).
Si el tesoro se
encontraba en una villa perteneciente a un señorío, ante quien se debía rendir
cuentas era ante el señor. En el año 1386 uno de los vecinos de Albacete, llamado Juan de Illescas, oriundo
probablemente de la población con la que
se apellida, encontró un tesoro que mantuvo en secreto hasta que otro vecino lo
denunció y tuvo que pagar una parte al Marqués de Villena, señor de una vasta
comarca en la que se ubicaba Albacete, que lo empleó en las obras del castillo
de Garcimuñoz[21](Pretel, 2001).
En las Cortes de
Briviesca de 1387 se perfila y enmarca con más detalle el hallazgo de los
tesoros, así la norma explica:
que cualquiera que supiere u oyere decir que en el
lugar donde vive o en su término hay un tesoro o bienes u otra cosa que
pertenece al rey, lo comunique por escribano público a la justicia del lugar y
reciba si se demostrase cierto, tras pesquisa de la justicia, la quinta parte
por galardón, y la justicia lo comunique por carta sellada, so pena de su
oficio.
Sobre los
metales preciosos que se pudiesen encontrar en las minas se ordena lo siguiente:
que cualquier persona de nuestros reinos pueda tener y
cavar en sus tierras y heredades minerales de oro, plata, azogue u otros
metales o en otros cualquier lugares con licencia de su dueño y como se debe
repartir lo que hallare, una parte para el descubridor y dos para el Rey,
porque los reinos de España dicen que son de los más ricos en minas y porque de
esta forma, liberalizando las excavaciones dicen los juristas de la época que
se hicieron los reyes de Alemania con grandes fortunas.
Como vemos en la
antigüedad la legislación contempla sólo la propiedad del rey y la propiedad
privada, no será hasta finales del siglo XVIII cuando comience a vislumbrarse
el concepto de Patrimonio como bien común a proteger.
La regulación de
los hallazgos de interés histórico-artístico se remonta a unas Resoluciones y
Cédulas del Consejo de Carlos IV de fechas, respectivamente, 24 de marzo de
1802 y 6 de julio de 1803, que quedaron recogidas en La Novísima Recopilación
de 1805 relativas a los hallazgos en territorio público o de realengo (Moreu,
2002: 85-120). Es la primera vez que el Estado defiende el “bien común” con
criterios jurídico-cohercitivos para proteger un patrimonio mueble que desaparece,
que se exporta ilegalmente y ante el cual no pueden hacer frente las
instituciones destinadas a ello.
Letra capital historiada que representa a los RR.CC. en un incunable que recoge disposiciones legales del año 1484. A.H.P. de Albacete, planero 1. |
Desde mitad del
s. XVIII se había ido consolidando un incipiente sistema de protección tanto de
bienes muebles como inmuebles. No es ajeno a este movimiento el espíritu
ilustrado con la implantación de las Academias: Real Academia de San Fernando,
Real Academia de la Historia y Real Academia de la Bellas Artes , todas
con funciones de tutela. Otro factor fue la revalorización del placer de
descubrir y analizar la historia y los vestigios del pasado, la proliferación
de los viajeros y eruditos que recorren nuestro país, el descubrimiento de
Pompeya y Herculano…pero sobre todo son las causas históricas y sociales las
que ayudaron a esta transformación. La llegada de los Borbones plantea la
exportación de la política cultural que se estaba llevando a cabo en Italia y
que contaba con más de dos siglos de experiencia, a lo que hay que añadir el
marcado carácter academicista, influencia directa francesa (Quirosa, 2005:
5-45).
Instrucción sobre el modo de recoger y conservar los
monumentos antiguos, que se descubran en el Reino, baxo la inspección de la Real Academia de la
Historia” se establece qué son estos “monumentos antiguos” entre ellos figuran
las monedas de cualquier clase, camafeos, collares, coronas, sellos, anillos,
etc.
Es decir todo lo que tradicionalmente conforma
un tesoro. Se declara dueño de tales piezas al titular de la propiedad o
heredad donde se descubran. Pero si se hallaren en territorio público o de
realengo (del Rey) los descubridores cuidarán de recogerlos y llevarlos ante la
autoridad o justicia para que los guarden. Se obliga a los que tengan
conocimientos de los tesoros a que den parte a la Real Academia de la
Historia a fin de que tome el correspondiente conocimiento y determine su
adquisición por medio de compra, gratificación o según conviniese con el dueño.
Así llegamos
hasta el actual Código Civil en el que las reglas de atribución son las
siguientes:
El tesoro pertenece, en principio,
al dueño del terreno en que hubiese sido hallado, conforme al artículo 351.1.
No obstante, si quien descubre o halla el tesoro lo hace por casualidad y es
persona diferente al dueño del terreno, «la mitad se aplicará al descubridor»
(art. 351.2). El ejemplo paradigmático es el del albañil que con ocasión de la
demolición de edificios realiza el descubrimiento, en tal caso, la
jurisprudencia atribuye al propio albañil y no al contratista el que debe ser
considerado como descubridor.
Pero aquí entroncamos o chocamos
con los intereses generales y nos debemos remitir a la legislación sobre
patrimonio. El Código se preocupaba de recalcar en el párrafo tercero del
artículo 351 que «Si los efectos descubiertos fueren interesantes para las
Ciencias o las Artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo precio, que se
distribuirá en conformidad a lo declarado». Esto es, se habilitaba legalmente
al Estado para expropiar los tesoros ocultos que fueran interesantes desde el
punto de vista científico o artístico.
Respecto al premio otorgado al
descubridor y/o propietario del terreno dispone la Ley que ambos tienen derecho
a la mitad del valor que en tasación legal se le atribuya, que se distribuirá
entre ellos por partes iguales. Si fuesen dos o más los descubridores o
propietarios se mantendrá igual proporción. El descubridor está obligado a
comunicar el descubrimiento a la Administración competente, caso de no hacerlo,
perderá el derecho al premio anteriormente reseñado.
Toda excavación o prospección arqueológica
deberá ser expresamente autorizada por la Administración competente, la
autorización para realizar excavaciones o prospecciones arqueológicas obliga a
los beneficiarios a entregar los objetos obtenidos, debidamente inventariados, catalogados
y acompañados de una memoria, al museo o centro que la administración competente
determine y en el plazo que se fije. Serán
ilícitas y sus responsables serán sancionados conforme a lo dispuesto en la presente Ley , las
excavaciones o prospecciones arqueológicas realizadas sin la autorización
correspondiente, o las que se hubieren llevado a cabo con incumplimiento de los
términos en que fueron autorizadas, así como las obras de remoción de tierra,
de demolición o cualesquiera otras realizadas con posterioridad en el lugar donde
se haya producido un hallazgo casual de objetos arqueológicos que no hubiera sido
comunicado inmediatamente a la Administración competente.
En
Castilla La Mancha la ley 4/2013, de 16 de mayo, de
patrimonio cultural se pronuncia en la misma línea, ampliando un
artículo que regula el uso de los detectores
de metales para los que preceptúa también la obligatoria autorización de
la Consejería competente en materia de patrimonio cultural. La utilización ilegal
de detectores se considera infracción grave o muy grave y aparte de decomiso de
los mismos se pena con multas que pueden alcanzar 1.000.000 de euros.
CONCLUSIÓN
El oro es el metal noble por excelencia, su posesión implica riqueza y
poder, su inalterabilidad a lo largo del
tiempo, del que es magnífico exponente su brillo, traslucen todo un cúmulo de
símbolos, este brillo del que hablamos y su color se identifican con el Sol,
astro reverenciado en todas las culturas desde los babilonios, egipcios hasta
hoy en día. En nuestra sociedad capitalista, el oro es una forma más de
inversión bursátil. Su escasez a nivel mundial lo convierte en un bien aún más
deseado Es, además, paradigma de perfección y por ello representa lo sagrado y
lo divino. En China se creía que el oro producía la inmortalidad –una
de las bases del taoísmo–, y para conseguirla se comía y bebía en vajillas de
oro, en las que se creía se alcanzaría la vida eterna. En heráldica representa poder económico
y es símbolo de vanidad.
La alquimia, disciplina
protocientífica relacionada con muchas ciencias, practicada desde la antigua Mesopotamia ,
contaba entre sus objetivos con la transformación de metales corrientes como el
plomo en oro, o la búsqueda de la piedra filosofal con la que se podría lograr
la habilidad de transmutar oro o la vida eterna.
Las regiones más auríferas en España
fueron Asturias y Galicia, sin embargo la cantidad de oro en Europa era escasa,
tras el descubrimiento de América llegaron a España y al viejo continente
ingentes cantidades de metales preciosos extraídos de las minas de Perú,
Colombia, Brasil y Méjico, aunque algunos buques cargados con ellos sucumbieron
en tormentas marinas, otros desaparecieron en batallas navales, y otros fueron robados
por los piratas, conformando a día de hoy una geografía latente sobre tesoros
escondidos, que de alguna forma también debía conocerse en aquel Siglo de Oro
para nuestras letras y arte pero de indudable pobreza para la gente de a pie
que no disfrutó las fabulosas fortunas que llegaban a España pues se gastaban en
interminables guerras de religión y en una Administración lastrada por la
ineficacia y las bancarrotas, sociedad que engendró toda una clase de pillos,
embaucadores, pobres y mendigos que no tenían otra opción que sortear el día a
día ideando como sobrevivir.
Un documento del año 1523 que se
conserva en el Archivo Histórico Provincial nos ilustra como el oro de América
no sólo se “evaporó” sino que cargó con más impuestos a las clases pobres, como
decimos, ese año se recibe en el Ayuntamiento de Albacete una Real Provisión de
Carlos I en la que expone como la Real Hacienda se encuentra en bancarrota por
las muchas deudas acumuladas–casi todas por las guerras– para remediarlo y para
conseguir que el aparato del Estado siga funcionando, La Corona ha comprado el
cargamento de cinco naves llenas de oro y perlas traídas del nuevo continente a
ciertos comerciantes, para pagarles a éstos se debe hacer un repartimiento en
las villas y lugares del reino, medida que afecta, como es lógico, también a
Albacete.
No es por tanto raro que la
dureza cotidiana se consolara con el sueño del tesoro y del golpe de suerte que
sacara de la miseria a tantos hombres y mujeres de épocas no muy lejanas. No es
extraño, por tanto, que la ilusión de su posesión formara parte del ideario
colectivo y que las noticias de hallazgos de tesoros se difundieran como
reguero de pólvora, se exageraran, distorsionaran y se estereotiparan pasando a
formar parte de las leyendas propias de cada pueblo.
Autores:
Elvira Valero de la Rosa y Pedro José Jaén Sánchez
Elvira Valero de la Rosa y Pedro José Jaén Sánchez
Publicado en ZAHORA (Revista de Tradiciones Populares) Nº 58
Referencias bibliográficas
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El enigma de los tesoros malditos, Historia enigmas, Barcelona.
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Júcar (Provincia de Albacete), Ediciones QVE, Albacete.
b)
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d) Prensa:
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GAMO PARRAS,
Blanca (2012): “¿Sabes quién soy? Denarios romanos” La Tribuna de Albacete, 30-Junio-2012, pp.17
OCTAVI Martí
(2007) “Tesoros del tiempo de la peste” El
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e) Documento en formato
electrónico:
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tesoro, leyenda escrita por Federico Ortega, extraída y resumida del blog de
Tomás Martínez en <http://www.bienservida.eu/leyendas.html> [consulta
realizada el 12/febrero/2013]
MOREU
VALLONGA, José (2002): “La protección del patrimonio arqueológico terrestre en
la ley estatal de 1985” en Actas de los duodécimos Encuentros del Foro
de Derecho Aragonés, Zaragoza. http://www.derechoaragones.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=608011
[consulta realizada el 05/Abril/2013]
[1] Real
Decreto de 24 de julio de 1889, texto de la edición del Código Civil mandada
publicar en cumplimento de la Ley de 26 de mayo último (Vigente hasta el 22 de
Julio de 2014).
[2]Tomado de Rosa María
Montero
[3] El
autor se hace eco de una leyenda que fue publicada en La Voz de Hellín el
05/10/1957 firmada por Matías.
[4]
Alquimista, médico y astrólogo suizo. A pesar de su concepción moderna de la
medicina y de sus avances en este campo, ganó fama de mago porque se creía que
había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos
alquimistas. Estudió mineralogía que aplicó a la curación de enfermedades y en
alquimia se le atribuye la idea de que los cuatro elementos (tierra, fuego,
aire y agua) pertenecían a criaturas fantásticas que existían antes del mundo.
[5] En
todo lo relativo al libro “la Clavícula de Salomón”, seguimos la obra de Samuel
Lidell Mc Gregor Mathers: La
Clave Mayor del Rey Salomón. Londres 1888 (basada en siete
códices que se conservan en el Museo Británico). Traducida al castellano por
Frater Alastor. 2003.
[6] Recogida por Antonio Matea
[7] AHP AB, Clero, caja 4614,
expediente 11.
[8] Rufina Alarcón Ruiz,
natural de El Ballestero, abuela materna de Elvira Valero de la Rosa.
[9] Recogida por A. Matea
[10] En
la versión publicada en Museo: Revista
Cultural de la
Asociación Museo de Liétor, el color de la cabra es
negro. Publicación nº 35. mes diciembre-72. año 1998. p. 6
[11]
Anticlericalismo creyente como lo denomina Julio Caro Baroja, que se
caracteriza por sus críticas a vicios y abusos concretos del clero o a su
excesivo número y poder, pero que no cuestiona el papel dominante de la Iglesia
en la sociedad ni su influencia en el Estado,
típico de las clases populares en el siglo XIX época en la que el
anticlericalismo creyente y no creyente
llegó a su apogeo.
[12] Contada por Rufina
Alarcón Ruiz, natural de El Ballestero.
[13] AGS Registro General del
Sello, V-1478,85
[14] AHN.
Consejos. 25435. Exp.5.
[15] AHP
AB Caja 29.510
[16] AHN. Inquisición. Legajo 2022, nº 12. Murcia. Relación
de Causas 1583. Chinchilla.
[17] AHN
.Inquisición. Leg. 3731/94-Leg. 2866 (4-12-1754 y 16-12-1755).
[18] Abjuración
de vehementi: Este tipo de abjuración era impuesto cuando existían sospechas de
herejía sin haberse llegado a probar totalmente las mismas. Lo habitual era que
el penitenciado compareciera en el Auto de Fe con sambenito de media aspa,
llevándolo durante un tiempo, multa, encarcelamiento y perdida de la mitad de
sus bienes, incluso con destierro y azotes.
[19]
AHN. Inquisición 2022/51
[20]
Archivo Diocesano de Cuenca. 6207491
[21] El hallazgo se trata en
cuentas posteriores que rinde el tesorero del marqués. El documento se
encuentra en el Archivo del Reino de Valencia, Maestre Racional, 9602, fol.
42-43.
Hola Pedro, me ha gustado mucho tú blog.
ResponderEliminarYo tengo otro sobre Albacete. La historía, sus acontecimientos y las anecdotas que casi nadie conoce me resultan muy interesantes. Si te apetece conocerlo la dirección es: http://losconfinesocultosdelahistoria.blogspot.com.es/
Un saludo
Hola Mari Llanos, gracias por tu saludo y tu comentario. Me he paseado por tu blog y te animo a seguir. Deberían existir más blogs de este tipo sobre nuestra provincia... espero que con el tiempo esto se solucione. A partir de ahora seguiré tus pasos.
Eliminarsi bien mis blogs son de cuentos y de (malos) poemas, me interesan muchísimo los sitios donde abundan los fósiles, quizá fomentado este interés por haber vivido 10 años en la patagonia sur donde al caminar por el desierto, encuentras huesos, huevos y cropolitos de dinosaurios, ammonites, restos de bosques petrificados, animales petrificados y cosas así a cada paso, todo con edades que van de 60 a 120 millones de años. Pero también me gustó mucho lo que escribiste sobre tesoros y leyendas de tesoros. Un saludo desde buenos aires.
ResponderEliminarah, olvidaba decirte que si te interesa el tema, mi correo es jorgedelcamino@gmail.com. saludos
ResponderEliminarah, olvidaba decirte que si te interesa el tema, mi correo es jorgedelcamino@gmail.com. saludos
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