25 ene 2011

CONSIDERACIONES EN TORNO A LA DESAPARECIDA ERMITA DE SAN BLAS (AÝNA)

Aýna desde el mirador
Las fuentes manuscritas nos han dejado constancia de la presencia durante un dilatado periodo de tiempo, en la población de Ayna, de cuatro ermitas, de las cuales, solamente se conservan en la actualidad dos: Nuestra Señora de los Remedios –actualmente en proceso de restauración– y la del Santo Cristo de Cabrillas.
De las desaparecidas, una de ellas fue levantada en honor de San Sebastián, considerado popularmente como protector frente a uno de los peores males que aquejó a la población en épocas pasadas, nos referimos a la peste. De esta ermita solamente sabemos su emplazamiento, extramuros de la villa, y poco más. No ocurre lo mismo con la otra ermita hoy desaparecida, que se fundó en honor de San Blas, de la que podemos seguir su devenir en el tiempo, desde su fundación hasta el final de sus días, a través de los fondos documentales que se conservan en  los archivos: Histórico Provincial de Albacete, Diocesano de Albacete y Diocesano de Toledo.
Son complejas las causas que mueven o propician la creación de una ermita. Desde tiempos medievales, el hallazgo de imágenes o las apariciones milagrosas, provocaba en los pueblos esta necesidad. También la existencia de mártires o algún brote epidémico –como hemos visto con la peste y San Sebastián– suscitaban la misma reacción. Sin embargo, en Ayna será la decisión de un vecino acomodado, devoto de San Blas, como muestra de agradecimiento por  los favores concedidos  por el santo hacia su persona, lo que propiciará que éste levante una ermita en su honor, como veremos.
ERMITA DE SAN BLAS.
 Probablemente fue a finales del año de 1599 o principios de 1600 cuando se envía una petición al arzobispado de Toledo, del que dependía en lo eclesiástico Ayna, en nombre del bachiller Ginés González de Amores, clérigo de Ayna, solicitando una licencia para poder edificar a su costa una ermita, dejando constancia escrita del motivo que le mueve a ello:
Arzobispo Bernardo de Sandoval y Rojas. Biblioteca Nacional.

“…Alonso Fernández de Aguilar en nombre del bachiller Ginés González de Amores, clérigo de la villa de Ayna y comisario de el Santo Oficio de la Inquisición, dijo que el dicho mandante tiene prometido y votado de hacer una capilla y ermita en la dicha villa de Ayna de la advocación de San Blas, su devoto y abogado, porque por enfermedades que ha tenido y le ha sido favorecido el dicho voto y desea ponerlo en ejecución y cumplir con lo que está obligado y a su costa hacerle la dicha ermita en lugar muy cómodo y decente, en la plaza de la dicha villa y dotarla de ornamentos y fábricas para su reparo…” [1]
En abril del año 1600 y en nombre del Cardenal Arzobispo D. Bernardo de Sandoval y Rojas,[2] su Consejo se dirige a  Bartolomé Coronado Garcés, cura de Ayna, solicitándole información sobre la ermita que se pretende edificar. Esta consulta formaba parte del procedimiento habitual, pues era el cura párroco el que debía informar sobre si “…convenía dar liçencia… y si de ello resultaba algún inconveniente…”  


 Concesión de licencia para levantar la ermita de San Blas. Archivo Diocesano de Albacete.
La licencia solicitada se concedió en abril de 1602, debiendo cumplir con una serie de condiciones, alguna impuesta desde Toledo, como se desprende del mencionado documento, aunque también es cierto que estas condiciones debían de ser conocidas de antemano por el donante.La licencia  autorizaba al bachiller Ginés González de Amores, a levantar a su costa una ermita en un solar de su propiedad, situado en la plaza pública de la villa, que lindaba con las casas de Diego y Benito González y cuya advocación sería la de San Blas, obligándose dicho bachiller y los administradores que le sucediesen a su reparo perpetuo y a dotarla de las imágenes y ornamentos necesarios. Para ello, se comprometería mediante escritura a dotarla económicamente con setenta ducados para su mantenimiento y reparos. Asimismo, quedaría sujeta al pago de diezmos y a los mandatos de los visitadores de la vicaría de Alcaraz. El mismo documento también nos indica las dimensiones que tendría la ermita, que sería de nueve varas de ancho por trece de largo. [3]
Al cabo de un año, en abril de 1603 se celebra el ceremonial de bendición de la ermita de San Blas, encabezado por el Obispo de Troya, auxiliar del Arzobispo de Toledo, que se hallaba de visita general por el arzobispado:


Derechos pagados por la procesión y vísperas
 “… con la solemnidad y ceremonial que manda el pontifical romano, bendijo la dicha casa y ermita del señor San Blas, todo el ámbito de la iglesia y a la puerta que sale a la plaza bendijo asimismo seis pies de cementerio midiéndolos  desde la misma puerta hacia la plaza a lo ancho y de largo todo el frontispicio de la parte de la dicha ermita donde su señoría pidió al dicho licenciado Ginés González de Amores hiciese un portal cubierto…” [4]
                                                                                                    
El ceremonial como veremos no era gratuito, pues la Iglesia tenía regulados los derechos que le correspondía cobrar por todos y cada uno de los actos en los que intervenía el clero(visitas, entierros, etc.), aunque, en honor a la verdad, se daban muchas situaciones en las que no cobraba ningún derecho, dejando también constancia escrita de ello. En el documento anterior figuran como derechos cobrados por la función de la procesión y vísperas , treinta reales para cura y sacristán, un par de pichones o perdices para el cura y seis rollos y una repelada de tres libras para el sacristán.
                                                                                  VISITAS SIGLO XVII.

Casa de la Vicaría (foto Pedro Parada)


Si hoy podemos indagar en las vicisitudes que soportó la desaparecida ermita de San Blas, es gracias a la institución eclesiástica de la visita pastoral, instrumento que utilizaba la Iglesia para profundizar en el conocimiento y control del clero y de sus feligreses, pero también para inspeccionar la fábrica de la iglesia y el estado de ermitas, imágenes, ornamentos etc, sin olvidar la inspección de los bienes y rentas eclesiásticos.





Esta labor era realizada generalmente por el visitador de la vicaría de Alcaraz, quien formulaba con las incidencias detectadas unas recomendaciones de obligado cumplimiento, de ahí el nombre de mandatos con el que se les conoce, y que nos servirán para ir conociendo en cada momento el estado en que se hallaba la ermita.
Las visitas, aunque tenían regulada su periodicidad, ésta casi nunca se cumplía y menos en un arzobispado tan extenso como el de Toledo, donde se venían realizando cada dos o tres años, existiendo grandes periodos de los que no nos constan registros o éstos son tan escuetos que no son válidos para nuestro fin.
En cualquier caso, resultaría  monótono enumerar todos los hechos referidos por los distintos visitadores, cuyas recomendaciones son a veces repetitivas, por lo que describiremos los aspectos más singulares de éstas.
Dos años después de la bendición de la ermita se inician los registros de las visitas pastorales, por ellas sabemos que en 1605 el visitador “…halló que está enlucida y que no tiene puertas ni retablo ni está acabada…”;  en la siguiente del año 1608 nos revela como “…hayó que está bien aderezada…y con la limpieza y decencia necesaria atento a lo cual ya que gran parte de la gente de esta villa viven en el barrio donde está la ermita, algo lexos de la iglesia y porque la devoción de los fieles vaya en aumento dixo que daba y dio licencia para que en la dicha ermita se pueda decir misa y celebrar el ofiçio divino…habiendo de poner en los Tabernáculos del altar las tres imágenes que faltan o a lo menos la del Sr. San Blas…” 
  San Blas. Hans Memling.1490-
Sankt Annen Museum-Lübek.
Otra de las visitas que nos interesa mencionar por los datos que nos proporciona es la de 1615, cuando el visitador nos informa que la encuentra bien reparada, limpia y adornada, mandando que se haga un cáliz de plata, de mediano peso y precio para poder decir misa con él, para lo que concede un plazo de seis a ocho meses. De igual modo, manda que se haga un libro para reflejar en él las visitas, cuentas y una relación de los bienes propios de la ermita. El libro y el inventario de los bienes sí que  estuvieron dispuestos para la siguiente visita, no así el cáliz de plata que se irá pidiendo en sucesivas visitas a los herederos, pues Ginés González Amores falleció el 19 de enero de 1619.  

El inventario[5] de 1618 nos resulta sumamente interesante, pues viene a confirmar la pobreza de medios de esta ermita. Este inventario recoge como bien más costoso una talla en madera, estofada y dorada, de San Blas, cuyo precio ascendió a doscientos cuarenta reales. La relación incluye varios frontales, manteles y paños –algunos entregados de limosna–, diferentes vestiduras sacerdotales. Otras imágenes que aparecen son un Cristo pequeño y un niño Jesús, de papelones,[6] un San Francisco pequeño, una imagen de Nuestra Sra. pequeña, colocada “…en la capillica de encima la puerta de la calle…”, tres cuadros representando a San Francisco, Santa Catalina y San Blas, una alfombra, un pendón de tafetán leonado, un misal y “…un Jubileo plenisimo para el dia de San Blas y cuatro festividades entre año, como consta del Santo Jubileo que esta en el archivo de la iglesia parroquial desta villa de Ayna…”
En los años siguientes figura Clemente Rodríguez como nuevo patrón de la ermita, quien la mantiene decente, limpia y bien reparada, aunque se le sigue reclamando por parte de los visitadores que “…se haga el caliz de plata como esta mandado lo mas presto que pudiere…” Al parecer, los mandatos no se cumplían con la celeridad deseada, sobre todo si implicaba un desembolso económico; por esta razón y en cada visita, se vienen reclamando cantidades adeudadas y compromisos adquiridos por el fundador, como el que figura en el testamento de éste último para que se compren  dos imágenes de San Francisco y de Nuestra Señora, que como vimos anteriormente en el inventario, ya figuraban en la ermita, aunque de pequeño tamaño. Asimismo, se reclama a los herederos noventa ducados que deben a la ermita, mandando se entregue esta cantidad al patrón, so pena de excomunión “…para que con ella compre una campana y lo demás que sea necesario para su reparo…”
Al patrón se le recomienda que tenga”…mucho cuidado con reparar las casas y huerto y arboles de naranjos y otros frutales para que la renta de la ermita no venga en disminución…” Sin duda se refiere a la casa y huerta que el fundador cargó con un censo de setenta ducados y que en 1627 encontramos que la ocupa Sebastián González, siguiente patrón de la ermita, a quien se le reclaman los intereses de dicho censo que no había pagado y pertenecían a la ermita, además de mandarle reparar con toda diligencia “…el tejado que cae sobre la puesta principal de teja… con cal o yeso, lo que mejor pareciere para que sea mas firme, asimismo mando que las gradas de la dicha puesta se hagan de piedra de toba y no de yeso como ahora eran, para que sean perpetuas y no sea necesario repararlas cada dia…”
Son muchas las visitas en las que todo parece correcto, aunque en algunas se invoca el auxilio del brazo real, es decir, la autoridad, para incautar los bienes del patrón que no ha cumplido con los mandatos de visitas anteriores.
VISITAS SIGLO XVIII.
La primera referencia en este siglo a la ermita de San Blas nos la proporciona el catastro de Ensenada (1753). En el libro de lo eclesiástico figuran descritos los siguientes bienes correspondientes a la ermita:
“Un censo, su capital de setenta ducados, contra los bienes del Patronato de Manuel Roldán, para lo que fue fundado, para la decencia y reparos de la ermita referida. Paga de réditos veintitrés reales y cuatro maravedís”.
“Otro censo de 275 reales, contra los bienes de Ginés García, quien paga de réditos al 3% siete reales y tres maravedíes. Son redimibles. Todas estas rentas se consumen y gastan en los reparos, aderezos y ornamentos de dicha ermita”.
 En las Respuestas Generales del mismo catastro figura un horno de pan, sito en la calle de San Blas.
Con posterioridad, en una visita correspondiente a 1766[7], el visitador nos refiere sobre la ermita cómo”…la halló su merced decente, con el altar y ara corrientes y solo se halló necesitar retocarse la imagen del Santo, la de Nuestra Sra. De la Encarnación y la de San Francisco y el crucifijo pequeño de dicho altar…”
Al parecer, en el año 1785 la ermita se encontraba muy deteriorada según dejó constancia el visitador que “… la reconoció así por los exterior como por lo interior, y la encontró muy quebrantada en su fábrica material y de resultas mando que el cura párroco haga reconocer por maestros inteligentes y de su satisfacción con citación de Francisco Antonio Roldan, poseedor del vinculo de que está a cargo la reparación de la dicha ermita…haciendo los citados maestros declaren las quiebras que padece y los gastos necesarios para dejarla reparada de todo lo necesario…y haga saber al referido Francisco Antonio Roldan que para el mes de Junio próximo del año 86 la deje reparada con arreglo a la declaración que practicasen dichos maestros…”
Los arreglos no se realizaron y llegó la visita de 1787 en la que el vicario utilizó la vía de la justicia “…en atención a el ningún efecto que han tenido los repetidos recados de atención que se le han hecho a Francisco Antonio Roldán, obligado a ejecutarlos no obstante haber prometido ese: que por todo el año de 86 próximo pasado los ejecutaría según pide la necesidad de la expresada ermita: en vista de su omisión…mando se notifique a el dicho Francisco Antonio Roldán que dentro de seis días siguientes a el de la notificación de esta providencia apronte los ducados necesarios para que maestros inteligentes reconozcan con su intervención los reparos de que necesite la dicha ermita de San Blas y se le aperciba que de no hacerlo se le embargaran los bienes y rentas a ello responsables y para su ejecución se imparta el auxilio de el Sr. Alcalde de esta villa…”
La cosa no llegó a más y el problema debió solucionarse, porque en el resto de visitas hasta fin de siglo, los visitadores encontraron “…bien reparados los edificios materiales y curiosos todos sus ornamentos…”
VISITAS SIGLO XIX.
Solamente tenemos registros de dos visitas en este siglo. En la primera únicamente hace referencia a la imagen del titular mandando “…se le quite el peine que tiene el santo en la mano por estar indecente y no corresponder a la imagen y en su lugar se le ponga un báculo de obispo decente…”
Hemos de recordar que a San Blas, obispo y médico en el siglo IV de la ciudad de Sebaste(actual Capadocia), se le venera desde entonces por sus dotes de curación con personas o con animales, siendo una de las más nombradas la salvación de un niño que se ahogaba a causa de una espina clavada en la garganta. Como obispo se le representa con mitra y báculo; también con un cerdo y  un rastrillo de cardar o peine, pues se le considera patrón de los cardadores, de ahí la alusión anterior al peine.
La última visita registrada en el libro de la Cofradía de San Blas corresponde al año de 1806, donde al referirse a la ermita “…la encontró su merced algo deteriorada a motivo de las muchas goteras que se advierten y mandó su merced que en el término de 15 días y con intervención del cura párroco se reparen sus texados cogiendo con cal y arena sus caballones como sea de costumbre y que se compre el báculo que se previene en anterior visita…”
Plano urbano de Ayna. 1890. Ayuntamiento de Ayna
En el diccionario geográfico-estadístico-histórico de Pascual Madoz (1845-1850) solamente se hace mención a dos ermitas u oratorios en la villa de Ayna, que serían probablemente las que han llegado en pie hasta nuestros días: la ermita de Nuestra Señora de los Remedios y la del Santo Cristo de Cabrillas.
Gracias a los datos aportados por los diversos documentos consultados, podemos formarnos una idea bastante precisa de cómo debió de ser morfológicamente la ermita de San Blas, imaginándola como un edificio de estructura sencilla, con planta rectangular, de nueve varas de ancho por trece de largo y una sola nave, realizada con materiales constructivos perecederos como pueden ser el tapial o mampuesto. La techumbre posiblemente de madera y la cubierta de teja –como indican las numerosas reparaciones–; debió tener campanario y un portal que daba a la plaza, cubierto, con varios escalones. También contó con un espacio de seis pies de ancho desde la puerta a lo largo de todo el frontispicio, que se consagró como cementerio y en su realización probablemente intervendrían maestros alarifes locales, sometidos en todo a la voluntad del donante. En el interior se veneraban  las imágenes de San Blas, San Francisco y Nuestra Sra. de la Encarnación, contando con una capilla muy pequeña justo encima de la puerta de la calle. Su ubicación la conocemos gracias a las descripciones de los documentos que la sitúan en la plaza pública, lindando con el actual Ayuntamiento, emplazamiento confirmado en  un plano urbano de Ayna, fechado en 1890, de admirable factura e inusual en una villa de estas características.
Casa que linda con el Ayuntamiento, edificada
sobre el solar de la ermita de San Blas.
El  largo periodo de la  desamortización –más de setenta años– afectó a numerosos bienes civiles y religiosos, siendo 14 las ermitas desamortizadas en la provincia de Albacete, entre ellas, la ermita de San Blas, al parecer,  convertida ya en solar,  y adquirida por un propietario local[8], datos que confirma una carta enviada en 1912 al arzobispo de Toledo[9] por Francisco López Navarro, vecino de Ayna, que creemos que es la última referencia a la ermita. 

No entendemos como se dejó languidecer la devoción a San Blas, hasta el punto de ver derruida su ermita, cuando  en la vecina Elche, que también contó con la fundación de otra ermita dedicada al santo, este terminaría erigiéndose en patrón de la villa que durante tanto tiempo dependió de  Ayna.  Para finalizar, señalaremos como en un inventario general de la iglesia parroquial de Ayna realizado en 1911, solamente se menciona la iglesia de arriba, refiriéndose a la parroquial,  y la iglesia de abajo o ermita, refiriéndose a la ermita de Ntra. Sra. de los Remedios.


                                                                                 
Pedro José Jaén Sánchez
Licenciado en Geografía e Historia

Publicado en el Boletín  de la U.P.D. nº 2, Abril 2010. Excma. Diputación Provincial de Albacete

[1] Archivo Diocesano de Toledo. Legajo Alb.1, Exp. 14
[2] Arzobispo de Toledo desde 1546 a 1618. Fue marqués de Denia y pariente del Duque de Lerma.
[3] La vara castellana era una unidad de longitud antigua y equivale a 0,8359 m.
[4] Archivo Diocesano de Albacete. Libro de la Cofradía de San Blas, Ayna.
[5] Archivo Diocesano de Albacete. Libro de la Cofradía de San Blas. Ayna.
[6] Una especie de cartón hecho de papeles pegados.
[7] Archivo Diocesano de Albacete. Caja 3004.Administración bienes y rentas/cabildo. Alcaraz. 1776. También en Jaén Sánchez, P.J. “Un modelo de visita pastoral. Ayna(1766). en prensa.
[8] Díaz García, A.: La desamortización en la provincia de Albacete. 1836-1909. I.E.A..Albacete, 2001. Pág.476
[9] Archivo Diocesano de Toledo.

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