Antecedentes.
Toda pintura
necesita un marco. Y un marco sin pintura se rellena generalmente con un
espejo; así ha sucedido durante mucho tiempo en numerosos hogares españoles y esa
sensación es la que percibimos en el hall de entrada a la Diputación Provincial
de Albacete cuando observamos un gran marco dorado conteniendo actualmente un
espejo, pero que en su día alojaría un gran lienzo. El marco en sí tiene unas
características muy peculiares debido a varias circunstancias: sus grandes
dimensiones poco comunes; su apariencia robusta y de buena ejecución, y el
hecho de estar rematado en su parte superior por una corona, acompañada de guirlandas
con motivos vegetales, indicándonos que este marco con su desconocido lienzo
debió de ser un encargo institucional.
Figura 1. Marco dorado con espejo.
Figura
2. Parte superior del mismo marco (detalle)
Procedencia.
Al parecer, no
hay ninguna noticia documental en el archivo de la institución sobre su
procedencia, ni sobre su posible encargo, siendo recuperado por un trabajador
de una de las dependencias de la
institución en las que se encontraba, aunque noticias orales nos
refieren que contenía un lienzo del rey Alfonso XIII, ignorándose cualquier
otra referencia sobre este particular. Tampoco hay constancia de si el marco en
cuestión se pudo realizar en la ciudad de Albacete, pues no existe, como hemos
dicho, ningún dato al respecto, solamente sabemos, también por fuentes orales,
que fue “recuperado” por un funcionario de la institución, ya sin lienzo, de
las dependencias que en su día albergó la Casa de la Cultura, situadas en el
edificio correspondiente a la primera ampliación del palacio provincial, en la
calle Isaac Peral, donde coexistieron en
el mismo edificio con el museo provincial y la Biblioteca Pública, pasando el
mencionado marco también por el Instituto de Estudios Albacetenses donde estuvo
depositado. Al regresar del IEA a la Diputación fue cuando se le añadió un
espejo de sus mismas dimensiones, figurando desde entonces en la entrada de la
institución, todo ello relatado por un trabajador de la institución. Por
nuestra parte, trataremos de arrojar algo de luz sobre el particular.
Descripción del objeto de estudio.
Se trata de un
marco de grandes dimensiones como hemos dicho (1,44 m. de ancho por 2,06 m. de
alto), timbrado con corona de marqués. Actualmente la heráldica es clara con
respecto al uso de las coronas, pero no siempre fue así. Cada título de la
nobleza requiere su corona, sin que se pueda usurpar con otra que no le
pertenezca. En la cúspide de esta jerarquía civil se situaría la corona real.
Formalmente, la de marqués está diseñada sobre un círculo de oro y pedrería
decorado con cuatro florones foliados y cuatro formando una pirámide de tres
perlas cada uno. Florones y ramos están situados sobre puntas elaboradas con el
mismo metal que la base, realizado con cuatro puntas cortas sobre la que están
montados un florón en cada una de esas puntas, de tal manera que tres de ellas
están vistas (una de ellas en el centro y otras dos mitades en cada uno de los
extremos). Entre los florones se encuentran cuatro grupos que sostienen tres
perlas cada uno, estando a la vista solamente dos de ellos (Vaquerizo, 2000:93).
Figura
3. Corona de Marqués. (dibujoheraldico.com)
Figura 4.- Corona real abierta (dibujoheraldico.com)
Sobre
este particular, nos hemos hecho la siguiente pregunta: ¿Porqué un marco con
corona de marqués en su parte superior albergó un lienzo del rey Alfonso XIII? En
principio, esto parece algo contradictorio, sobre todo en un marco realizado a
finales del siglo XIX o principios del XX, aunque no era así en otros tiempos,
pues revisando la iconografía hemos observado que era posible, incluso
corriente, ya que a lo largo de la historia hay muchísimas representaciones de
reyes coronados en los que, aparentemente, a la corona que portan le faltan
algunos elementos distintivos de su rango, quizás por la facilidad que suponía para
una rápida ejecución, teniendo éstas la apariencia de la corona de marqués,
pues su elaboración resultaba mucho más rápida y sencilla, reforzando esta
hipótesis el hecho de que hasta época reciente no existía ninguna norma o regla
de obligado cumplimiento para este tipo de representaciones, donde los
elementos esenciales que diferenciaban una corona de otra, sobre todo en las
reales, no se ajustaban a la situación, como podemos observar en numerosas
manifestaciones reales que a lo largo de la historia se han realizado sobre
monedas, esculturas, pinturas ...., ¿podría tratarse de desconocimiento? ¿de
rentabilidad en la ejecución?
Figura 5.- Reyes Católicos
Figura 6.- Federico II
Figura
7.- El rey Sancho IV
Figura
8.- El rey Alfonso X y su esposa Violante.
Figura 9.- Alfonso X (Libro de los juegos)
Figura 10.- La reina Beatriz de
Suabia orando
La imagen institucional en la Diputación
Sobre esta posible “vinculación”
de la institución provincial con realizaciones pictóricas del rey Alfonso XIII,
solamente tenemos constancia documental de lo que viene reflejado en alguna de
las actas de sus plenos. Así, en 1901 se celebra una sesión plenaria
(22-10-1901), en la que además de crearse una plaza de “pensionado de pintura”
destinada a pintores de la provincia de Albacete, y dotada con 2.000 pesetas
anuales, permitiendo al pintor seleccionado poder ampliar estudios en el
extranjero (preferiblemente en Paris o Roma, como reflejaban las bases); en esa
misma sesión también se consignó la cantidad de 1.000 pesetas con destino a la
adquisición de “retratos” del rey Alfonso XIII, mencionando en la misma: “...toda
vez que en el mes de mayo cumple la mayor edad...”, se refería al próximo
cumpleaños del rey en el cercano mes de mayo de 1902, en el que cumpliría los
16 años. Unos meses después (sesión de 26-2-1902), fueron leídas las instancias
de los pintores provinciales aspirantes a la mencionada pensión, compitiendo
por la misma solamente tres: Solero José Joaquín Cuerda Losa, Ángel
Tébar Orozco y Adelardo Rebollo, pues un cuarto pintor que también presentó su
instancia, nos referimos al pintor
Jesualdo Navajas (Alpera), no fue tenida en cuenta por la institución al
ser presentada fuera de plazo. La
plaza de pensionado se le concedió a Adelardo Rebollo, pintor natural de Hellín (sesión
20-3-1902), a quien debido a sus excelentes cualidades se le encargó la
realización de los mencionados retratos de Alfonso XIII, de los que la
Diputación conserva uno en el salón de plenos, pintado en 1902, y cuyo marco no
tiene nada de excepcional. Adelardo Rebollo había dado muestras de sus
grandes dotes pictóricas con anterioridad, pues donó a la Diputación un
magnífico retrato al óleo del Teniente General D. Federico Ochando Chumillas,
nacido en Fuentealbilla, cuyo paradero es desconocido actualmente (sesión 31-8-1901),
y otro cuadro titulado “el mendigo”
(sesión 30-10-1903), conservado en la mencionada institución.
Figura 11.- Acta
del pleno de la Diputación provincial (sesión 22-10-1901) (fragmento)
Figura
12.- Adelardo Rebollo (fotografía facilitada por Antonio Moreno)
Figura 13.- El rey Alfonso XIII pintado por
Adelardo Rebollo en 1902
Otro pintor, Adolfo
Sánchez Megías, natural de Almansa (Albacete), uno de los grandes artistas de
la provincia, también fue pensionado a finales del siglo XIX por la diputación
provincial debido a sus grandes aptitudes y notas sobresalientes, para
continuar sus estudios de pintura que realizó primeramente en Valencia,
continuándolos después en Madrid, llegando a pedir a la diputación provincial
la continuidad de la pensión concedida para proseguir estos estudios en Roma,
ciudad a la que no llegaría a viajar por otros motivos personales. Lo cierto es
que en agradecimiento a la corporación provincial le ofreció en 1885 un cuadro
titulado: escena ascética que se
conserva en la mencionada institución, dedicándole otro (1886) titulado: Después de la batalla de Almansa, cuyo
paradero actual se desconoce.
Figura 14. Figura ascética ( A. Sánchez Megías)
Figura 15.- Acta del pleno de la diputación que
recoge el encargo de un cuadro de SM el rey, reflejando el dinero pagado
(Sesión 16-4-1885).
Un dato
recogido en una de las actas de los plenos de la Diputación (Sesión 16-4-1885)
nos parece de suma importancia y añade otra incógnita difícil de resolver, pues
refleja el pago de 267,21 pesetas invertidas por este pintor en la confección
de un cuadro de SM. el rey Alfonso XII que la institución le encargó, pagándole
además 125 pesetas por la confección del mismo, como viene reflejado en el acta
mencionada. El dato en sí resulta curioso y debemos entender esta generosa
cantidad como la empleada en la compra de lienzo, pinturas y marco, cuyos justificantes
debió presentar, aunque no los hemos visto. En referencia a la elevada cantidad
de dinero para la confección de este cuadro, hemos de señalar a título informativo
como en los presupuestos de ese año se refleja como sueldo anual del delineante
del arquitecto provincial la cantidad de 990 pesetas. La institución le paga
además 125 pesetas aparte por la confección de este cuadro. Este puede ser el
motivo de la llegada de este grandioso marco a la ciudad, pues recordemos que
en esos momentos el pintor se encontraba en Madrid. Todo esto forma parte de
una hipótesis sustentada por la interpretación de estos escasos documentos. El
lienzo del rey sería destruido con la llegada de la II República, respetando el
marco que ha llegado hasta nosotros, como veremos más adelante.
Sin embargo,
estamos hablando de Alfonso XII, y otra de las piezas de este complicado puzle
que al parecer desmiente esta hipótesis la encontramos en un documento remitido
al archivo de la Delegación de Hacienda de Albacete en 17 de abril de 1931 por
el propio delegado de Hacienda que en esos momentos era Eugenio Sellés,
(acababa de proclamarse la II República), en el que textualmente indica: “ Sírvase Vd. admitir en ese Archivo de
su cargo la adjunta bandera y ocho retratos del último Rey que figuraban en las
distintas dependencias y que deben ser custodiados por pertenecer al Estado...”
Según este
documento, los retratos que fueron custodiados en Hacienda eran todos del
último rey, es decir, Alfonso XIII, lo que desmontaría la hipótesis sustentada
en el encargo de la Diputación a Adolfo Sánchez Megías, a no ser que se tratara
de un error humano al pensar que todos los cuadros a custodiar correspondían al
último rey.
Proclamación de la II República en Albacete.
En una
provincia agraria como Albacete, aún a pesar del gran triunfo monárquico
durante las elecciones municipales del 12 de abril de 1931 en gran parte de los
pueblos de la provincia, donde los caciques dominantes no dejaron de realizar
su labor, ocurrió que finalmente triunfó la república. Simplificando mucho los
contendientes en estas elecciones entre monárquicos y republicanos, ambos bandos
se esforzaron por contrarrestar al oponente, tratando de ganar las elecciones,
aunque también influyó en el resultado final la aplicación de la ley electoral
de 1907 por la que se regían estas elecciones. En cualquier caso, todos los
investigadores coinciden en que supusieron el detonante preciso para
desencadenar movilizaciones que aglutinaron el descontento que existía en
numerosos sectores y que ocasionaron el final del reinado de Alfonso XII, ya
que estas movilizaciones se realizaron al constatar que ni el ejército ni la
Guardia Civil se enfrentarían a los manifestantes en defensa del Rey (Requena,
1991). Así, el 14 de abril a las 16,30 horas se proclamó en Albacete la II
República, siendo alguno de sus protagonistas Arturo Cortés y Nicolás Belmonte
que se presentaron en el Gobierno Civil solicitando la entrega del mando.
Este hecho
supuso el cambio de los símbolos del anterior régimen; por ello fueron
retirados para su custodia este tipo de elementos como refleja el escrito
conservado en el Archivo Histórico Provincial de Albacete al que hemos hecho
referencia anteriormente, en el que Eugenio Sellés, delegado de Hacienda que en
esos momentos estaba situada en el edificio que fue Convento de Justinianas
situado en la calle San Agustín nº 29, se dirige a Francisco Navas del Valle,
funcionario del Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos,
que ocupaba el puesto de archivero de Hacienda, para que custodiara una bandera
y ocho retratos del rey depuesto.
Figura 16.- Documento dirigido al archivero de
la delegación de Hacienda pidiéndole que custodie una bandera y ocho retratos
del rey que eran propiedad del Estado (AHPAB-Correspondencia, Expediente
34334).
Al parecer, y
debido a la rapidez e imprevisión de la proclamación de la II República, en los
primeros momentos se colocó una bandera tricolor en el balcón del ayuntamiento
que no tenía la calidad de las que ondearon anteriormente, debido sobre todo a
la precipitación del momento. La opinión general de la gente de la calle
criticando este hecho dio pié al redactor Luis Gómez Cámara para publicar un
artículo en El Defensor de Albacete
donde opinaba que fueran de la calidad que fueran estas primeras banderas, las
mismas deberían conservarse, pues pronto se sustituirían por otras mejores. Algo
similar es lo que hizo el delegado de Hacienda al ordenar al archivero de esa
institución la conservación de una bandera y ocho retratos del último rey,
símbolos del anterior régimen político.
Figura
17.- Escrito publicado en El Defensor de Albacete en 1931.
En el Albacete
de ese momento se respiraba sobre todo libertad, y los nombramientos de
funcionarios afines al gobierno de esos momentos se continuaron realizando en
numerosos lugares, sin que la ciudad de Albacete fuera una excepción, ya que el
gobierno nombró a José Cánovas Torregrosa (el 8-9-1932), como nuevo delegado de
Hacienda de Albacete, procedente de la ciudad de Alicante donde venía desempeñando
el cargo de interventor, publicándose su nombramiento como era costumbre en la
Gaceta de Madrid (10-9-1932), y difundiéndolo la prensa albacetense.
Figura 18.- Gaceta de Madrid nº 1824
(10-9-1932).
Figura 19.- Defensor de
Albacete nº 9301 (10-9-1932)
Este nuevo
delegado en su primera visita al archivo de Hacienda, enterándose que por
órdenes del anterior delegado allí se custodiaban la bandera y los ocho
retratos mencionados anteriormente, envió un escrito al archivero de Hacienda
en el que le ordenaba que destruyera la bandera y los cuadros mencionados,
excepto los marcos porque: “... tienen un relativo valor artístico...”. En ese escrito también menciona que: “... debieron ser destruidos...”,
dándole un plazo de 24 horas para que arrancase los lienzos de sus marcos y los
quemara en el patio de la delegación, avisándole del momento de realizar este
hecho para contemplar su destrucción en compañía de otros jefes, “... levantando el acta oportuna...”. Esta actitud dejaba mucho que
desear, porque estos elementos estaban fuera de circulación y custodiados donde
debían estar. Sin embargo, todo se realizó como lo ordenó el delegado en el
patio de la delegación y se levantó de todo ello un acta por parte del
mencionado archivero que también se conserva en el Archivo Histórico Provincial
de Albacete. Este documento dice:
“En cumplimiento de lo ordenado en su atento oficio fecha de hoy, en el
que se onra (sic) ordenar que en plazo de 24 horas, sean destruidos los
retratos del último Rey y la antigua bandera de España, los cuales aguardan en
esta Administración en virtud de lo dispuesto por el Sr. Delegado, su
antecesor, en oficio de 17 de Abril del año anterior, he de manifestar a V.I.
que los retratos han sido quitados de los marcos que ocupaban y a las 12 del
día de mañana se procederá a su quema, juntamente con la dicha bandera, en el
patio de esta Delegación.
Albacete, 17 Noviembre de 1932” (AHPAB-Correspondencia,
Expediente 34334).
Figura 20.- Documento por el que el delegado
de Hacienda ordena al archivero de la delegación la destrucción de los símbolos
custodiados (AHPAB-Correspondencia, Expediente 34334).
Figura 21.- Contestación del archivero de la
delegación de Hacienda a la orden del Delegado José Cánovas Torregrosa (AHPAB-
Correspondencia, Expediente 34334).
EL VALOR DE
LOS SÍMBOLOS
El retrato pictórico tiene un
contenido simbólico, es decir, no real, sobre todo si los representados son
personajes como príncipes o reyes y son retratos oficiales o cortesanos
realizados exclusivamente para alcanzar una proyección simbólica de la
autoridad...” como recoge el manual universitario de la UOC sobre Iconografía
del poder.
El poder queda reflejado así por
diferentes símbolos, desde la arquitectura de palacios, castillos, torres, etc.,
que representaban el poder del señor, hasta las banderas, uniformes, cetro,
trono, corona..., junto a emblemas que se han venido representando en diversas
realizaciones artísticas. A todos estos símbolos de poder se les atribuía un
pasado legendario. La corona quizás sea como símbolo de poder, el más conocido
de todos, hasta el punto de designar bajo su nombre al conjunto de la
institución, como apunta Brisset, constituyendo la monarquía la expresión
visible de un poder sacro (García Pelayo, 1981:66). En consonancia con esto,
Javier Alvarado argumenta que el rey ha de estar presente en todos los
rincones, utilizando para ello todos los medios a su alcance: monedas,
billetes, sellos, cuadros oficiales....
El hecho en sí es que con la
proclamación de la II República en Albacete, todos los lienzos que se
custodiaban en el archivo de la delegación de hacienda de Albacete fueron
quemados, quedando reflejando en el acta que se trataba de representaciones reales.
Con posterioridad a estos
hechos, la conservación de obras de arte, fueran del signo que fueran, se
convirtió en un objetivo para muchas personas, aunque tuvieran que sortear numerosos
obstáculos para lograr estos fines, como ocurrió en la cercana Guerra Civil
donde se dictaron órdenes al respecto por ambos bandos, sin embargo, también se
sucedieron en ambos bandos actuaciones que supusieron la destrucción de
numeroso patrimonio artístico. Así, en el Diario de la República (2-8-1936), se
publicó un Decreto de 23-7-1936, por el que se creaba la Junta encargada de la
conservación de las obras de arte que se hallaban en los Palacios que habían
sido ocupados, quedando fuera de este decreto los bienes de valor que
albergaran conventos, iglesias y otros edificios, lo que motivó que a
continuación se volviera a decretar el aumento de los vocales que se dedicaban
a estos menesteres, ahora ya con autoridad para incautarse y conservar en
nombre del Estado todo tipo de obras muebles e inmuebles de interés histórico,
artístico o bibliográfico que a su juicio pudieran ofrecer peligro de
destrucción, pérdida o deterioro (estos cargos eran gratuitos). Un año después,
tras una reordenación de estas juntas (5-4-1937), que se publicó en la Gaceta
de Madrid nº 109, se crearon por orden ministerial juntas propias en todas las
capitales de provincia, entre ellas Albacete, ya que anteriormente las
competencias estaban divididas y por lo tanto su efectividad dejaba mucho que desear
en determinados casos. De este modo, comenzó su andadura la Junta delegada del
Tesoro Artístico de Albacete (12-5-1937) que fue presidida por Antonio Urtado
Pobo, delegado provincial de Cultura, y compuesta por los vocales Joaquín
Sánchez Jiménez, Julio Carrilero Prat y Pedro Casciaro Parodí, aunque, en
general, estas juntas siempre adolecieron de falta de medios para cumplir su
cometido, aún así, los logros conseguidos fueron muy importantes, aunque todo
ello forma parte de otra historia.
CONSIDERACIONES
FINALES
Tenemos numerosos indicios que
son susceptibles de indicarnos lo que ocurrió verdaderamente con el lienzo que
formó parte del marco que ha llegado hasta nosotros. En principio, podemos
confirmar que la Diputación encargó dos retratos de Alfonso XIII al pintor Adelardo
Rebollo, de los que uno apareció muchos años después de la Guerra Civil en
poder de D. Antonio Muñoz Vera, anticuario de Cartagena que lo ofreció al IEA
para su compra, que se realizaría algún tiempo después. El mencionado cuadro se
adquirió por la Diputación de Albacete en 350.000 pesetas, y es el mismo cuadro
que actualmente figura expuesto en el salón de plenos de la institución, y que
el pintor realizó en 1902; del otro cuadro que se le encargó nada se sabe,
aunque Juan Francisco Fernández, Presidente de la institución en aquellos
momentos, reveló en uno de los plenos del año 1992 que se estaban realizando
gestiones para recuperar cuadros de Alfonso XII y Alfonso XIII que en su día
pertenecieron a la Diputación.
Figura
22.- Extracto de lo informado por el Presidente de la Diputación en uno de los
plenos celebrado en 1992, sobre el hecho de estar realizando gestiones para la
adquisición de esos cuadros.
Por otro lado, tenemos el
encargo que la diputación le hizo unos
años antes al pintor Adolfo Sánchez Mejías, pues aunque era del rey Alfonso
XII, debido al precio tan elevado de su coste, bien pudiera tratarse de este
marco, pero esta hipótesis que puede ser la más factible queda en entredicho
por la aseveración que realiza el delegado de hacienda en el escrito que le
dirige al archivero donde le indica que debe custodiar los retratos oficiales
“del último rey”, refiriéndose a Alfonso XIII. ¿Se trató de un error? Nunca
sabremos si en esos ocho lienzos había alguno de Alfonso XII. Todo cambiaría si
llegásemos a ver la fotografía en la que, al parecer, figuraba Alfonso XIII en
el lienzo destruido de ese marco, que en su momento estuvo colgado en el salón
de sesiones de la diputación. Sobre este particular, hemos de decir que durante
el transcurso de nuestra investigación no hemos dejado de buscar la mencionada
fotografía, y finalmente, creemos haberla hallado, casualmente, como casi siempre
ocurre. La fotografía en cuestión nos la ha facilitado Elvira Valero, y fue publicada en una pequeña recopilación de cuarenta postales de Albacete por Filatelia y Numismática Rafael Martínez, además de esto, he localizado otras dos fotografías en la que se ve
una escena del salón de sesiones de la diputación con un cuadro colgado que se
corresponde sin ninguna duda con el mencionado marco, conteniendo su lienzo una figura real, aunque en este caso no se ve el cuadro completo, confirmando que,
efectivamente, el lienzo destruido y contenido por el marco objeto de estudio se correspondía con el retrato de Alfonso XIII, pues,
aunque en este caso no se vea nada más que la parte inferior del mismo, con el casco con filete y llorón de pluma blanca, es el mismo que aparece en la fotografía publicada por la casa filatélica.
Figura 23.- Fotografía facilitada por Elvira Valero, y publicada en un álbum de cuarenta fotografías de Albacete por Filatelia y Numismática Rafael Martínez.
Figura
24.- Discurso del Doctor Albiñana en el salón de plenos de la Diputación
Provincial de Albacete Sobre la mesa del salón de plenos se encuentra la escribanía
de plata que la diputación compró al platero Casas de Barcelona, y que hoy se
encuentra en la vitrina derecha de entrada al despacho de Presidencia de la
institución. Fotografía de Julián Collado. Fondo fotográfico Provincial.
Archivo de la Diputación de Albacete.
Mismo discurso anterior. De izq. a drcha. Matías Caballero, Gadencio y Prudencio Ramirez. Sentados: Joaquín del Rey Almendros y un desconocido.
Por otra parte, y gracias a otra
de las actas de la institución celebrada el 11-1-1930, tenemos conocimiento de
la fecha de colocación de este cuadro en el salón de plenos, pues en abril del
año 1929, la Diputación le impuso una sustanciosa multa por incumplimiento
de contrato a Don Gabriel Ochoa, con quien había llegado a un acuerdo para la
decoración del despacho del Presidente y del salón de plenos, siendo uno de los
pocos trabajos realizados hasta el momento de la sanción, el de la colocación
en el mencionado salón de un retrato de Su Majestad (ahora sabemos que de Alfonso
XIII), por el que se pagaron 25 pesetas a Don Enrique Vizcaíno.
Figura
25.- Fragmento del acta plenaria de la sesión del 11-1-1930.
Lo que no deja lugar a dudas es
que se destruyeron indebidamente ocho lienzos y una bandera solo por el hecho
de representar una ideología anterior, pues podían haber seguido fuera de
circulación y custodiados en el archivo de hacienda como había ordenado Eugenio
Selles en un primer momento; al destruirlos posteriormente, no se tuvo en
cuenta su posible valor artístico o testimonial, pues solamente se sustentó la
orden en el criterio político de una persona que, además, no era la idónea para
emitir ese tipo de juicio. En cualquier caso, ahora tenemos la certeza de que la persona representada en el lienzo que un día contuvo este marco, fue la del Rey Alfonso XIII, comentando sobre la corona superior del cuadro,
que independientemente de haber visto como se realizaron representaciones
reales a lo largo de la historia que no se ajustaban a las normas heráldicas, tradicionalmente,
en el timbre de numerosos escudos de Albacete (de la ciudad, sobre todo), desde
el siglo XIX se ha venido utilizando para su representación mayoritariamente la
corona de Marqués, en recuerdo de D. Alfonso de Aragón, marqués de Villena, que
fue quien otorgó el título de villa a Albacete en 1375, desvinculándola así de
Chinchilla (García Sauco, 2009:169). Hay numerosos ejemplos de ello en la
ciudad, así lo muestra el escudo de Albacete que corona el edificio de la
Diputación provincial donde figura con timbre de marqués, existiendo otros
ejemplos en el edificio ferial, donde existe una representación del escudo de
la ciudad en una de las entradas al templete central que también está timbrado
de marqués. Del mismo modo, el escudo existente en la reproducción de la puerta
original de la feria (1783), de la que hay una reproducción exacta frente a la
plaza de toros, y otros muchos ejemplos más.
Figura
26.- (Izq.): Escudo de Albacete timbrado con corona de marqués, situado en uno
de los accesos al templete interior del
edificio de la Feria (1876).
Figura 27.- Escudo de la ciudad de Albacete,
timbrado con corona de marqués que figuraba en la puerta original de acceso al
edificio de la Feria (1783), de la que hay una réplica exacta situada frente a
la plaza de toros.
Figura
28.- Escudo de la ciudad de Albacete, timbrado con corona de
marqués, situado encima de la puerta principal del edificio de la Diputación
Provincial.
Figura
29.- Salón de sesiones de la Diputación provincial de Albacete, con un único cuadro
colgado en la pared del fondo, y del que se desconoce su paradero actual.
Publicada en la memoria de la institución de los años 1923-1928, es decir,
antes de la llegada de la II República. En la cabecera del salón, es decir, la
parte desde la que se ha tomado la fotografía.
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