4 dic 2014

BENJAMÍN PALENCIA: TEXTOS Y DOCUMENTOS

Es sabido que Benjamín Palencia tuvo una dilatada vida como pintor. Lo que no es tan conocido son los escasos textos que salieron de su mano, muy distanciados entre sí en el tiempo y redactados en unos años de especial trascendencia para el pintor. En ellos, dejará de manifiesto su personal concepto de la pintura, en el que estará muy presente lo esencial del “espíritu español”, y expresarán su voluntad manifiesta de regeneración del arte oficial del momento, cuestión que quedará reflejada en sus escritos.
También veremos algunas cartas y postales que en diferentes momentos envió a personas  muy significativas en su vida: nos referimos al resto de su familia que quedó en Barrax y a Juan Ramón Jiménez. Por ellas, percibiremos su parte más humana, la menos conocida, pues, como es sabido, no era dado a hacer confesiones personales si no era sobre su “pintura”.
El hecho de que Benjamín se alejara tempranamente de su lugar de nacimiento para formarse en Madrid bajo la tutela de Rafael López Egóñez, operaría en él una descontextualización,[1] lo que no significó, como se venía creyendo hasta ahora, que el prematuro alejamiento de su pueblo mientras se formaba como pintor y se integraba en los ambientes culturales de la capital, le impidiese mantener vivo el vínculo que le unía a la poca familia que le quedaba en Barrax: su abuela, su tío José Herreros y sus primas Salomé y Carmen, de quien se conserva un magnífico retrato.[2]
Fuera de este reducido núcleo familiar, en su Barrax natal no tendrían noticia de tan ilustre paisano hasta que consiguió el Gran Premio en la I Bienal Hispanoamericana de Arte en 1951. Las postales que no dejó de enviarles desde 1920 a 1936 son muy explícitas al respecto[3]. Así, desde las  más formales en las que Rafael y Benjamín felicitan al tío del pintor para su santo, hasta las más elocuentes, como la dirigida a sus primas en 1924:

“Queridas primas: Parece mentira que no me hayáis escrito dos letras en contestación  a mi postal, que supongo recibiríais el mes pasado; yo voy un poco retardado para escribir, pero veo que vosotras sois mucho más, y me figuro que es falta de interés y de aprecio. Me acuerdo mucho de vosotras y lo he demostrado con entusiasmo siempre, por eso me molesta que no me correspondáis. Muchos recuerdos de D. Rafael y un abrazo para cada uno de mi parte, y el más apretado para la abuelita. Tu primo Benjamín Palencia”.
De su temprana estancia en París, además de una extensa carta dirigida a Juan Ramón Jiménez, también queda reflejado este primer viaje en otra postal dirigida  a sus primas, fechada el 30 de octubre de 1925:

“Queridas primas Salomé y Carmen: Estoy maravillado de este gran Paris lleno de arte y de atracciones maravillosas. Madrid a su lado es un pueblo insignificante, yo estoy trabajando mucho, he aprendido en un mes y medio que llevo más que dos años en Madrid. He visto cosas preciosas de arte nuevo, aquí es donde residen los artistas más grandes del mundo. Se está celebrando una exposición de arte decorativo de todos los países del mundo y hay unas atracciones nunca vistas. Esta torre que os mando en esta postal es la torre Eiffel de fama mundial y con motivo de la exposición está iluminada con más de dos millones de luces en dibujos maravillosos, es una cosa nunca vista. Recuerdos a los amigos y recibir un abrazo de vuestro primo Benjamín”.
El 14 de diciembre de 1925, ya de regreso a Madrid, le responde a una carta de su primo que se encontraba cumpliendo el servicio militar:

“Querido primo: después de una temporada de cuatro meses en Paris llego a Madrid y entre otras cosas me encuentro con tu carta. Yo no he podido escribirte desde allí porque ignoraba tus señas, si no con mucho gusto lo hubiera hecho. Además he estado ocupadísimo y ello me ha absorbido todo el tiempo. Yo me marché para estar más tiempo pero me ha sido imposible por el frío que allí hacía y por la falta de sol, así que lo he dejado para la primavera próxima que la pasaré en Italia y el otoño en París, y luego regresaré en invierno y probablemente te haré una visita de dos o tres días si estás en Barrax. Me alegro mucho que hagas oposiciones a Auxiliares de Gobernación, está muy bien porque los pueblos cada día tienen menos importancia y se quedan en ellos nada más que los fracasados y los pobres de espíritu, así que me alegro infinito que no seas uno de estos. Recibe un abrazo de tu primo Benjamín”.
El 31 de diciembre de ese mismo año escribe a sus primas desde Madrid:

“Queridas primas Salomé y Carmen: desde hace unos días me encuentro en Madrid, pues el invierno en Paris es tan crudo que no he podido aguantarlo. Como el año toca a su fin, y la alegría va a invadir pronto vuestra casa por el licenciamiento de vuestro querido hermano, os escribo para participar de ella. Le dais un abrazo de mi parte cuando llegue y hacerle recordar que tiene un primo que no lo ha olvidado en todo el tiempo que ha estado ausente. Mil felicidades en este año 1926 y acordaros de vuestro primo que no os olvida. Benjamín. Recuerdos a tus padres y a la abuelita”.
En las postales que enviaba a su familia de Barrax, también dejó constancia de su primer viaje a la costa alicantina, al que no fueron ajenos Rafael López Egóñez y Juan Ramón Jiménez. La que les envía desde Altea, fechada el 19 de diciembre de 1926, año este definitivo en la evolución del pintor, incorpora como novedad su manera de despedirse:

“Queridos tíos y primos: me encuentro pasando una temporada en Alicante junto a este maravilloso mar azul. Como hace tanto tiempo que no nos comunicamos hoy os recuerdo lleno de cariño a todos. Recibir un abrazo de vuestro artista Benjamín Palencia.”
Es posible que trascurriera bastante tiempo sin que Benjamín mantuviera contacto con su familia; no sabemos si existió algún motivo personal o se debió a  la actividad que despliega el pintor desde 1926, realizando numerosos viajes por España y el extranjero, además de sus trabajos para La Barraca, y la participación en diversas exposiciones … El contenido de la última postal a la que hemos tenido acceso, fechada el 18 de marzo de 1936, no deja lugar a dudas:

“Querida familia: Ya nos hemos olvidado completamente unos de otros, “porquë?” [sic] Yo todavía siento que llevo sangre barraxeña [sic]; por esto de vez en cuando surge de adentro de mí, un recuerdo, un afecto entrañable hacia los míos, los de mi sangre. ¿No será posible saber algo de vosotros? El silencio de este tiempo transcurrido ha servido de algo, o mejor dicho, de mucho; ha servido de purificación, de olvidar si hay algún resentimiento. ¡Hay que saber perdonar ¡ Felicidades y abrazos Benjamín”.

Desde el primer momento de su encuentro con Juan Ramón Jiménez, se despertó entre ambos un cariñoso tono afectivo y familiar que se mantendría en el tiempo. Además de sentirse deudor con el poeta, como declaró en varias ocasiones, la influencia de éste sería determinante en la inclinación lírica de la personalidad del pintor. Por eso, no es extraño que fuera Juan Ramón uno de los primeros a los que Benjamín escribiría nada más llegar a París en su primer viaje, haciéndole partícipe de sus primeras impresiones, lo que además nos sirve para precisar en el tiempo esta primera estancia del pintor en la ciudad del Sena, dado que sobre la misma existen divergencias entre varios autores.
El 15 de octubre de 1925, nada más llegar, le escribe una primera postal desde el Hotel Saint-Pierre de París y unos días después, el 22 de octubre, le hace partícipe en una extensa carta de sus impresiones:[4]

“Querido amigo: desde que llegué a esta ciudad no he dejado de ver museos, y exposiciones de arte nuevo. Lo primero que hice fue visitar el Museo del Louvre y me interesó mucho, porque se puede hacer un estudio profundo del desarrollo de la pintura desde Giotto hasta los impresionistas. Aquí he visto claramente las influencias que han ejercido los clásicos en los modernos.  Ingres que tan comentado es en estos últimos tiempos, con la vuelta de los académicos al concepto moderno, no me ha gustado nada, es demasiado frío, me ha dado en muchos cuadros la impresión de ilustraciones en grande. Me ha gustado más Poussin, que se puede decir que ha sido su punto de mira; muchos de los cuadros de Ingres han salido de Poussin, pues éste y Claude de Lorraine quedan muy bien en el Louvre. Manet me ha interesado muy poco, todo lo que sabe es de los pintores españoles, queda algo seco y frio, me gusta mucho más Delacroix, no el de los cuadros grandes de composición sino en “Odaliscas en el Harem”; este es prodigioso de sensualidad y enseña mucho de materia; de aquí parte en muchas cosas Matisse.
La sala de los primitivos italianos está muy bien; estos han sido los maestros de muchos de los modernos, Rousseau se ha hecho aquí, es enorme la influencia que estos han ejercido en él. Pasemos a los impresionistas. De estos los que más me han interesado han sido Renoir, Cézanne, Sisley, este último es un enorme poeta de la pintura, Renoir es maravilloso de materia y de sensualidad, queda muy francés, Cézanne es todo lo contrario de Renoir, es bronco, más a lo español, pues Velázquez y Greco han influido mucho en él, pinta con una valentía enorme y se puede aprender mucho. Después Picasso, Matisse, Derain y Braque son los mejores, estos me han impresionado mucho, sobre todo Picasso y Matisse; Picasso es prodigioso como pinta, que bien ha cogido a los clásicos para enervarlos en el temperamento de hoy. Matisse es enorme de color, armoniza la línea con éste, con gran acierto y sabiduría. Los pintores jóvenes españoles, no me han interesado nada, son muy turbios de concepto. Manuel Ángeles que tanto lo traen y lo llevan en erre, no me ha gustado nada, es una imitación mala de Picasso, su dibujo del cual tanto han hablado –de que dibuja tan bien– es muy amanerado y frio, a veces recuerda a Romero de Torres, sobre todo en los retratos, pues esto es lástima, porque tiene sensualidad. Cossío no es nada, y en dos años que lleva en París, ha hecho tres o cuatro cuadros sin importancia. Peinado, al conocer lo que aquí se hace desaparece del todo, lo que él hace lo hacen con todo, los malos.
Aquí D.  Juan Ramón son tan malos los pintores como en esa, de cincuenta mil que se calcula que existen en París, no interesan nada más que siete u ocho, hay mucha tragedia. De París me ha interesado la ciudad, su organización perfecta en todo, y es muy bonita pero los franceses son muy patanes y no se les ve la finura por ningún lado; como dicen, la francesa es inteligente, más que el francés, pero tienen todos aire de “cocotte”. He estado en la Gran Ópera y aquí se ve la psicología de todo el gusto francés, mucho lujo, mal entendido y muy ordinario, son muy aficionados a la purpurina, ésta les va muy bien. Recuerdos de Rafael y V. reciba un abrazo de su pintor que no le olvida. Benjamín Palencia. Recuerdos a Zenobia de nuestra parte”.
Benjamín  le enviaría otra breve carta desde París en una fecha indeterminada pero cercana al final de su primera estancia parisina, a juzgar por el contenido de la misma:

“…Dentro de unos días, recibirá Rafael un cajón con las obras que hasta aquí he hecho; cuando la reciba, ya le avisará él. Muchas gracias por su cariñosa atención y con mis afectos para Zenobia reciba un abrazo de su artista, que no le olvida…”
En febrero de 1927, le volvería a escribir otra carta, esta vez desde Altea. De todas  ellas se desprende el trato familiar y continuo que ambos mantuvieron en estos años, donde la influencia del poeta de Moguer sobre Benjamín quedaría reflejada en el establecimiento de una gran ascendencia del pintor hacia Juan Ramón.

“Querido amigo: cuantas veces me he acordado de Vd. Mirando este maravilloso mar azul mediterráneo. No se puede Vd. figurar la alegría que me causó recibir su postal con esas palabras tan cariñosas. He estado bastante malo creyendo no les iba a ver más; figúrese Don Juan Ramón ¿Cómo lo habré pasado metido en la habitación de una fonda, fría y sucia, y sin cariño de nadie? Gracias a mi inseparable amigo “Platero” que ha sido el único que me ha acompañado durante mi enfermedad. Ya me encuentro completamente restablecido y con un gran entusiasmo para el trabajo”.
En cuanto a los escritos en los que el artista define su posición a la hora de afrontar y resolver sus pinturas, el primero de ellos fue publicado en 1932; se trata de un pequeño volumen titulado Los nuevos artistas españoles, con 24 reproducciones precedidas de un poético texto a modo de manifiesto personal, [5]en el que se aprecia su realineamiento con la tradición naturalista, formulada sobre todo por medio del color y la materia, en términos estrictamente pictóricos, como expresión poética del pensamiento. [6] Considerado por los especialistas como el compendio de su ideología plástica de estos años,[7] él mismo lo define así en sus primeras líneas:

 “Lo que me propongo en estas pinturas de ritmo misterioso, es recoger lo esencial del espíritu español, en formas sencillas llenas de sensibilidad e invención. El procedimiento para dar vida a mis pinturas o dibujos, es creado al mismo tiempo que las concepciones poéticas del pensamiento […] la materia es una de las cosas que más me interesa destacar, porque en ella hay una poesía con la que, a veces, el cuadro o dibujo se hace más hondo y atrayente por su belleza misma […] a toda persona sensible que llegue a mi obra quiero que se le despierten y trabajen los sentidos, que vivan en ella las sensaciones de los tactos infinitos de las cosas que están recogidas por mis manos […] teniendo sensibilidad y manos que sepan dar forma a la intima visión del pensamiento, el saber o no saber dibujar no tiene sentido”.
En febrero de 1952, Benjamín publica otro breve escrito en el número 26 de Cuadernos Hispanoamericanos; han pasado veinte años y acaba de alzarse con el Gran Premio en la I Bienal Hispanoamericana de Arte. Palencia seguirá manteniendo su sintonía con la naturaleza cuando expresa: “…soy raíz de tierra, de color, de cielo y luego soy dimensión. Mi obra mira a un olvidado firmamento […] la condición previa pues, para mi arte actual es que no sea abstracto, ni sea académico; el arte tiene que llevarnos a la emoción de asombro ante el problema del existir…”

Años más tarde, en 1974, volvemos a contar con otro texto suyo cuando ingresa como miembro de número en la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Mi concepto y experiencia de la pintura será el título de su discurso de entrada, aunque él no lo define como discurso, sino más bien como una serie de pensamientos e ideas escritas en diversos momentos de su vida. En los primeros párrafos del texto nos confiesa que “… todo estaba centrado en una pintura de realismo frio y copia del natural, sin emoción ni creación […] muy pronto comprendí que no era cosa de repetir lo ya hecho. Había que crear algo nuevo…”, para preguntarse a continuación: “¿Qué es para mí la pintura hoy?” Su respuesta es muy clarificadora al respecto y no deja lugar a dudas, enlazando con todas sus afirmaciones anteriores, independientemente del tiempo transcurrido entre ellas:

“ No comprendo el hacer arte de espaldas a la Naturaleza; sin vivir la vida de las cosas, estudiando y desentrañando cuanto vive en el Universo para formar un ser nuevo por medio del lenguaje de las líneas y de los colores […] la pintura que recurre al arte documental, libresco, renuncia a esa Naturaleza de luces y flores, de ríos y hierba tierna que crece a la vera de los caminos […] los valores plásticos puros no pueden estar supeditados a dar sólo un parecido de las cosas. Esto ya ha perdido su fuerza porque la pintura no es una imitación de la naturaleza […] la luz es el elemento que hace vivir a los colores, que les da energía, potencia principal de todo arte grande[…] La pintura no es realidad simple, sino realidad poética[…] afirmamos con esto que el arte es creación constante, si no se crea, se repite y termina por negarse a sí mismo por falta de germen nuevo[…] hay que tratar a la materia como organismo vivo; aquí blanco, allí duro, aquí firme y en reposo, allí movible y fluctuante; aquí estático, allí dinámico. Todas esas cualidades son las que mueven la vida de mis cuadros. Este es el lenguaje de la materia […] todo esto plasmado con un sentido poético, en unas formas nuevas que yo he extraído del color de la naturaleza”.

Aquellas palabras preliminares publicadas en 1932, establecieron claramente el posicionamiento de Palencia sobre su pintura, siendo el texto más coherente y bello de los escritos por el pintor, pues incluso nos lo recuerda su discurso de ingreso en la Academia, aunque no llegue a tener la unidad y belleza de aquel. En esencia, Benjamín se mantuvo fiel a sus convicciones iniciales sobre su manera de entender el Arte; también sobre los cuadros de Historia, el academicismo imperante o la abstracción. La Naturaleza siempre fue su fuente de inspiración y en sus cuadros buscó, utilizando sus palabras “…la belleza misma de las cosas, todo ello plasmado con un sentido poético, en unas formas nuevas que yo he extraído del color de la Naturaleza…”
Benjamín siempre tuvo como horizonte una constante búsqueda de la belleza que procuró  dejar plasmada en su extensa obra pictórica, pues durante toda su vida estuvo poseído por una verdadera furia creadora. [8]











Artículo incluido(junto al de otros autores) en el catálogo publicado por el IEA. con motivo de la inauguración de la exposición de pintura: BENJAMÍN PALENCIA Y LA PINTURA DE SU TIEMPO EN ALBACETE (1909-1978) el día 5 de diciembre de 2014 en el Museo de Albacete.




[1] CARMONA, Eugenio: “Naturaleza y cultura. Benjamín Palencia y el “Arte Nuevo” (1919-1936)”, Benjamín Palencia y el Arte Nuevo. Obras 1919-1936. Bancaja, Valencia, 1994, pp. 63-145: 65.
[2] La obra fechada en 1924 se conserva en los fondos del Museo Casa Ibáñez en Olula del Río (Almería). Se custodia el documento por el que la prima del pintor Carmen Herreros regala la obra a su sobrina Margarita García, terminando en una colección privada que sacó la obra a subasta.
[3] Postales propiedad de D. Andrés Collado.
[4] JAÉN SÁNCHEZ, Pedro José: Benjamín Palencia Pérez (1894-1980). Cuadernos de Barrax, nº 1. Edita Asociación cultural “la Coscoja”, Albacete, 2011, pp. 36-37.
Las cartas forman parte del legado de Juan Ramón Jiménez, ref.315/3; 315/4, y han sido cedidas generosamente por Dª. Carmen Hernández-Pinzón. Casa Zenobia y Juan Ramón.


[5] PALENCIA, Benjamín: Los nuevos artistas españoles. 24 reproducciones y palabras preliminares. Editorial Plutarco, Madrid, 1932.
[6] HUICI, Fernando: “Sentido y sensibilidad en Benjamín Palencia”, Benjamín Palencia. Santander, 2000, pp. 15-23.
[7] ESTEBAN, Paloma: “Benjamín Palencia, partícipe del Arte Nuevo”, Benjamín Palencia y el Arte Nuevo. Obras 1919-1936. Bancaja, Valencia, 1994, pp. 15-41: 31.
[8] TUSELL, Javier: “Benjamín Palencia y la circunstancia histórica de la vanguardia española (1916-1936)”, Benjamín Palencia y el Arte Nuevo. Obras 1919-1936. Bancaja, Valencia, 1994, pp.43-61: 59.

23 mar 2014

BUSCADORES DE TESOROS EN LA PROVINCIA DE ALBACETE. LEYENDA Y REALIDAD


Introducción

Casi olvidadas de la memoria se encuentran las historias de tesoros con las que nos encandilaban nuestras abuelas al calor de la lumbre y nos hacían soñar con fortunas tan fantásticas como las de los cuentos. ¡Era tan real!: los protagonistas eran personas del pueblo, con nombre y apellidos, y los tesoros aparecían, claro que aparecían, al derribar una casa antigua, en forma de bote con monedas de plata, o de piel de cuero con oro…los había, yo lo viví y los vi.

Hasta cuatro acepciones recoge el Diccionario de la Real Academia para definir la palabra tesoro, voz que proviene del latín thesaurus, y éste del griego θησαυρς. Tres de ellas tienen en común un concepto: “precioso”, de “precio”, o lo que es lo mismo, que vale en el mercado, porque en caso de ser intrascendente económicamente el hallazgo de la riqueza acumulada y escondida, éste, carece de interés.

Etimológicamente, las acepciones de la palabra giran en torno al brillo y su color, la palabra “oro” proviene del latín aureum y ésta de una palabra de origen indoeuropeo –aus que significaba “brillo del sol saliente”, de ahí, aurora, Austria, Australia, aurífero… En el lenguaje cotidiano se utiliza en muchísimas locuciones, todas ellas reflejan el valor que se le otorga al metal: “hacerse de oro”, “como oro en paño”, “valer su peso en oro”,  “regla de oro”, “oportunidad de oro”, “Siglo de Oro”, “letras de oro”…

En todas las civilizaciones ha sido corriente el depósito de tesoros en tumbas y templos (en forma de objetos suntuarios o cotidianos tales como joyas, ornamentos sagrados, exvotos, etc.) así como la de su saqueo por ladrones o enemigos. Y así los tesoros han pasado de unas manos a otras, de unas culturas a otras hasta su recuperación y exhibición -en el mejor de los casos- o su desaparición transformándose de este modo en mito y leyenda…

Ocurrió en Jerusalén en el año 70 DC durante el saqueo por Tito Flavio Vespasiano del Templo de la mítica ciudad. Los objetos de culto más preciosos que se puedan imaginar fueron expoliados, entre ellos, las trompetas de plata con las que los hijos de Aarón habían convocado a los huéspedes de Israel, la mesa de oro de los panes ázimos (conocida también como mesa del rey Salomón o Missorium) y el gran candelabro de siete brazos o menorah. Un relieve del arco de Tito, en Roma, muestra claramente cómo este candelabro fue sacado del templo; por su tamaño se cree que su peso rondaría los cincuenta kilos de oro puro, sabemos que posteriormente fue depositado en el templo de la Paz, en el foro de Vespasiano. Lo que sucedió más tarde es tema de varias historias que se contradicen entre sí. La primera dice que cuando Magencio huía de Constantino en el año 312, el tesoro cayó al Tíber y se perdió.
Menorah-Relieve del Arco de Tito en Roma en el que se muestran los tesoros extraidos por los romanos del Templo de Salomón
A partir de aquí, leyenda y realidad se entremezclan. Una teoría sostiene que pasó al norte de África y desde allí a Constantinopla, donde fue devuelto por el emperador Justiniano a Jerusalén y vuelto a saquear por los persas en el año 615. A partir de aquí se pierde su pista definitivamente.

Otra teoría sostiene que fueron los visigodos los que tras el saqueo de Roma en el año 410 se arrogaron el fabuloso botín, repartido posteriormente entre Francia y España, en concreto, sería Toledo, capital visigoda hispana, donde fue a parar parte de este tesoro antiguo, incluyendo no solamente joyas sino también la mesa de Salomón.

Lo que sí que es realidad es que el origen de la institución del Tesoro Público emana de estas civilizaciones y los vaivenes de sus riquezas. Por ello el significado de la palabra tesoro es polisémico, por ello también en las leyendas de tesoros se mezclan realidad y ficción, encantamiento y ensueños como algo natural.

El Código Civil define el tesoro oculto en el artículo 352 en los siguientes términos[1]: “se entiende por tesoro oculto, para los efectos de la Ley, el depósito oculto e ignorado de dinero, alhajas u otros objetos preciosos, cuya legítima pertenencia no conste”. Se ha omitido el concepto de “antigüedad” presente en la legislación más lejana desde la Real Cédula de 1803 hasta las normas de principios del siglo XX, por prevalecer otros conceptos como el de “histórico” o “artístico” si bien no parece muy claro que se pueda prescindir totalmente del valor de la antigüedad ya que esta característica es la responsable del desconocimiento de su dueño.

Nosotros nos quedaríamos con varios elementos claves para hablar de un tesoro: es una acumulación de riqueza inmovilizada y escondida. El ocultamiento es necesario para el control del mismo, viene motivado por el miedo a su pérdida o robo. Generalmente en épocas de violencia o guerras la gente ha sido muy dada a preservar sus pertenencias “por si acaso”… otras veces, forman parte de la estrategia de sus poseedores, botín de los ladrones o tesoro de los piratas; en otros, el fervor, la religiosidad o la creencia en la vida eterna han llevado al depósito de grandes tesoros en templos o tumbas, en algunos casos, pequeños, como los acumulados junto al cadáver en los ritos funerarios y, en otros, fabulosos y legendarios como la cámara sepulcral de Keops, que presumiblemente, la auténtica, aún no ha sido encontrada y se halla en algún lugar indefinido de Egipto, bien dentro o fuera de la pirámide.

Otra característica es su materia prima, los metales preciosos, principalmente oro –el más codiciado- plata, piedras preciosas, joyas o alhajas o cualquier bien de escasez relativa; son, por lo tanto, bienes muebles que deben haber estado escondidos e ignorados y cuyo legítimo dueño se desconozca, lo que lo convierte en un bien apropiable. Estos son los tesoros a los que dedicaremos nuestro estudio.

Las leyendas que se recuerdan sobre tesoros en nuestros pueblos son pocas, generalmente la base es común y se suele repetir no solamente en los municipios de nuestra provincia sino en toda España. Su recopilación es fruto de nuestra propia memoria, de trabajos etnográficos e históricos de otros autores que mencionaremos oportunamente, de documentos que se conservan en los archivos públicos y de las respuestas a una encuesta elaborada por los autores y que se envió a las bibliotecas de toda la provincia, a los que nos contestaron nuestro mayor agradecimiento, ellos han sido los encargados de las bibliotecas de Villamalea, Madrigueras (María Luisa Racionero), archivo de Hellín (Beatriz Esteban) y Casa de la Cultura de Nerpio (José Joaquín Martínez López).

No queremos presentar una serie de relatos inconexos sino que sabedores de que la leyenda se fragua sobre un hecho real -presenta como características esenciales la localización y la temporización- hemos buscado el origen, el punto de partida de estas narraciones transmitidas de forma oral, agrandadas, exageradas o deformadas, por ello hemos incorporado acontecimientos reales cuya documentación se guarda en los archivos y testimonia que en épocas lejanas la gente creía firmemente en la existencia de tesoros, que a falta de los lamentables detectores que tanto daño causan al patrimonio, se recurría a la magia, rabdomancia, ensueños, adivinación, y, como no, llegados a este punto, aparecía la Inquisición y el castigo para quienes usaban estas artes.

UN POCO DE HISTORIA

Tesoro personal/ Tesoro público: origen de la institución

Coronas votivas pertenecientes al tesoro de Guarrazar (Toledo) MAN 
Ya en la antigua Roma existió el concepto de “Tesoro Público” (Aerarium) que se guardaba en el templo de Saturno, allí afluían todos los ingresos del Imperio, reuniéndolos en una caja. En la España visigoda el Rey era el administrador supremo de la Hacienda, auxiliado por el conde del patrimonio, jefe de la administración de la Hacienda del Estado y del patrimonio real, y por el conde de los tesoreros, Comes thesaurorum, quien cuidaba del tesoro regio (thesaurus regalis) que era una sección o depósito donde se guardaban determinados bienes públicos o reales (especialmente joyas, monedas, objetos de valor) y también el archivo real, con los originales de las leyes y de los documentos públicos (García de Valdeavellano, 1984: 158-212).

El monarca supervisaba la administración financiera y vigilaba el buen orden del tesoro, cuya visita e inspección formó parte de la actividad cotidiana de algunos reyes como Teodorico II. El Comes Thesaurorum ordenaba la conservación y vigilancia de las joyas, llevadas a veces con el monarca en desplazamientos y campañas. La riqueza del tesoro visigodo fue proverbial, y se debió sin duda a haber sido este pueblo el primero de los bárbaros que saqueó Roma, y también a haber logrado incorporar el tesoro de los suevos cuando la anexión de su reino por Leovigildo (Escudero, 1990: 258).

Sisebuto,rey de los Visigodos (Congreso de los Diputados)
La posesión del tesoro otorgaba a los godos un gran prestigio, éste suministraba al monarca grandes cantidades de oro y plata con que pagar servicios, afrontar necesidades perentorias o entregar ofrendas votivas, como las coronas de Guarrazar, parece que Agila perdió el suyo luchando contra la insumisa ciudad de Córdoba; éste incidente decidió a sus seguidores a abandonarle y seguir a Atanagildo, su rival en la guerra. En el siglo VII, una sola joya del tesoro –una gran bandeja de oro puro- fue el precio pedido por el rey franco Dagoberto al rebelde Sisenando para enviar a España un ejército en su apoyo (Orlandis, 2003: 147). A la caída del reino visigodo, los historiadores árabes se hacen lenguas del tesoro encontrado en el palacio real de Toledo y mencionan la mesa del Templo de Salomón, una pieza de extraordinaria riqueza que los visigodos habrían tomado en el saqueo de Roma.

En la España musulmana se distinguió entre el tesoro público y el tesoro particular del Príncipe por una parte, y el tesoro de la comunidad por otra, éste último regido por el gran Cadí. Sin embargo, en la España cristiana alto medieval pronto dejó de distinguirse entre la Hacienda Real o del Estado (dominios territoriales de la Corona, regalías y recursos procedentes de tributos y gabelas de diversa índole) y el patrimonio privado del Príncipe (patrimonio mueble, joyas, fincas o explotaciones de propiedad particular o familiar). La administración de la Hacienda Real y la del patrimonio regio en los Estados de la Reconquista era atribución del Monarca, quien confiaba el cuidado de administrar la Hacienda, la Casa del Rey y los dominios del patrimonio real a un “Mayordomo” de la corte, auxiliado por un “Tesorero” del Rey. Bajo la autoridad del mayordomo había un almojarife o inspector que administraba las rentas reales y que después de cubiertas todas las atenciones, tenía bajo su fiel custodia los ingresos procedentes de aquellas, oficio que estuvo frecuentemente a cargo de judíos y cuya designación cambió Alfonso XI en 1327 por la de “Tesorero”. En el reinado de Juan II (1406-1454) el oficio de tesorero en cuanto administrador y custodio de las rentas reales, perdió asimismo importancia y en el siglo XV, la Hacienda Real era ya administrada en León y Castilla por dos “Contadores Mayores de Hacienda” quienes tenían a su cargo la administración de los recursos ordinarios.

LAS LEYENDAS.

Rasgos comunes

En la mentalidad colectiva de casi todos los pueblos del mundo la imagen fantástica de la riqueza se halla indisolublemente unida a los tesoros ocultos que “duermen” plácidamente esperando colmar de fortuna a su descubridor. Han sido transmitidos por tradición oral o escrita, o bien, por revelación “sobrenatural”, que sería el caso de los ensueños, frecuentes en varios municipios de nuestra provincia, aunque comunes al resto de España, como ejemplo sirva el sueño del tesoro bajo la piedra en la que duerme la cabra, que se recoge en El Ballestero y La Alcadima (Liétor) y que narraremos más adelante, de forma similar, en Ossa de Montiel manifestaban los vecinos fe en los ensueños sobre los tesoros escondidos (Sánchez Ferrer, 1990 ).
Ruinas del castillo musulmán de Alcaraz (Albacete) 1912. Amador de los Ríos


La formación de la leyenda

Magnificada e incluso mitificada a lo largo del tiempo. En la tradición oral popular son innumerables los tesoros árabes ocultados por los moros que habitaron la península y que supuestamente, aún hoy en día permanecen escondidos, pero ¿por qué la mayoría de los tesoros tienen procedencia árabe? Pues aquí se mezclan realidad y fantasía. Los árabes tras muchos siglos en España habrían acumulado ingentes riquezas, su cultura se relaciona, además, con el esplendor califal, los palacios y sus salas ricamente decoradas, las mezquitas, las fuentes, los harenes, el exotismo de sus ropas y adornos…todo, aunque no se tengan grandes conocimientos históricos, nos conduce al lujo y la opulencia. Además, los árabes, una vez derrotados por los cristianos tuvieron que marcharse, en su huida, precipitada y otras veces obligada, no pudieron llevarse consigo todo su oro ni todas sus joyas al nuevo lugar de asentamiento, por lo que es lógico pensar que se vieron abocados a esconder sus tesoros bajo tierra, en cuevas, pasadizos, cerros, rocas o castillos, para asegurarse de que en un lejano futuro ellos mismos o sus descendientes podrían recuperar las riquezas abandonadas. Muchos topónimos mezclan su nombre con la orografía del terreno: Cueva de los Moros en Alborea, Fuente de la Mora en Vianos, Cueva del Moro en Ayna, Cueva del Rey Moro en Alpera, Rincón del Moro en Hellín, Cueva de los Moros en Abengibre, donde, por cierto, siempre se ha creído que los moros dejaron un tesoro escondido antes de su partida; la presencia islámica en este municipio es indudable, su nombre, los restos arqueológicos hallados y su emplazamiento todo encaja como lugar de tesoros[2].
Y quizá también la influencia en el ideario colectivo de los cuentos de las Mil y Una Noches, conocido por todos es el cuento de Alí Babá y los cuarenta ladrones, cuya historia tiene sus orígenes en una saga sudanesa del rey Alí Babá de la tribu Bija. Este rey rehusaba pagar impuestos a Al-Mutawakkil, el décimo califa abbasí de Bagdad. En señal de rebelión selló todas las minas de oro de las montañas y detenía a todos los funcionarios que iban a la zona del mar Rojo. Bagdad envió su ejército para mantener el poder sobre el vital mercado del oro del mundo islámico (se creía que Sudán proveía más del sesenta por ciento del oro abbasí en la época previa a las Cruzadas) y en cinco años logró aplastar la rebelión. Alí Babá, apresado y llevado a Bagdad, entregó todo el oro escondido por sus hombres al califa. Una exhibición pública del enorme tesoro y del derrotado rey se llevó a cabo en todas las ciudades importantes en el camino a la capital Samarra, creando la leyenda de las cuevas y los ladrones. Al final, a Alí Babá le fue concedida la amnistía y a su regreso dio oro a todos los necesitados de las principales ciudades de su camino como gesto de buena voluntad con los musulmanes contra los que luchó.


Ese oculto objeto del deseo
Ya hemos hablado de que todo tesoro se ha formado por la acumulación de riqueza, en la antigüedad, al contrario de lo que sucede hoy en día en la sociedad capitalista, no se conocía ni se sabía de mercados, bolsa, inversión o capital. No existían los bancos y la gente guardaba en sus casas lo poco o mucho que acumulaba; las monedas valían lo que representaba su material: oro, plata y cobre, por orden de importancia  (los billetes son de relativa nueva implantación). Una vez reunido un capital, ¿dónde guardarlo?... habitualmente en las propias viviendas pero los lugares varían: desde los más telúricos como es el de la leyenda del toro de oro de Hellín que se depositó en las mismas entrañas de la tierra para que nadie pudiera acceder a él (López Morales, 2008: 19)[3]; a los más clásicos como los pasadizos que comunican viviendas y grutas con las ruinas de un castillo como en el caso de las leyendas de Bienservida, Hellín, Nerpio y Alcaraz.


Vasos de plata que encajan unos en otros. Tesoros del tiempo de la peste.
 El Pais, edición digital
Una aparición sorprendente aparecía hace pocos años en la prensa (El País, 30/04/2007); en el año 2007 el Museo de Cluny, en París, especializado en arte medieval, presentó una exposición sobre los tesoros encontrados al demoler antiguas viviendas de barrios judíos, ambos se localizaron en Colmar (Francia) en 1863 y otro en Erfurt (Alemania) en 1998. A pesar de la diferencia cronológica de ambos hallazgos, las monedas y objetos de valor: anillos de nissuin, ‘boda’, típicamente judíos, en los que figura escrito en hebreo mazel tov, ‘buen augurio’, y que tienen forma de casa o templo, es decir, evocan el templo de Jerusalén y la creación de un nuevo hogar, las piezas se corresponden con la mitad del siglo XIV.

En septiembre de 1347, una docena de barcos genoveses, procedentes de la península de Crimea y Constantinopla, amarran en el puerto de Mesina, en Sicilia. Parte de la marinería está enferma, otros tripulantes han muerto, los que parecen sanos desembarcan enseguida: la peste negra desembarca con ellos. En menos de cinco años la epidemia acabará con un tercio de la población europea, sólo parecen a salvo quienes logran aislarse del resto del mundo, como aquellos que viven en zonas muy montañosas o muy frías o disponen de residencias protegidas, como los protagonistas de El Decamerón, de Bocaccio. En la época -el bacilo no logrará aislarse hasta 1894- la explicación científica de la epidemia se buscaba en la Biblia. Y en ella se habla de epidemias que castigaron al pueblo de Egipto. En definitiva, Dios castigaba "los pecados del mundo". Nadie sabe entonces que los portadores de la enfermedad son las ratas y que son las pulgas las que la transmiten al hombre. La "corrupción del aire" o una "constelación celeste" parecen más culpables que el diminuto insecto.
Los judíos sirven de chivo expiatorio: en Barcelona o Estrasburgo, en Erfurt o Marsella, en París o en Colmar se organizan matanzas de esos judíos a los que se les reprocha, además de su impotencia como médicos, el envenenar fuentes y pozos. Muchos lograron escapar no sin antes enterrar sus bienes más preciados con la esperanza de regresar algún día. La mayoría no pudo hacerlo, fueron víctimas de la peste negra.
Otras veces han sido los accidentes naturales los que han ocultado los tesoros, ahí está el caso de los barcos españoles hundidos en el mar, por motivos metereológicos, tormentas en alta mar, o bélicos, guerras o asaltos por piratas a la flota proveniente de América y cargada de oro, como el Tesoro de Rande que se compondría de 14 galeones mercantes que llevarían 500 toneladas de oro y plata y 250 de piedras preciosas, hundidos en la ría de Vigo y que sería el mayor tesoro subacuático aún por hallar, o el mediático del Odyssey Marine Exploration, empresa especializada en el rescate de tesoros subacuáticos y que halló en el año 2007 en las costas de Cádiz el pecio del buque Nuestra Señora de las Mercedes, recuperado por el Gobierno español tras un largo proceso judicial.
Galeones arribando a las costas británicas. Los ingleses fueron tradicionales enemigos de la
flota española que sufrió en numerosas ocasiones los asaltos de los piratas. Atlas del siglo
XVI. Biblioteca de Huntington. San Marino(California)
El secreto y la memoria
La memoria es frágil, de ahí que a veces se plasme en un mapa, como el de la novela La Isla del Tesoro, pero al mismo tiempo debe mantener el secreto, por ello lo mejor es encriptarlo.
Como ejemplo podemos citar el Rollo de Cobre de los manuscritos del Mar Muerto hallado en el año 1952 en las cuevas de Qumrán y que actualmente se puede contemplar en el Museo de Amán (Jordania). Contiene un listado de lugares donde están escondidos ingentes tesoros de oro y plata, incluso se cree que entre ellos figura el Tesoro del Templo de Jerusalén, pero el texto se debe completar con otro documento aún no encontrado, un  rollo presumiblemente de plata que los arqueólogos siguen buscando en el desierto de Israel. Es como si se hubiera hallado la llave pero faltara la cerradura.
Existen pistas o rastros, personajes pintorescos que aparecen y nos relatan hechos pasados encendiendo la ilusión e incendiando el deseo del tesoro “tangible” y se busca infructuosamente alimentando la leyenda. La conquista de América por los españoles dio origen al mito de El Dorado por la abundancia de tesoros saqueados o de rescates pagados en oro como el de Atahualpa o tesoro de Pizarro, quien, una vez hecho prisionero por los españoles ofreció por su libertad llenar dos habitaciones de plata y una de oro "hasta donde alcanzara su mano", a pesar de que cumplió con su palabra fue ejecutado.

La Ilíada sirvió a Heinrich Schliemann para descubrir las ruinas de Troya en 1870, el arqueólogo desde su infancia había estado convencido de que los poemas homéricos describían una realidad histórica, el seguimiento de los mismos le llevó a descubrir los sitios narrados en ellos, y descubrió, entre otros, el tesoro del rey Príamo.

La imaginación al poder: las ruinas de edificios y el Romanticismo

El Romanticismo favoreció el crecimiento de ciertas modalidades narrativas caracterizadas por lo legendario, fantástico y fabuloso de sus asuntos (Baquero, 1988: 116). El gusto romántico por la reconstrucción del pasado, por los temas históricos, los escenarios medievales, las escenas de duendes y hechicerías, la evocación de mágicos ambientes orientales... no es extraño por ello que los castillos y despoblados atraigan la mirada de los buscadores de tesoros, las ruinas proporcionan una visión romántica del pasado, de su esplendor, historia y de sus olvidadas riquezas que se pierden en la noche de los tiempos.
Castillo de Socovos en la actualidad(detalle)

Son numerosos los castillos y torres expoliados por los buscadores de tesoros contabilizados por José Luis Simón en su libro sobre los castillos y torres de Albacete (Simón, 2011): la torre de Bogarra, el castillo de San Gregorio en Alpera, el castillo de San Felices o Rochafrida en Ossa de Montiel, la torre de Lugar Nuevo en Riópar, el castillo de Elche de la Sierra donde desde el año 1794 se conocen gracias a las descripciones de Lozano “rebuscas” de tesoros, la torre cortijo de León o de los Calderones en Molinicos, el castillo de Socovos, las torres de Moropeche, del Llano y de Paules las tres en Yeste, a las que sumamos la  torre de Vizcable en Nerpio.

Restos del castillo de la Hiedra (Cotillas) al fondo la peña del Cambrón.

Históricamente los castillos han sido lugares propicios para guardar tesoros, cuando Rodrigo Díaz de Vivar, humillado y empobrecido, parte por segunda vez al destierro hacia tierras levantinas su más urgente necesidad es procurar dinero con el que compensar a los hombres que habían preferido continuar a su lado y seguir su misma suerte (Martínez Díez, 2003: 274). En busca de esos recursos movió el Cid sus cuarteles hacia Polop (Alicante) donde el rey musulmán de Denia guardaba su tesoro y en un audaz golpe de mano se apoderó del castillo y del botín custodiado en dicha fortaleza y ocultado en una cueva subterránea, se componía de riquezas recogidas en todos los pueblos vecinos: oro, plata, alhajas y trajes de seda.

Pero también las casas particulares son lugares propicios, tal es el caso de  una vivienda  situada en la calle Mayor de Villamalea donde se cree que hay un tesoro escondido. Las elevaciones del terreno suelen corresponderse con yacimientos arqueológicos por lo que han sido lugares propicios para encontrar vestigios o tesoros como el Cerro del Tesoro en Madrigueras, la Morra del Tesoro en Barrax y el paraje de El Tesorico en Agramón (Hellín) donde en el año 1980 se llevaron a cabo unas excavaciones de urgencia en vista de que la necrópolis ibérica había sido asaltada y destruida, en parte, por aficionados y buscadores (Broncano, Negrete, Martín, 1980)

El relato

Que se perpetua de generación en generación a través de la tradición oral, historias transmitidas de padres a hijos, no hay pueblo albacetense que no cuente con su historia de tesoros, unos encantados, como es el caso de un tesoro enterrado en Madrigueras por una princesa mora , otros sin encantar, los más numerosos. En la mayoría de los casos se calca una de otra pero merece la pena rescatarlas.


LA LITERATURA Y LA ILUSIÓN POR LOS TESOROS. ENSEÑANZA MORAL

El engaño y la codicia

El Cid parte al destierro totalmente pobre y su sobrino Martín Antolínez engaña a dos judíos usureros, Raquel y Vidal, despertando su codicia al mostrarles dos pesadas arcas que ellos creen cargadas con grandes tesoros –aunque sólo contienen arena- que el Campeador no puede llevar consigo. Brillando de codicia los ojos de prestamistas, acceden al empeño de las arcas a cambio de dinero sin ni siquiera abrirlas.

“En dos arcas muy repletas tiene oro fino guardado.
Ya sabéis que don Alfonso de nuestra tierra le ha echado,
aquí se deja heredades, y sus casas y palacios,
no puede llevar las arcas, que le costaría caro,
el Campeador querría dejarlas en vuestras manos
empeñadas, y que, en cambio, le deis dinero prestado”.



La riqueza versus la honradez

Lo encontramos en El Conde Lucanor, ejemplo XIV. Del milagro que hizo Santo Domingo cuando predicó sobre el usurero.

Un día hablaba el conde Lucanor con Patronio de sus asuntos y le dijo:

- Patronio, algunos hombres me aconsejan que reúna el mayor tesoro que pudiera y que esto me conviene más que nada para cualquier cosa que me acontezca. Os ruego que me digáis vos.
- Señor conde Lucanor, aunque el tesoro, como antes os he dicho, es bueno, procurad dos cosas: una, que el tesoro que reuniereis sea de buena procedencia; otra, que no pongáis tanto el corazón en el tesoro que hagáis alguna cosa que no os convenga hacer; ni dejéis nada de vuestra honra, ni de lo que debéis hacer para reunir gran tesoro de buenas obras para que tengáis la gracia de Dios y buena fama de las gentes.

Gana el tesoro verdadero
y guárdate del perecedero.


MANUALES para encontrar tesoros

Los grimorios

La casualidad no fue lo único que posibilitó el descubrimiento de tesoros ocultos y no han sido pocos los que han recurrido a lo largo de la historia a la utilización de “otras ciencias” para ello.

La tradición nos indica que los tesoros suelen estar custodiados por gnomos, duendecillos, hadas, espíritus… Así al menos se desprende del Tratado de la filosofía oculta de Paracelso,[4] cuando menciona que es conveniente observar como posibles lugares de ocultación aquellos en los que durante la noche, sobre todo la del viernes al sábado, aparezcan o se hagan presentes espectros o fantasmas que ahuyenten de alguna manera a quienes pasen por allí (Bessière, 2009: 10-11). Algunos libros contenían conjuros para sortear estos “escollos” como veremos a continuación.



Los grimorios son libros de conocimiento de magia, a esta clase pertenece el Libro de San Cipriano, conocido popularmente como “Ciprianillo”, una parte fundamental de él se encarga del desencanto de tesoros, incluyendo también una lista de tesoros del reino de Galicia y de partes de Portugal, con localizaciones detalladas de dónde encontrarlos (Castro, 2005). Así lo define el autor:


“Quizá no haya habido nunca un libro más codiciado y buscado, ni que despertase más pasiones y deseos de poseerlo, hasta el punto de que mucha gente cayera en la locura, enfermase gravemente o se arruinara económicamente, sólo por intentar conseguir un ejemplar del mismo o por poner en práctica los rituales que en él se contenían”.


San Cipriano de Antioquía vivió en el siglo III DC, fue educado en el culto a los dioses romanos, hombre culto e instruido, viajero y conocedor de las artes mágicas. Parece que antes de convertirse al cristianismo plasmó en el libro mencionado todos sus conocimientos mágicos. Los grimorios o libros de nigromante combinan varias magias: la astral, típicamente árabe, con los exorcismos, típicamente cristianos y judíos, la magia natural y la magia diabólica. En Europa comenzó su difusión a partir del siglo XII. El empleo de este tipo de libros fue siempre dentro de los ámbitos cultos y eclesiásticos, ya que las clases populares no sabían leer. Por sus características es fácil deducir que en España serían perseguidos por la Inquisición.
Pliego de cordel con la vida de San Cipriano glosada en verso

La lista de tesoros que incorpora El Ciaprianillo, junto a las famosas gacetas de tesoros y las libretas con listas de tesoros que circularon por la geografía peninsular fueron muy populares en Asturias y Galicia, pues hay que tener en cuenta que la zona noroccidental española fue famosa desde la antigüedad clásica por la abundancia de oro y metales preciosos. Los tesoros referidos en estas listas se sitúan en lugares perfectamente localizables en la orografía, lo que acredita que la gente que hizo las listas conocían la zona geográfica que citaban, situándolos a menudo, en antiguos restos arqueológicos (castros, túmulos, dólmenes, etc.). Hay que tener en cuenta que fue tal la cantidad de tesoros que se encontraron en monumentos prehistóricos en Galicia que en los siglos XV y XVI se creó, por el Gobierno del reino de España, el cargo de Comisario para Tesoros de Galicia.

San Cipriano junto con Simón el Mago o Salomón son los tres famosos magos de la Antigüedad a los que se les atribuye la autoría de numerosos libros mágicos.

La clavícula de Salomón

Se trata de unos textos de magia atribuidos tradicionalmente al rey Salomón, hijo de David, aunque parece improbable. Esta hipótesis parte de épocas remotas así lo afirma el historiador judío Flavio Josefo, descendiente de una familia de sacerdotes y testigo ocular de la destrucción de Jerusalén y del segundo Templo en la marcha de Tito sobre Judea en el año 70 de nuestra era. Escritos originalmente en hebreo y traducidos posteriormente al latín,  su contenido trata, entre otras cosas, de magia  e invocación de espíritus por medio de conjuros que siguiendo el ritual obligan a las fuerzas sobrenaturales a cumplir la voluntad de quien solicita su presencia.

Su contenido se ha preservado lo largo de toda la Edad Media transcribiéndose en sucesivos manuscritos de forma mutilada e incompleta obteniendo como resultado una mezcla de signos, gráficos, pantáculos (medallas), ritos…, que nada tienen que ver con los manuscritos conocidos como la Clavícula (llave) de Salomón, título que encabezó el índice de libros prohibidos por la Inquisición desde su misma creación.

El origen del texto fue una revelación, Salomón en sus oraciones pedía sabiduría para impartir justicia con mayor ecuanimidad, un ángel del Señor le proporcionó en sueños el conocimiento sobre todas las criaturas y todas las cosas. En uno de estos manuscritos,[5] Salomón le dice a su hijo Roboam:

…compuse cierta obra en la que refiero el secreto de los secretos, y en la que los he preservado ocultos, y también he ocultado en ella todos los secretos de las artes mágicas de muchos maestros[…] te ordeno que hagas un cofre de marfil y en él pongas, guardes y escondas esta mi Clave, y cuando yo haya pasado a reunirme con mis padres, te ruego lo pongas en mi sepulcro, sobre mí, para que en otro tiempo no pueda caer en manos de los malvados…

Para comprender bien el empleo de estas artes mágicas, es necesario saber utilizar diversas materias primas, a veces difíciles de conseguir, así como tener conocimientos sobre los planetas, algunos metales y hierbas, todo ello descrito en unas tablas donde se enumera la hora determinada para poder invocar a cada uno de estos espíritus con éxito, completándose la acción con la realización de círculos mágicos y conjuros a través de los cuales se puede armonizar con ellos.


La obra circuló primero manuscrita y después en impresiones sobre todo francesas. Al igual que El Ciprianillo, con toda probabilidad,  se debió consultar en círculos cultos. La Clave dedica todo un capítulo (Capítulo XIV-Libro I) al modo de convertirse en dueño de un tesoro poseído por espíritus y la manera de proceder para conseguirlo.
Tratado de alquimia llamado como "Splendor Solis" del siglo XVI, conservado en la Biblioteca Británica de Londres.
En la imágen observamos un detalle de "la extracción de la materia prima y sus cuatro elementos"
Los Libro­-Registro Estatales

Una publicación del año 1831 denominada Registro y Relación General de Minas de la Corona de Castilla recopila los expedientes de autorización para llevar a cabo la búsqueda y posesión de tesoros sobre los que algunas personas tenían noticia, expidiéndose para ello las correspondientes Reales Cédulas a los interesados, las fechas se remontan a 1589 y llegan hasta 1701. Como es lógico los expedientes incluyen una relación de los lugares en los que supuestamente se encontraban éstos, que, por lo general, suelen coincidir con  lugares en los que se aprecian restos antiguos de marcado interés arqueológico.
Calendario astrológico del año 1755 conservado en el Archivo Histórico Provincial de Albacete.
 La astrología era una de las materias de conocimiento obligado para conocer 
bien el empleo de las artes mágicas


T E S O R O S

Desde el año de 1589 hasta el de 1701, de petición de varios interesados, se expidieron las competentes Reales Cédulas para descubrir algunos tesoros que tenían noticia hallarse ocultos en diversos puntos del reino; cuya relación, con expresión de los pueblos y sitios de algunos de ellos, es en la forma siguiente.


Los relativos a la provincia de Albacete son:
Partido de Alcaraz.
-En la ciudad de Alcaraz en una casa derribada. 
-En la “Barcaña” (quiere decir barbacana del castillo) dentro de la fortaleza derribada della.
-Encima de Reolid, en un cerro que había unos Villares junto a las Herrerías Viejas.
-En la aldea de Paterna junto a la iglesia.
-En termino del lugar de Paterna, en un encinar.
-A media legua de Vianos, en la Fuente de la Mora donde había unos Villares antiguos.
-En la villa de Lezuza, partido de Alcaraz, en una torre muy antigua que llaman de Luzon.
-En la villa de Barrax, en el sitio llamado Morrica del Tesoro, junto a la cañada de las Cabras.
-En el término de Almansa.
-En las villas de Munera y Lezuza, provincia de La Mancha, en los sitios llamados Lechina,   Santo Domingo y el Hondonero.
-En Villarrobledo.
-En el pago de Hegiruela (lease Higueruela) jurisdiccion de Chinchilla.
-En la villa de la Osa, provincia de La Mancha, al sitio llamado de Rochafrida, en la falda de el que cae a la parte por do sale el sol, en una isla que se entraba por agua.
-En el lugar de la Roda.
-En el termino de Villarrobledo y cueva que llamaban de Cutiri Viejo, cerca del pinar, por el camino que dicen de Prado Ancho.
Castillo de Rochafrida. (Estado actual)
Torre del castillo de Lezuza, llamada de Luzón (estado actual)


AVERIGUACIONES, RECOPILACIONES OFICIALES Y ENCUESTAS

Relaciones Topográficas de Felipe II

Las Relaciones Topográficas de los pueblos de España, hechas de orden de Felipe II es el nombre con que comúnmente se conoce a una obra estadística resultado de una encuesta que se elaboró entre los años 1575 a 1579 con el objetivo de obtener una descripción detallada de todos los municipios del reino. El interrogatorio es muy exhaustivo, se compone de 59 preguntas entre las que figuran algunas que hacen referencia a la fundación, conquista, situación, riqueza, orografía del terreno, Villaverde de Guadalimar es el único municipio de la provincia que hace referencia a la existencia de tesoros de los moros ubicados en la peña del Cambrón, así responden:

En lo alto de la peña hay edificios viejos como antiguamente los moros se debieron de hacer fuertes y hicieron casas y así se entiende porque se ha tenido noticia que han venido por orden de los moros del Reino de Granada antes que se alzase  moros a sacar los tesoros que habían dejado enterrados los que hicieron aquellos edificios y así hay hoyos y paredes desvueltas y en muchas partes cavado donde los sacaban y buscaban…
Peña del Cambrón (Villaverde de Guadalimar)
La encuesta de la Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Albacete.  Los ensueños
La encuesta –sobre la que volveremos– fue elaborada en 1929, abordó un ambicioso proyecto de recopilación de toda la información concerniente a la provincia sobre arqueología y folklore, algunas de sus preguntas indagan sobre la existencia de creencias relacionadas con los sueños y las adivinaciones, así en Ossa de Montiel el informante de la encuesta, que es el párroco, afirma que los vecinos de aquella localidad concedían mucha veracidad a los ensueño, sobre todo los relativos a tesoros (Sánchez Ferrer, 1990).
Plano del término de Villaverde en 1753, dividido en dehesas y baldíos. La villa está representada por su Iglesia en
posición central y circundada por riachuelos y el río "Guadalimar". Alrededor están representadas las villas vecinas.

Las Relaciones del Cardenal Lorenzana sobre los municipios que integraban la archidiócesis de Toledo en 1784

Conocidos son también los casos de quienes se han obsesionado por los tesoros invirtiendo en ello su capital y su vida. En las respuestas a las citadas relaciones sobre la situación y aspectos de El Bonillo, el cura se hace eco de una riqueza conocida pero no aflorada sobre metales preciosos –plata- aún por hallar en el paraje que se conoce como Lages, entre El  Bonillo y Viveros, lugar donde un vecino de la localidad, con permiso y autorización real, ha realizado varias tentativas y ha gastado parte de sus caudales sin que su afán se haya visto recompensado con el preciado tesoro.

LAS LEYENDAS EN LOS PUEBLOS DE ALBACETE

El oro y el moro
Bienservida

En Bienservida circula una leyenda según la cual, en la calle de la Torre hay una casa  de la que parte una cueva excavada en la roca que se comunica con una salida en Cerro Vico (Ortega, 2012). Parece ser que la existencia de ese largo pasadizo artificial fue confirmada por un práctico experimento: en la boca de la gruta fue arrojado un gato que, después de cierto tiempo, salió por la cueva de la casa.
También se dice que esta cueva comunicaba con los sótanos de la próxima torre árabe que todavía se puede visitar o lo que queda de ella. Además, se dice que algo más abajo la cruza un río subterráneo que corta el paso. Imposible es ya recorrer los pasadizos de esta cueva que sí existió, su recorrido fue cegado al depositar en ella sus mismos escombros para construir sobre sus cimientos una casa nueva.
Situados ya en el escenario, volvamos a la leyenda: a finales del siglo XIX o principios del XX, llegó al pueblo un moro vistiendo exóticas ropas y hablando un castellano que parecía antiguo, con él llevaba unos viejos pergaminos en los que se reflejaba una cueva en Cerro Vico, donde, al parecer, sus antepasados habían enterrado sus tesoros al tener que abandonar, tras ser derrotados por los reyes cristianos, estos lugares. Como el paso del tiempo borraría de la memoria el lugar de la ocultación y para que el secreto sólo fuera conocido por las generaciones familiares, los antepasados señalaron el sitio exacto con la plantación de una especie de árbol raro en el pueblo, un saúco. Sin embargo con el paso de los siglos, la planta -si alguna vez existió- había perecido, los más ancianos dudaban de haber visto algo, algunos creían recordar haber oído…y así, ante tanta incertidumbre, el peculiar personaje, descorazonado, abandonó el lugar no sin antes sembrar la zozobra en los lugareños con unas palabras que más o menos decían así:
- "¡Si ustedes supieran el oro que hay aquí enterrado no dudarían el allanar este cerro a espuertas!".

Historias de la “mili”
Villaverde de Guadalimar, Nerpio, Agramón y Madrigueras

Según cuentan había un soldado natural de Villaverde del Guadalimar que cumplía el servicio militar en las antiguas colonias de África. Este soldado encontró en cierta ocasión a un moro que llevaba un plano en la mano y, cuando se acercó para mirarlo, observó sorprendido que se trataba de una representación de su pueblo, Villaverde, otras versiones ponen nombre y apellidos a los protagonistas para darle mayor veracidad, así los protagonistas fueron, el soldado, Francisco José Gallego Medina, su madre, la señora Felipa, el alcalde, don José Valle, y la criada de éste, Dolores, casada con un tal Vicente Verdú (Noguero, 2013: 124-127). El muchacho, ateniéndonos a esta versión, había entablado amistad con un moro quien le confesó conocer el pueblo albaceteño de oídas pues su padre había trabajado muchos años atrás en el convento, ante la estupefacción del soldado, el moro trazó un plano del lugar, inmediatamente nuestro protagonista se lo compró.
Francisco José llevaba poco tiempo en el servicio militar y todavía permanecería muchos meses en tierras africanas antes de regresar a su pueblo. Impaciente por descubrir si era cierta la historia del tesoro, escribió a su madre contándole donde estaba escondido. Pero la madre no sabía leer y su marido se encontraba de viaje, por lo que la buena mujer, ignorando completamente el contenido de la carta, se dirigió al alcalde para que la pusiese al corriente de las noticias del hijo. El alcalde leyó íntegramente la carta a excepción de lo relativo al tesoro. Posteriormente, y sin ninguna compañía se dirigió al lugar que indicaba la carta, el convento de los franciscanos, y dentro de sus muros, la chimenea principal, así con tan precisas señas don José no tardó en dar con el objeto buscado que consistía en un montón de barricas de oro y aunque guardó el secreto celosamente, sus precauciones no lograron evitar las sospechas de la sagaz criada, a la que le prohibieron por espacio de dos o tres semanas limpiar una habitación que se cerró o, mejor dicho, se precinto con llave, cuando se supo lo ocurrido, el testimonio de Dolores cobraría especial importancia pues suponemos que ayudaría a atar cabos más con suposiciones que con hechos pero así surgen las leyendas.

Años más tarde, otro alcalde, que se había enterado de la inesperada fortuna de su predecesor, derribó lo que quedaba del convento con la esperanza de encontrar más tesoros, pero esta vez sin éxito alguno. Y es que la fiebre repentina de la búsqueda de tesoros no solamente vino por el hallazgo del oro del convento, sino por la aparición también de unas monedas donde hoy se encuentra la Casa de la Cultura[6].

Cimbra de la concucción de agua del convento de
Villaverde de Guadalimar. (A. Matea)
Este es el motivo que otorga la leyenda a la desaparición del edificio conventual, no a la Desamortización y al abandono del lugar por la comunidad religiosa, no, sino la codicia del alcalde por los presuntos bienes escondidos. La historia real del edificio es otra pero tienen un punto en que ficción y realidad se confunden.

El viejo convento (construido a doscientos metros del pueblo y entre dos montes) fue fundado en 1486 por el conde de Paredes, junto a la ermita de Nuestra Señora del Corpus Christi, y fue clausurado en 1821, a partir de esta fecha la ruina del edificio fue avanzando hasta que en 1994 los pocos restos que quedaban en pie fueron demolidos y sus materiales reutilizados en arreglos municipales (Carrión, 2006: 129-146).
La leyenda del tesoro y el mapa del moro debieron calar hondo en la población y no faltarían los merodeadores, asaltadores y buscadores furtivos de tesoros. En 1838 y ante el deterioro y peligro del edificio, unidos al saqueo de ventanas, puertas y otros enseres que quedaban en su interior, el ayuntamiento contrata centinelas armados, “los cuales estuvieron tres o cuatro días con salarios crecidos” para pasar después a contratar a un vigilante permanente, gasto que el municipio no puede costear y se pide ayuda a la Junta Superior de Enajenación de Efectos y Edificios de los Conventos de la Provincia. Las autoridades proponen ofrecerlo para habitarlo de forma gratuita a cambio de su vigilancia pero nadie se ofrece para tal fin. El expolio del convento era de tal magnitud que se denuncian los hechos ante el Juzgado de Primera Instancia de Chinchilla, en el mismo documento municipal se habla de reintegrar “el valor de algunas tinajas y otros efectos de alguna estima del referido convento”[7].


AHP AB, Clero, caja 4614, expediente 11























Idéntica leyenda protagoniza otro soldado, esta vez de Agramón que realiza el servicio militar en Melilla donde obtiene información de un moro, cuyos antepasados le habían hablado de una cueva en la Sierra de las Cabras donde hay un gran tesoro al que nadie puede acceder pues se encuentra aislado por un gran abismo. Al otro lado hay un moro de piedra dispuesto a golpear a quien lo atraviese (Iniesta y Jordán, 1995: 24).

El entorno del castillo de Taiblilla, en Pedro Andrés, pedanía de Nerpio, también es lugar famoso por el mismo motivo, los mozos que cumplían el servicio militar en las colonias de África recibían noticias de los suntuosos tesoros enterrados por los moros en el castillo, tanto es así, que se cuenta que en sobre los años cincuenta del pasado siglo se llevaron a cabo unas excavaciones vigiladas por la Guardia Civil.

Lo mismo le ocurrió a un soldado de Madrigueras a quien un moro le indicó el lugar exacto, un cerro llamado Cabezo de los Hilos donde supuestamente había mucho oro. Al regresar a su pueblo, el muchacho cavó afanosamente pero no encontró nada. El lugar, situado en la confluencia de los términos de Madrigueras, Mahora y Motilleja, se corresponde con un yacimiento arqueológico bien conocido aunque sin excavar (VV. AA. ,2012: 65).



La vida es sueño.
San Miguel de Susaña y La Alcadima (Liétor)
Situación de San Miguel de Susaña, localidad que desapareció en el s. XIX. Mapa de la compra
 del término por parte de El Bonillo a la corona. (AHP de Albacete)
Contaba mi abuela[8] que era una gran contadora de cuentos, que en una población llamada San Miguel de Susaña cercana a El Ballestero, pero hoy en día desaparecida, vivía un pobre campesino cuyos sueños eran importunados por un mensaje, una voz, que le avisaba de que en la plaza de Valencia encontraría la felicidad, alentado el hombre por tal perspectiva encaminó sus pasos hasta la ciudad del Turia y allí en su plaza mayor pasaba los días esperando “la felicidad”, su presencia no pasó desapercibida para el resto de los ciudadanos, y así un día se acercó a él un hombre movido por la curiosidad y le preguntó cual era el motivo de su estancia tan solitaria en la plaza; cansado y decepcionado como ya estaba nuestro campesino por la espera, le contó la verdad, y éste riendo le dijo:

- Ah! Los sueños! Yo también sueño que en una aldea llamada San Miguel de Susaña hay una casa, en la casa un corral, y, en el corral, una losa de piedra blanca sobre la que duerme una cabra. Debajo de la losa hay un tesoro.
Alarmado y disimulando el regocijo que le proporcionaba la descripción exacta de su vivienda volvió a toda prisa a su aldea, levantó la losa del corral y, efectivamente, encontró el tesoro. No sabemos si le proporcionaría la felicidad pero seguramente le ahorraría muchos desvelos.

La Alcadima es un caserío de Liétor abandonado desde hace tiempo, que lleva, como Ayna, en su topónimo la herencia árabe, “La Antigua” es su traducción al castellano[9]. Según cuentan, cuando todavía estaba habitada esta aldea, había allí un hombre que soñó en repetidas ocasiones que en el puente de Murcia encontraría la fortuna. Ante la insistencia del sueño decidió ir al citado puente, construido sobre el río Segura, y sentarse allí a esperar. Después de varios días un desconocido le preguntó por qué estaba tanto tiempo allí sentado, por lo que le contó su sueño. Este hombre le dijo entonces que no hiciese caso de tales sueños, pues él mismo había soñado que en un lugar llamado La Alcadima existía un tesoro oculto donde dormía una cabra roja[10]. Al oír  estas palabras nuestro hombre se fue raudo y veloz a su aldea y se puso a cavar el suelo de la cuadra donde dormía una cabra rojiza, hallando una bolsa de piel que guardaba en su interior numerosas monedas de oro.
Puente sobre el rio Mundo a su paso por La Alcadima (Liétor)
Quien mucho habla, mucho yerra.
El Ojuelo (El Salobre) y Villamalea

En El Salobre, cerca de la aldea hoy en día abandonada de El Ojuelo, junto al collado de Juan Calabria, se encuentra el cerro de Agudo sobre el que se cuenta la historia de un tesoro malogrado por la candidez de su descubridor. Según esta historia, a mediados del siglo pasado, un pastor llamado Sabino había soñado en repetidas ocasiones con la existencia de un tesoro en este cerro. Como el sueño se volvía a repetir noche tras noche, decidió por fin subir al citado cerro y ponerse a cavar con pico y pala levantando con gran esfuerzo las piedras que allí encontraba, el tiempo y el esfuerzo invertido por el pastor se vio finalmente recompensado y su premonición cumplida cuando halló una orza llena de monedas antiguas.

El brillo del metal le inundó de felicidad, quizá ya fuera rico, pero, ¿cómo saberlo? En aquellos años una de las personas más instruidas en cualquier pueblo, junto con el cura y el alcalde, era el maestro, ambos constituían la autoridad por excelencia, así que el pastor se encaminó a El Ojuelo y descubrió su secreto a éste ultimo mostrándole las monedas para que las tasase, pero, aquel, más ladino, le dijo a Sabino que así, a simple vista, no lo podía saber, pues era preciso que las examinase un experto. El maestro, que según dicen, antes de dedicarse a la labor pedagógica había sido cura[11], cogió la orza con las monedas y se las llevó a la capital. Pero cuentan que no volvió a aparecer por la aldea hasta muchos años después dueño de una inmensa fortuna que nadie supo cómo la había obtenido.

La leyenda del pastor iletrado también se repite en Villamalea.

¡Ábrete, sésamo!
Hellín

En Hellín, la tradición oral afirma que existe un túnel excavado por los moros que comunica el viejo castillo con la gruta de la cueva Allá, el pasadizo contaría con otra galería que llegaría hasta la ermita del Rosario, debajo de este emplazamiento es donde supuestamente,  el rey moro, en vista del empuje cristiano en plena Reconquista que lo exiliaría de sus tierras, había ordenado fundir todo el oro que poseía, realizando un gigantesco toro de oro macizo depositándolo en las profundidades de la tierra para que, aun siendo encontrado, nadie pudiera extraerlo y disfrutar de su riqueza (Iniesta y Jordán, 1995:22-23).

Casas y casos.
Liétor y la casa de doña Salomé

En el siglo XVIII vivió en Liétor  una señora muy acaudalada, doña Josefa de Sandoval, que recibía las rentas de sus posesiones en Villanueva del Arzobispo, Veas de Segura, Terrinches, Ignatoraf y otros lugares, como es lógico reuniría en su casa de la calle Canaleja oro en abundancia, se dice que su marido, que era aficionado al juego, en colaboración con el boticario elaboraron una sustancia para adormecerla y robarla, al excederse en la dosis doña Josefa resultó muerta y los causantes para evitar ser ajusticiados simularon un suicidio colgándola de una cuerda en el hueco de la escalera. Todos estos rumores, nunca contrastados, pesaron tanto sobre el marido que vendió la casa y se marchó del pueblo. El inmueble pasó después a ser propiedad de doña Salomé, nombre con el que se conoce la casa donde según la leyenda duerme todavía el tesoro escondido por su primera dueña (Navarro Pretel. Díaz Rodríguez, 1990)

La “mala pata”
Fuente Albilla (Liétor)

En esta aldea se cuenta otra leyenda universal sobre tesoros, la de la mula, asno en otros lugares, que mientras abrevaba hunde su pata en el terreno, el agricultor que se percata del hecho, escarba y encuentra un puchero lleno de oro (Navarro Pretel. Díaz Rodríguez, 1990).

Tesoros que traspasan fronteras
Torre de Juan Abad y la gallina con los polluelos de oro

Torre de Juan Abad es un municipio de la provincia de Ciudad Real, conocido sobre todo por haber sido señor de la villa don Francisco de Quevedo allá por el siglo XVII, sin embargo para nuestros antepasados de la sierra de Alcaraz[12] era famoso por el robo de la Torre de Juan Abad, la leyenda parte de un hecho verídico como fue el asalto en el año 1873 a la casa de don Juan Tomás de Frías y del Castillo por una partida de carlistas que buscaban dinero y para ello nada mejor que dirigirse a la casa de este terrateniente.

Los salteadores ataron y confinaron en una habitación a don Juan Tomás y a su hijo, registrando concienzudamente toda la casa y cargando varias mulas para llevarse consigo todas las joyas, dinero y cosas de valor que encontraron a su paso. Cuando el silencio parecía adueñarse de la casa, el padre preguntó al hijo ¿han tocado los “santos”? Ante la respuesta negativa del retoño, el progenitor contestó aliviado: - “Entonces, todavía somos ricos”. Según esta versión de la leyenda las imágenes religiosas de la capilla de esta casona estaban huecas y servían como huchas gigantescas para guardar monedas de oro. Los ladrones no llegaron a intuir si quiera su contenido.

Sin embargo y para darle más veracidad  al asunto, se decía que al huir con la preciosa carga los asaltantes caminaron por sendas tan poco transitadas y desconocidas para ellos que se perdieron y se dispersó parte del botín pues una de sus mulas – también robadas- en la oscuridad de la noche se alejó y volvió a su lugar de origen, que no era otra población que la de la informante, El Ballestero. Y, ¿qué parte del botín fue a parar a este pueblo? Pues nada más y nada menos que la mítica clueca de oro con sus polluelos. La familia en cuyo hogar la mula descargó tan preciada fortuna nunca dio muestras de ostentación, ni confirmó ni desmintió la posesión de tan singulares piezas de oro.
tratado de alquimia Splendor Solis. En la imagen: Sol Rojo  

QUÉ HAY DE VERDAD EN LOS HALLAZGOS DE TESOROS

La documentación sobre tesoros en los archivos públicos del Estado

Parece que el primer hallazgo documentado de tesoros fue el ocurrido en Alcaraz en las fechas comprendidas entre 1213 y 1239, en todo caso, unos años después de la reconquista de esta plaza, el lugar de ubicación fue el paraje conocido como “El Santo”, nombre que proviene de los propios objetos allí encontrados.
Ruinas de la casa de Merced u hospital de cautivos en "el Santo" del Alcaraz viejo


Ya en aquellos tiempos se sabía de la antigüedad del lugar conocido como “Alcaraz viejo” que dataría de tiempos de los romanos y probablemente pervivió hasta época visigoda, hoy en día quedan restos de lo que fue un  hospital o casa de merced dedicado a captar recursos para rescatar a cristianos cautivos en manos de los moros y a simple vista se observan piedras de lo que debió ser una población, ahora saqueada y expoliada hasta la saciedad (Pretel, 1988: 47-48). En sus inmediaciones se han encontrado monedas, esculturas, sepulturas, estelas esculpidas y señales de cruz talladas en la roca. Los primeros hallazgos, como decimos, ocurrieron en el siglo XIII cuando se descubrieron  unos “santos” que bien pudieran ser esculturas romanas.  El Catálogo de Amador de los Ríos recoge una historia inédita del que fuera Registrador de la Propiedad en Alcaraz e insigne investigador local, don Marco Hidalgo, sobre el hallazgo de monedas romanas e ibéricas y una estatua de mármol en el mismo lugar (Pretel, 2011: 47-48).

En el año 1478, los Reyes Católicos escriben al prior de Aracena, don Pedro de Alcaraz, ordenándole que averigüe quienes han encontrado tesoros en Alcaraz, su término y en las encomiendas de Socovos y Yeste pues según las noticias desde hace treinta años a esta parte son tan numerosos los tesoros de oro, plata y monedas que se han descubierto en esa zona que los reyes no pueden pasar por alto el pago del impuesto del quinto. Unos días después de esta carta los reyes rectifican y vuelven a escribir a don Pedro de Alcaraz, en esta ocasión, sin duda como reconocimiento a los servicios prestados, le otorgan facultad para que a lo largo de toda su vida pueda excavar y buscar tesoros de oro, plata, joyas,  monedas y otras cosas “que vos dixeren e supiéredes donde están” en cualquiera de los lugares ya mencionados, añadiendo otro premio más, la exención del pago del impuesto del quinto sobre los hallazgos[13]. De este documento se desprenden varios hechos interesantes:
-         Que desde 1440 aproximadamente hubo una fiebre por buscar tesoros tanto en el término de Alcaraz como en Socovos y Yeste.
-         Que existían puntos clave, por eso los reyes recalcan al prior sobre los lugares que “os dijeren y que sepáis”, ambas cosas.
-         Que se hallaron piezas interesantes hasta el punto de que llegó a la Corona la noticia de los hallazgos.
-         Que se escamoteaba el impuesto del quinto, es decir, una quinta parte sobre el valor del tesoro encontrado que se debía pagar a la Hacienda Real.
Los Reyes Católicos conceden licencia al prior de Aracena Don Pedro de Alcaraz para que pueda buscar "en toda su vida de quales quier tesoros que se fallaren en Alcaraz en su tierra e las encomiendas de Socovos e Yeste con los derechos del quinto"

Como se desprende del punto anterior, no existía sensibilidad ante el Patrimonio sino acerbo recaudatorio, de ahí el impuesto del quinto, de ahí que se castigara a quien no declarase.

En 1479 llega hasta el Consejo de Castilla el hallazgo de otro tesoro en Alcaraz, los afortunados descubridores, si es que se les puede llamar así, son “Juan hijo de Pedro Ortega e Iván Sanchez Garçia e Juan Soriano su hermano vesinos de logar de la tierra e termino y jurisdiçion de la çibdad de Alcaraz fallaron un cántaro lleno de monedas de oro” a quienes someten a tormento para que declaren cuanto han descubierto, éstos negando los rumores a pesar de las torturas, son conducidos ante la Corte donde se ratifican en que no son ciertos los rumores y se ofrecen a pagar de su costa la averiguación de tal hallazgo en Alcaraz.

Sobre el año 1550 se encuentra en el mismo archivo de Simancas una petición de Catalina de Céspedes, viuda de Leonardo de Castro, quien sabe desde tiempo atrás que en el término de Alcaraz , en Beas, en el campo de Montiel, en Lorca reino de Murcia y en Xátiva reino de Valencia se hallan enterrados tesoros antiguos, por ello solicita licencia real para buscarlos y “gozarlos”. La ingenuidad con la que se redacta este documento nos muestra la fe que la gente tenía en el hallazgo de tesoros ocultos.



El tesoro de la Peña Bermeja, Liétor

En el Archivo Histórico Nacional [14] se conserva el expediente de un hecho ocurrido en Liétor en el año 1581, Florentina de Belmar, vecina de la villa,  viuda de Alonso Moreno, recibe un día, en su propia casa, la visita de un tal Alonso González, natural de Alcaraz que se dice ser zahorí, poseedor de una gracia natural para vislumbrar las cosas enterradas, tanto tesoros como minas y otros metales  -su verdadera profesión es cardador de lana pero eso ahora no importa-. Éste le propone un trato: a sus oídos ha llegado el rumor de que en una viña propiedad de Florentina, situada a la orilla de un río, en el paraje conocido como Peña Bermeja, se halla escondido un tesoro de gran valor, por lo que Alonso implícitamente deja traslucir un acuerdo y le pide a la viuda que lo acompañe a la viña, llegados al lugar el zahorí le transmite lo que percibe gracias a sus cualidades sobrenaturales, el tesoro es de oro, no está encantado y  la profundidad a la que se halla es de dos estados aproximadamente.

Con estas confidencias y vaguedades queda cerrado el primer encuentro entre ambos, sin embargo, el tal Alonso esa misma noche acompañado de algunos hombres vuelven al lugar y cavan con ahínco, varios testigos del pueblo han visto con sus propios ojos o han oído decir que encendieron una lumbre, al rescoldo de su calor y su luz hicieron un hoyo, algunos de los testigos dicen que en el silencio de la noche, roto tan  sólo por el entrechocar de los picos y palas contra la tierra, oyeron la siguiente expresión: “¡Bendita sea Nuestra Señora!”, a partir de ahí todo el mundo supone que encontraron lo que buscaban, sin embargo en el interrogatorio que sigue a la denuncia interpuesta por Florentina, los que cavaban respondieron negando el presunto botín y diciendo que se sintieron burlados por el zahorí pues unas veces les decía que cavasen hacia un lado y otras veces hacia el otro, el propio zahorí les propuso abandonar la viña hasta media noche en que le llegaría la “gracia” y les diría el sitio exacto, sin embargo ellos dicen que no regresaron y que, por supuesto, no hallaron cosa alguna de valor.

En vista de que no hay pruebas contundentes, los encausados son puestos en libertad por la justicia de Liétor. Contrariada e insatisfecha con el fallo nuestra protagonista apela a superior instancia judicial, la del partido de Caravaca, donde se vuelve a abrir un nuevo proceso que concluye con la pena de real y medio por los daños que Alonso González y sus acompañantes causaron en la raíz de una parra de la viña de Florentina, ante este nuevo revés, la mujer vuelve a apelar a la más alta instancia, la Chancillería de Granada, en esta petición la rumorología ha elevado el valor del tesoro a más de treinta mil ducados, cifra a todas luces fantástica, pues para hacernos una idea, por estas fechas aproximadamente Albacete pagó a la Corona ocho mil ducados por ampliar su término en dos leguas, unos 12 km. a la redonda. Al no conservarse el expediente íntegro no conocemos el final, aunque suponemos que será similar a los anteriores debido a la inconsistencia de las pruebas.



Los hallazgos bien y mal parados
Los tesoros aparecían, generalmente por sorpresa, por ejemplo, al derribar una casa vieja como ocurrió con la demolición de un inmueble donde se edificó en los años 50 el edificio sindical de la plaza de las Carretas, en cuyo subsuelo se encontraron unas monedas del siglo XVII (en el Museo Provincial) o el aparecido en Yeste del que tan sólo quedan algunas cartas y un oficio que el Gobernador Civil dirigió al Comisario Provincial de Excavaciones Arqueológicas de Albacete en el año 1961, en el que comunica que tras las averiguaciones pertinentes, la Alcaldía de Yeste afirma que, efectivamente, un vecino de la localidad encontró un tesoro de monedas de plata en abril del año 1960 pero que la esposa del susodicho dispuso de ellas convenientemente cambiándolas  con unos comerciantes ambulantes por unas piezas de tela y dinero en metálico. La ignorancia y el apresuramiento en recoger los “frutos” de lo encontrado han sido un tándem peligroso que ha contribuido al expolio y destrucción de la riqueza arqueológica.

Moneda de los Austrias perteneciente al tesorillo hallado al
construir la casa Sindical en la plaza de las Carretas(Albacete)

En el año 1944 tuvo lugar un hallazgo fortuito en Barrax, en el paraje conocido como Morra de los Árboles, mientras se llevaban a cabo las obras en la carretera de Albacete a Munera, el expediente instruido por el Gobierno Civil se conserva en el Archivo Histórico Provincial[15]. Con el fin de ahorrar explosivos en la cantera se decidió practicar excavaciones en la Morra, resultando que al efectuarlas fueron descubiertos unos objetos, que tras el entusiasmo inicial, causaron una gran decepción en los obreros. El alcalde de Barrax inspeccionó el terreno acompañado de las autoridades y personalidades de la época: el jefe local del Movimiento, el cura, el maestro y el secretario del ayuntamiento, inmediatamente dio cuenta de los hechos al gobernador en estos términos:

…el hallazgo consistía únicamente en un trozo de mineral o metal que más parece una aleación defectuosa de cobre con estaño y bronce que los obreros rompieron en dos a fuerza de golpes para conocer de qué se trataba, una vasija pequeña de barro cocido que por encontrarla rara y fea también fue destruida, sin pensar que acaso pudiera tener valor al pertenecer a la antigüedad, un asta de ciervo que bien pudiera ser de reno, un esqueleto, quizá humano, en posición sentado, el cual se redujo a polvo al removerlo; un trozo de hueso medio calcinado por el fuego que podría ser parte de uno largo perteneciente a alguna extremidad humana…estos huesos, el asta y los cascotes fueron recogidos por el ingeniero de la obra y transportados a la capital.



los buscadores de tesoros y la inquisición

Modus operandi

Desde el momento en que los buscadores de tesoros se apoyan en la magia, la “gracia” la videncia, el encantamiento, la adivinación o la rabdomancia pasan a ser objetivo de La Inquisición, institución eclesiástica bajo control de la monarquía cuyo fin primordial desde su creación fue la erradicación de la herejía y castigar los delitos contra la fe. Bajo este amplio paraguas cabían muchas culpas: hechicería popular, brujería, homosexualidad, blasfemos, sospechosos de ritos judaizantes, herejes, lectores de libros prohibidos…

El Tribunal del Santo Oficio ejercía mediante un procedimiento judicial: acusación, investigación, interrogatorio generalmente con tortura y condena, si procedía. Estos procesos se registraban por escrito conservándose actualmente en los archivos eclesiásticos, a través de ellos conocemos varios casos de encausados en la provincia de Albacete.

Grabado de la ciudad de Chinchilla. Juan Palomino (1778) publicado en el Atlante Español.


Chinchilla, año 1583

Joan Ribas preceptor de gramática testificó que Monsarrate, de profesión zapatero, andaba solícito en buscar tesoros y le había dicho que tenía un documento con unas instrucciones[16]:
…que se había de matar un cabrón negro en día de martes, hacia el oriente y se habían de decir ciertas palabras de las cuales le dijo una que era baramana, y que luego se habían de ver ciertas visiones, con las cuales se había de razonar, y que ellas dirían donde estaba el tesoro. Y que no sabía si esto lo había puesto por obra el dicho Monsarrate, más de que le dijo lo suso dicho estando solos y le dijo también que el dicho documento lo había hecho traer de Constantinopla. 





Albacete, año 1738
Corría el año 1738 cuando el Alférez José R. procedente del regimiento de Granada se hospedó por un tiempo en casa de Pedro Carrasco, presbítero de Albacete. El trato recibido por el alférez debió superar sus expectativas por lo que en agradecimiento de ello, mostró al cura un libro escrito en árabe en el que según confesó venían descritos todos los lugares en los que se hallaban tesoros ocultos. A continuación, arrancó una hoja al azar, que situaba uno de estos tesoros en Jumilla y se la entregó a Pedro Carrasco[17](Blázquez.1984:181-185).

Este suceso pudo haber quedado así, pero la casualidad hizo que meses después acertara a pasar por esta casa un moro al que Pedro le mostró la hoja que le entregó el alférez y que aún conservaba. El moro, aprovechándose de la ignorancia de Pedro Carrasco, le aseguró que lo que verdaderamente describía la hoja era la existencia de un tesoro oculto en su misma casa y que él lo podía sacar. La codicia del presbítero hizo el resto y esa misma noche se presentó el moro en la casa y comenzó a recitar oraciones en su lengua, después, mezclando diversos ingredientes que originaron un intenso humo, le indicó a Pedro y a su hermano, el boticario Gil Carrasco, que también se encontraba allí, que picaran sin descanso en el suelo de la estancia. Por su parte, el moro puso en un plato trapos impregnados de aceite, quemándolos con el único candil que iluminaba la estancia e introduciéndoselos en la boca, creando con ello una peculiar puesta en escena; con algún pretexto el moro desapareció de la estancia mientras los hermanos continuaron picando hasta la extenuación, cuando éstos se percataron de su ausencia la casa estaba desvalijada y no había rastro del moro.

No debió quedar muy escarmentado el presbítero cuando tiempo después, al pasar por allí otro moro con destino a Cartagena, le volvió a enseñar la misma hoja. Tras leerla el moro le aseguró que, efectivamente, en la casa se hallaba oculto un tesoro, ofreciéndose para sacarlo a la luz; para ello, pidió unos ungüentos con los que fabricar tinta, realizando con ésta unos círculos en la mano del hijo de Gil Carrasco quien también se encontraba allí y que recelando el final de la historia, denunció el caso a la Inquisición cuyo tribunal solamente les reprendió gravemente, sin otras consecuencias.

Pedro Carrasco no cejó en su afán de buscar tesoros y aparece de nuevo en otro proceso de la Inquisición cuando contaba con 54 años de edad, lo que motiva a que la Inquisición practique un registro en su casa donde se le incautan algunos instrumentos “extraños al decir de los inquisidores y varios libros de magia, entre los que se encontraba La Clavícula de Salomón. En esta ocasión fue condenado a abjurar de vehementí[18], siendo desterrado ocho años, los tres primeros recluido en el convento de San Ginés de la Jara, privado de decir misa el primero de ellos, y confiscándole la mitad de sus bienes.

Detalle del croquis de la villa de Albacete(1767) donde se observa la parroquia de San Juan,
 algunas ermitas y el Altozano. Museo de Albacete.


Alcaraz, año 1653

En Alcaraz tuvo lugar otro episodio relacionado con la búsqueda de tesoros protagonizado por un anciano ciego llamado Miguel Meseguer[19](Blázquez, 1985). El anciano se presentó ante la puerta de una vivienda y le confesó a la dueña que en esa misma casa se hallaba oculto un gran tesoro de, al menos treinta mil ducados, ofreciéndose a sacarlo por una tercera parte. Con el consentimiento de la propietaria se puso manos a la obra dirigiéndose a una de las estancias y sacando cuatro varas acabadas en horquilla le dijo a la dueña que tantos giros diesen las varas, tantas medidas de profundidad correspondían al tesoro. La puesta en escena fue impecable, mientras preparaba los artilugios el ciego recitó la siguiente oración:

varicas criadas por Dios Padre, por Dios Hijo y por Dios Espíritu Santo, por la gracia de Dios alcanzo me digáis y declaréis cuantas varas de hondo está este tesoro.

A continuación, las varas rotaron en sus manos ocho veces, las velas encendidas de cera de la cofradía de las Ánimas –para mayor esoterismo- y la murmuración de extraños conjuros entre dientes hicieron que la dueña de la casa se asustase tanto que terminó echando al ciego. Lejos de servir de escarmiento, otro vecino que había soñado con un tesoro escondido en su propia casa, requirió los servicios del ciego quien  aprovechándose de su credulidad o de su codicia, o de ambas cosas, le vendió a precio desorbitado unos papeles llenos de fórmulas mágicas y unas velas para llevar a cabo el ritual, por supuesto volvió a ser otro fraude.

Los engaños de este peculiar personaje no terminaron aquí, sino que difundió públicamente que en un paraje de Alcaraz llamado los Pizarros de Valdeinfierno, existía otro gran tesoro, desatando con ello la fiebre colectiva por hallarlo y hacerse con su riqueza, la misma noche de su noticia, los vecinos enfilaron en procesión hacia el lugar indicado y, según los testimonios de los presentes, mientras éstos no paraban de cavar, el ciego daba buena cuenta de los víveres que los vecinos habían llevado consigo. Finalmente, fue detenido y condenado a doscientos azotes y reclusión perpetua.

Interpretación de Alcaraz en la Edad Media

Madrigueras, año 1776

Un suceso similar aconteció en la localidad de Madrigueras (Blázquez Miguel, 1985). Al parecer, a José Ibáñez[20] que padecía una lesión de corazón se le apareció un joven moro, apuesto y de pelo rojizo que dijo padecer un encantamiento. Dicho personaje le confió que junto a la ermita de San Jorge en el cerro del mismo nombre, se hallaba oculto un gran tesoro encantado como él. Para conseguirlo, solamente tenía que decir de camino al cerro la palabra “Justa Moyses” e invocar, “Leonit”, pues éste era su nombre. Una vez hecho esto, se abriría en la tierra un gran agujero que dejaría al descubierto una estancia en la que se hallaban tres o cuatro tinajas repletas de oro y sobre una de ellas, un conejo al que debía meter un sable por la boca (que previamente le había entregado el moro). Tras la muerte del conejo el moro quedaría desencantado y José, en justa compensación, disfrutaría del tesoro.

Casi todos los vecinos conocedores de este hecho acompañaron a José hasta el cerro, siendo obligado por la multitud a decir las palabras que le había confiado el moro, pues no le veían muy decidido a ello; cuando por fin dijo con voz temblorosa: “Leonit”  cayó desvanecido al suelo, sin que esto fuera motivo de preocupación del resto de vecinos que exaltados comenzaron a excavar sin ton ni son, dejando agujereado todo el cerro sin encontrar nada. Intervino el Santo Oficio y después de examinar a José Ibáñez, determinó que era una persona enferma y medio tonta, reprendiéndole levemente.



tesoros de albacete en los museos

La encuesta

En 1929 Joaquín Sánchez Jiménez, Presidente de la Comisión Provincial de Monumentos Histórico-Artísticos de Albacete, elaboró una encuesta de doce preguntas en las que solicitaba a todos los pueblos de la provincia su colaboración para obtener información sobre la posible existencia en el lugar de monumentos o vestigios de tiempos pasados y su situación. Las preguntas quinta y sexta de dicho cuestionario hacían hincapié sobre si existían en el término “ pequeñas eminencias en el terreno de las llamadas morras, en las que se diga que existen tesoros y si se ha realizado alguna excavación y que se sacó de ella”
Fueron varios los municipios que respondieron afirmativamente a estas preguntas que aludían directamente a tesoros como podemos comprobar en las respuestas que enviaron las siguientes poblaciones:
ALATOZ: “En el cerro llamado de la Sopa dicen existe un tesoro de los moros”
MADRIGUERAS: “En el paraje conocido por Cabeza de los Silos se dice existir”
PATERNA: “Sí, en el castillo próximo al pueblo han hecho excavaciones sin encontrar el tesoro que dicen existe, domas esta el castillo del Mencal que se dice de él iguales condiciones que el anterior”
SOCOVOS: “Sí, hace unos quince años se dice que se cazó un tesoro en un recipiente como orza”
YESTE: Este municipio respondió a la pregunta: ¿Existen ruinas de edificaciones antiguas? ¿Qué se cuenta de ellas? Respondió: “Sí, que en ellas hubo castillos de moros y que debe haber tesoros”
A partir de la década siguiente y a lo largo del siglo irán viendo la luz diversos tesoros, casi todos monetarios, que permanecían ocultos y que fueron descubiertos de manera casual, generalmente en la realización de labores agrícolas, ingresando la mayor parte de las piezas en diversos museos donde se conservan, estudian, divulgan y custodian.

Tesoro de Abengibre

Al parecer, durante el año 1934, mientras se encontraba realizando sus faenas agrícolas, Sebastián Pérez López descubrió a unos cuarenta cm. de profundidad veintidós platos de plata de diferentes tamaños y formas, junto con unas madejas informes de cinta del mismo metal. Los platos se encontraban en un hueco, separados entre sí por hierbas aromáticas en un paraje conocido como rambla de la Graja, en el Vallejo de las Viñas, a pocos kilómetros del pueblo de Abengibre.

El cura del pueblo, José Matencio, fue la persona que pasaría a desempeñar un importante papel, sobre todo a la hora de la venta del hallazgo, pues los descubridores le confiaron desde el principio, como persona más culta, el total de las piezas, que una vez en su poder dividió en tres lotes, más o menos homogéneos, uno de los cuales, compuesto de nueve platos de distintos tamaños y formas, algunos con pequeños dibujos grabados a buril de palmetas y alguna pequeña cabeza de guerrero y otros incluyendo textos en alfabeto ibérico, fueron vendidos al Museo Arqueológico Nacional. Del resto, otro lote, también de nueve platos terminó en Valencia, en manos del anticuario Apolinar Sánchez, que pronto lo ofreció al Estado, ingresando igualmente en el museo citado que de este modo consiguió 18 platos de esta vajilla y alguna madeja de cinta de plata. El resto pasó a manos particulares.

Joaquín Sánchez Jiménez estuvo desde el principio informado e interesado en el hallazgo de Abengibre para engrosar los fondos del Museo de Albacete, llegó a ver el primer lote que le fue mostrado por su descubridor, actuando de buena fe pidió a Sebastián Pérez que pusiera precio al lote, sin hacerle ninguna oferta inicial temeroso de no cumplir las expectativas que los descubridores se pudieran haber forjado; finalmente  y muy a su pesar no pudo impedir la dispersión de la vajilla de plata y su salida de la provincia de Albacete(Sánchez Jiménez y Pío Beltrán, 1962).

Tesoro de Abengibre (Albacete) Museo Arqueológico Nacional

Tesorillo de Nerpio

A mediados de 1941mientras Enrique Gil Romero aterraba una carbonera en un paraje del Cortijo del Espino, en la pedanía de Cañadas (Nerpio), su hijo que le acompañaba ese día removiendo la tierra descubrió seis monedas de plata, hecho que puso en conocimiento de su progenitor quién continuó removiendo la tierra en busca de más monedas hasta descubrir un total de 56 piezas (Sánchez Jiménez, 1943). Al hacerse público el hecho, otros individuos del pueblo se acercaron al mismo lugar encontrando otras cinco monedas.
El tesorillo completo, lo componían 67 denarios de plata acuñados durante los siglos II y I AC. Y se pudo rescatar debido a la rápida intervención de las autoridades locales, que fueron puestas en antecedentes gracias a la labor de Sánchez Jiménez, ingresando de este modo en el Museo de Albacete. El posible momento de esta ocultación debió coincidir con la guerra civil desarrollada en Hispania entre las facciones de Sertorio y Sila, en la que se movilizaron gran cantidad de tropas que utilizaron las cercanías de Nerpio en sus traslados entre la Bética y Levante.

Denarios republicanos de plata, siglos II-I AC. Tesorillo hallado en el Barranco del Espino (Nerpio) Museo de Albacete


Tesoro de Riópar

En Riópar, se descubrieron casualmente en 1923 más de 350 grandes bronces imperiales romanos que presentaban un apreciable estado de conservación y que, según la crónica, abarcaban tipos desde Nerva a Marco Aurelio, aunque este extremo es difícil de precisar, puesto que el hallazgo se dispersó rápidamente, vendiéndose la mayor parte en Madrid, donde años después, la Comisión de Monumentos logró adquirir una pequeña parte del mismo que se conserva en el Museo de Albacete (Sánchez Jiménez, 1953).

Anverso y reverso de bronce imperial romano perteneciente al tesoro de Riópar (Albacete) Museo de Albacete.


Plano antiguo del término de Riópar donde se descubrieron 350 grandes bronces imperiales romanos.
 Obsérvese la representación del nacimiento del Rio Mundo, abajo, y todo el fondo plagado
 de fuentes o pequeños afluentes. Catastro de Ensenada, año 1753. A.H.P. de Albacete

Tesoro de El Chisnar (Bonete)

En el bancal de Las Tinajas situado en la finca de El Chisnar, apareció en 1944 un tesorillo de monedas de plata que al parecer estaban contenidas en un recipiente cerámico, correspondiendo su emisión a la Taifa de Valencia (1054-1057). Su hallazgo fue debido como tantas otras veces a las labores agrícolas, y aunque en la actualidad el Museo de Albacete, lugar donde se depositaron, conserva 47 piezas, el número del lote debió ser mayor puesto que se tienen noticias de que el hecho de su aparición originó posteriores búsquedas con la consiguiente dispersión. El lugar del hallazgo fue durante algún tiempo fronterizo entre reinos por lo que no es extraña la ocultación.

Algunas de las monedas correspondientes al tesoro de El Chisnar (Bonete) Museo de Albacete

Tesoro de Canalejuela

Sobre las circunstancias de este hallazgo casual ocurrido durante 1947 en Canalejuela, caserío de Alcaraz, hay muy pocas referencias, únicamente que fueron descubiertas en el transcurso de la realización de labores agrícolas (Gamo Parras, 21/01/2012: La Tribuna de Albacete). El conjunto formado inicialmente por 132 monedas califales de plata (dírhems) de las que se pudieron recuperar 123 unidades, pasaron a engrosar los fondos del Museo de Albacete.
Estas monedas no contienen imágenes y los escasos motivos decorativos son geométricos o florales. Los textos, que incluyen la obligatoria profesión de fe, la ceca y año de emisión. El nombre y títulos del Califa  bajo cuyo mandato se emiten, figuran escritos en letra cúfica, indicándonos con ello que las emisiones de este tesorillo se realizaron entre los años 941 al 967 d.C. siendo califas Abd al-Rahman III y su sucesor Al-Hakam II. También podemos deducir sobre el lugar del hallazgo que éste estuvo ocupado o transitado en el siglo X.

Parte del tesoro de Canalejuela (Alcaraz) Museo de Albacete


El atesoramiento de Yeste

En 1960 durante una tala de pinos en un lugar indeterminado de Yeste, tuvo lugar el hallazgo de 132 monedas de plata correspondientes a los reinados de Felipe V y Luís I. El conjunto estaba formado por reales, reales de a dos, de a cuatro y de a ocho.
En esas fechas se encontraba por la zona el Dr. García Guinea finalizando una de sus campañas de excavaciones en el cercano poblado ibérico de El Macalón, quién alertado del hallazgo, tuvo la oportunidad de verlo y de fotografiarlo íntegramente, quedando de ésta manera constancia del mismo.
Muchos años después, el investigador que dio a conocer la noticia publicó sobre el lugar del hallazgo unos datos que le fueron facilitados a lo largo de una conversación mantenida con el Dr. García Guinea, quien le mencionó que aún conservaba una nota sobre este suceso en la que ponía textualmente: … hacia el llano Majano, lugar éste cercano a Yeste pero despoblado(Vega, 1979). Además del contenido de esta nota, el Sr. García Guinea también le mencionó que creía recordar que el descubrimiento de este conjunto se produjo durante la demolición de un edificio, dispersándose después rápidamente.
 Lo cierto es que consultada la escasa documentación que sobre este hallazgo conserva el Museo de Albacete, las diligencias realizadas en ese momento en las que se interrogó al autor del hallazgo ofrecen el siguiente resultado: el hallazgo se realizó el día 4 de abril de 1960 con ocasión de una tala de pinos en el transcurso de la cual quedaron al descubierto entre 25 y 30 monedas- expresa una cantidad bastante menor de la realmente hallada-, declarando asimismo que su esposa las cambió a unos vendedores ambulantes por varias piezas de tela y dinero en metálico.
El autor que dio a conocer este atesoramiento opina que el origen del mismo fue debido a la paciente labor de ahorro de su propietario, fechándose su ocultación alrededor del año 1730, año en el que no se conoce ninguna inestabilidad social en esta zona.


Tesorillo de Madrigueras

En el transcurso de demolición de una vieja casa situada en la calle Horno, nº 16 de Madrigueras, su propietario D. Obdulio Merino Paños halló en el año 1970 envueltas en un paño, sobre el ángulo superior de una puerta, un lote de 43 monedas de oro  pertenecientes a los reinados de Carlos III, Carlos IV, Fernando VII e Isabel II, acuñadas entre 1775 y 1838(Santos Gallego, 1973-74:433-439). El motivo de esta ocultación  ha sido asociado a la inestabilidad provocada en la zona por la primera guerra carlista que terminaría oficialmente con el abrazo de Vergara.

Tesorillo de Villamalea

En la Juncada, finca situada en el término de Villamalea, tuvo lugar en 1972 un hallazgo casual cuando su propietario Germán Pardo Carrasco descubrió junto al pie de un árbol y a unos 60 cm. de profundidad un frasco que contenía 164 monedas de oro  de los reinados de Carlos III, Carlos IV, Fernando VII e Isabel II (Santos Gallego, 1973-74).  La ocultación se relaciona con la expedición carlista del caudillo Santes, de quien sabemos que el día 8 de enero de 1874 entró en Villamalea, partiendo el día siguiente hacia Madrigueras. La inestabilidad política arrancó en 1868 cuando estalló la “septembrina” que puso fin al reinado de Isabel II.


Tesorillo de La Juncada (Villamalea) Museo de Albacete

QUE DICE LA LEY

La regulación sobre los hallazgos de tesoros se remonta en nuestra legislación al año 1128, la Colección de los Antiguos Fueros y Hazañas de los Pueblos de Castilla hechos por Alfonso VII  ya establece en el Tratado II. Tít. 106: “Que los haberes hallados so tierra deban ir al Rey”. Como propiedad del Rey que son, éste puede conceder la gracia de su disfrute a otros, así ocurre por ejemplo en el Fuero de Alcaraz, en el que bajo una serie de medidas excepcionales para lograr la repoblación como la exención de impuestos, la propiedad de la tierra que uno pudiera cultivar y otras, el citado documento legitima el hallazgo de tesoro como una forma de obtener la propiedad privada: “todo el que encontrase un tesoro antiguo podía quedárselo y por él no debía responder al rey ni a otro señor, salvo si lo encontrase en heredad ajena, en ese caso debía darle la mitad a su dueño” (Sánchez  Ferrer, 2008).



Alcaraz fue desde la Edad Media un lugar propicio para conceder gracias no solo a los repobladores sino a la naciente oligarquía local, ya en el año 1426, un personaje real, doña Elvira Sánchez Villodre cuyo linaje entroncaba con la mismísima familia real, la de los Manuel, mujer que fue del todopoderoso mosén Enrique Cribel, obtiene licencia real para buscar, fundir y labrar cualquier metal noble que se encontrase en un radio de cinco leguas (más de 20 km)  alrededor de Alcaraz, salvo en los lugares y término en que ya se le había concedido la misma licencia a don Gonzalo Díaz de Bustamante, descendiente de otro linaje importante en Alcaraz, quien se destacó comandando a los soldados de Alcaraz que victoriosamente participaron en la toma de la plaza de Huéscar en poder de los moros hasta ese momento (Pretel Marín, 1978).

Si el tesoro se encontraba en una villa perteneciente a un señorío, ante quien se debía rendir cuentas era ante el señor. En el año 1386 uno de los vecinos de Albacete,   llamado Juan de Illescas, oriundo probablemente de la población  con la que se apellida, encontró un tesoro que mantuvo en secreto hasta que otro vecino lo denunció y tuvo que pagar una parte al Marqués de Villena, señor de una vasta comarca en la que se ubicaba Albacete, que lo empleó en las obras del castillo de Garcimuñoz[21](Pretel, 2001).

En las Cortes de Briviesca de 1387 se perfila y enmarca con más detalle el hallazgo de los tesoros, así la norma explica:            
que cualquiera que supiere u oyere decir que en el lugar donde vive o en su término hay un tesoro o bienes u otra cosa que pertenece al rey, lo comunique por escribano público a la justicia del lugar y reciba si se demostrase cierto, tras pesquisa de la justicia, la quinta parte por galardón, y la justicia lo comunique por carta sellada, so pena de su oficio.
Sobre los metales preciosos que se pudiesen encontrar en las minas se ordena lo siguiente:
que cualquier persona de nuestros reinos pueda tener y cavar en sus tierras y heredades minerales de oro, plata, azogue u otros metales o en otros cualquier lugares con licencia de su dueño y como se debe repartir lo que hallare, una parte para el descubridor y dos para el Rey, porque los reinos de España dicen que son de los más ricos en minas y porque de esta forma, liberalizando las excavaciones dicen los juristas de la época que se hicieron los reyes de Alemania con grandes fortunas.

Como vemos en la antigüedad la legislación contempla sólo la propiedad del rey y la propiedad privada, no será hasta finales del siglo XVIII cuando comience a vislumbrarse el concepto de Patrimonio como bien común a proteger.

La regulación de los hallazgos de interés histórico-artístico se remonta a unas Resoluciones y Cédulas del Consejo de Carlos IV de fechas, respectivamente, 24 de marzo de 1802 y 6 de julio de 1803, que quedaron recogidas en La Novísima Recopilación de 1805 relativas a los hallazgos en territorio público o de realengo (Moreu, 2002: 85-120). Es la primera vez que el Estado defiende el “bien común” con criterios jurídico-cohercitivos para proteger un patrimonio mueble que desaparece, que se exporta ilegalmente y ante el cual no pueden hacer frente las instituciones destinadas a ello.

Letra capital historiada que representa a los RR.CC.
 en un incunable que recoge disposiciones legales del año 1484.
 A.H.P. de Albacete, planero 1
.
Desde mitad del s. XVIII se había ido consolidando un incipiente sistema de protección tanto de bienes muebles como inmuebles. No es ajeno a este movimiento el espíritu ilustrado con la implantación de las Academias: Real Academia de San Fernando, Real Academia de la Historia y Real Academia de la Bellas Artes, todas con funciones de tutela. Otro factor fue la revalorización del placer de descubrir y analizar la historia y los vestigios del pasado, la proliferación de los viajeros y eruditos que recorren nuestro país, el descubrimiento de Pompeya y Herculano…pero sobre todo son las causas históricas y sociales las que ayudaron a esta transformación. La llegada de los Borbones plantea la exportación de la política cultural que se estaba llevando a cabo en Italia y que contaba con más de dos siglos de experiencia, a lo que hay que añadir el marcado carácter academicista, influencia directa francesa (Quirosa, 2005: 5-45).

La Novísima Recopilación de 1805, compuesta por XII Libros, fue una compilación legislativa muy extensa que regulaba la vida del país desde muchos puntos de vista, uno de ellos era el relativo a la protección del patrimonio. La Ley que regula mejor el marco de los bienes será la III del Libro VIII, Título XX. En la
Instrucción sobre el modo de recoger y conservar los monumentos antiguos, que se descubran en el Reino, baxo la inspección de la Real Academia de la Historia” se establece qué son estos “monumentos antiguos” entre ellos figuran las monedas de cualquier clase, camafeos, collares, coronas, sellos, anillos, etc.
 Es decir todo lo que tradicionalmente conforma un tesoro. Se declara dueño de tales piezas al titular de la propiedad o heredad donde se descubran. Pero si se hallaren en territorio público o de realengo (del Rey) los descubridores cuidarán de recogerlos y llevarlos ante la autoridad o justicia para que los guarden. Se obliga a los que tengan conocimientos de los tesoros a que den parte a la Real Academia de la Historia a fin de que tome el correspondiente conocimiento y determine su adquisición por medio de compra, gratificación o según conviniese con el dueño.
Así llegamos hasta el actual Código Civil en el que las reglas de atribución son las siguientes:

El tesoro pertenece, en principio, al dueño del terreno en que hubiese sido hallado, conforme al artículo 351.1. No obstante, si quien descubre o halla el tesoro lo hace por casualidad y es persona diferente al dueño del terreno, «la mitad se aplicará al descubridor» (art. 351.2). El ejemplo paradigmático es el del albañil que con ocasión de la demolición de edificios realiza el descubrimiento, en tal caso, la jurisprudencia atribuye al propio albañil y no al contratista el que debe ser considerado como descubridor.

Pero aquí entroncamos o chocamos con los intereses generales y nos debemos remitir a la legislación sobre patrimonio. El Código se preocupaba de recalcar en el párrafo tercero del artículo 351 que «Si los efectos descubiertos fueren interesantes para las Ciencias o las Artes, podrá el Estado adquirirlos por su justo precio, que se distribuirá en conformidad a lo declarado». Esto es, se habilitaba legalmente al Estado para expropiar los tesoros ocultos que fueran interesantes desde el punto de vista científico o artístico.

La vigente Ley 16/1985, de 25 de junio, de Patrimonio Histórico Español, cierra el proceso de negación de la propiedad de los particulares cuando los bienes sean considerados integrantes del Patrimonio: “son bienes de dominio público todos los objetos y restos materiales que posean los valores que son propios del Patrimonio Histórico Español y sean descubiertos como consecuencia de excavaciones, remociones de tierra u obras de cualquier índole o por azar”. Los bienes descubiertos son automáticamente propiedad del Estado, incluso en el caso de que las circunstancias de hecho pudieran avalar que el actual titular del inmueble fuere heredero, por ejemplo, de quien llevó a cabo el enterramiento de un conjunto de monedas o de unas piedras preciosas traídas de las Indias.

Atlas del siglo XVI que se conserva en la Biblioteca de Huntington, en San Marino (California).
 La imagen está girada para observar la escena de colonización de América del Sur,
 lugar de donde se extrajeron fabulosos tesoros.

Respecto al premio otorgado al descubridor y/o propietario del terreno dispone la Ley que ambos tienen derecho a la mitad del valor que en tasación legal se le atribuya, que se distribuirá entre ellos por partes iguales. Si fuesen dos o más los descubridores o propietarios se mantendrá igual proporción. El descubridor está obligado a comunicar el descubrimiento a la Administración competente, caso de no hacerlo, perderá el derecho al premio anteriormente reseñado.

Toda excavación o prospección arqueológica deberá ser expresamente autorizada por la Administración competente, la autorización para realizar excavaciones o prospecciones arqueológicas obliga a los beneficiarios a entregar los objetos obtenidos, debidamente inventariados, catalogados y acompañados de una memoria, al museo o centro que la administración competente determine y en el plazo que se fije.  Serán ilícitas y sus responsables serán sancionados conforme a lo dispuesto en la presente Ley, las excavaciones o prospecciones arqueológicas realizadas sin la autorización correspondiente, o las que se hubieren llevado a cabo con incumplimiento de los términos en que fueron autorizadas, así como las obras de remoción de tierra, de demolición o cualesquiera otras realizadas con posterioridad en el lugar donde se haya producido un hallazgo casual de objetos arqueológicos que no hubiera sido comunicado inmediatamente a la Administración competente.

En Castilla La Mancha la ley 4/2013, de 16 de mayo, de patrimonio cultural se pronuncia en la misma línea, ampliando un artículo que regula el uso de los detectores   de metales para los que preceptúa también la obligatoria autorización de la Consejería competente en materia de patrimonio cultural. La utilización ilegal de detectores se considera infracción grave o muy grave y aparte de decomiso de los mismos se pena con multas que pueden alcanzar 1.000.000 de euros.           


CONCLUSIÓN
El oro es el metal noble por excelencia, su posesión implica riqueza y poder, su  inalterabilidad a lo largo del tiempo, del que es magnífico exponente su brillo, traslucen todo un cúmulo de símbolos, este brillo del que hablamos y su color se identifican con el Sol, astro reverenciado en todas las culturas desde los babilonios, egipcios hasta hoy en día. En nuestra sociedad capitalista, el oro es una forma más de inversión bursátil. Su escasez a nivel mundial lo convierte en un bien aún más deseado Es, además, paradigma de perfección y por ello representa lo sagrado y lo divino. En China se creía que el oro producía la inmortalidad –una de las bases del taoísmo–, y para conseguirla se comía y bebía en vajillas de oro, en las que se creía se alcanzaría la vida eterna. En heráldica representa poder económico y es símbolo de vanidad.
La alquimia, disciplina protocientífica relacionada con muchas ciencias, practicada desde la antigua Mesopotamia, contaba entre sus objetivos con la transformación de metales corrientes como el plomo en oro, o la búsqueda de la piedra filosofal con la que se podría lograr la habilidad de transmutar oro o la vida eterna.

Las regiones más auríferas en España fueron Asturias y Galicia, sin embargo la cantidad de oro en Europa era escasa, tras el descubrimiento de América llegaron a España y al viejo continente ingentes cantidades de metales preciosos extraídos de las minas de Perú, Colombia, Brasil y Méjico, aunque algunos buques cargados con ellos sucumbieron en tormentas marinas, otros desaparecieron en batallas navales, y otros fueron robados por los piratas, conformando a día de hoy una geografía latente sobre tesoros escondidos, que de alguna forma también debía conocerse en aquel Siglo de Oro para nuestras letras y arte pero de indudable pobreza para la gente de a pie que no disfrutó las fabulosas fortunas que llegaban a España pues se gastaban en interminables guerras de religión y en una Administración lastrada por la ineficacia y las bancarrotas, sociedad que engendró toda una clase de pillos, embaucadores, pobres y mendigos que no tenían otra opción que sortear el día a día ideando como sobrevivir.
Un documento del año 1523 que se conserva en el Archivo Histórico Provincial nos ilustra como el oro de América no sólo se “evaporó” sino que cargó con más impuestos a las clases pobres, como decimos, ese año se recibe en el Ayuntamiento de Albacete una Real Provisión de Carlos I en la que expone como la Real Hacienda se encuentra en bancarrota por las muchas deudas acumuladas–casi todas por las guerras– para remediarlo y para conseguir que el aparato del Estado siga funcionando, La Corona ha comprado el cargamento de cinco naves llenas de oro y perlas traídas del nuevo continente a ciertos comerciantes, para pagarles a éstos se debe hacer un repartimiento en las villas y lugares del reino, medida que afecta, como es lógico, también a Albacete.
No es por tanto raro que la dureza cotidiana se consolara con el sueño del tesoro y del golpe de suerte que sacara de la miseria a tantos hombres y mujeres de épocas no muy lejanas. No es extraño, por tanto, que la ilusión de su posesión formara parte del ideario colectivo y que las noticias de hallazgos de tesoros se difundieran como reguero de pólvora, se exageraran, distorsionaran y se estereotiparan pasando a formar parte de las leyendas propias de cada pueblo.

1523. Real Provisión de Carlos I al Concejo de Albacete comunicando la bancarrota de la Real Hacienda.
 Las guerras han consumido los recuarsos públicos por lo que se han adquirido los tesoros de cinco naves
 provenientes del nuevo continente cargadas de oro y perlas, como conttapartida los vecinos de las villas
 tendrán que pagar su valor.



                        Autores:
                        Elvira Valero de la Rosa y Pedro José Jaén Sánchez

                         Publicado en ZAHORA (Revista de Tradiciones Populares) Nº 58



Referencias bibliográficas
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VV.AA. (2012): Rutas medioambientales del valle del Júcar (Provincia de Albacete), Ediciones QVE, Albacete.

b)      Artículo en obra colectiva:

PRETEL MARÍN, Aurelio (2011): “Orígenes históricos del Santuario y el culto de la Virgen de Cortes” Nuestra Señora de Cortes: Los senderos de la fe, Albacete. pp. 25-75.
SÁNCHEZ FERRER, José (2008): “Estudio de su ordenamiento e iluminación” en El Fuero de Alcaraz: versión romanceada de 1296, IEA, Albacete.




c) Artículo en revista:

CASTRO VICENTE, Félix Francisco (2005):“El Libro de San Cipriano (I)” Hibris nº 27, pp. 15-25.
MUSEO (1998): Revista cultural de la Asociación Museo de Liétor, nº 35. Liétor (Albacete)
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SÁNCHEZ FERRER, José (1990): “Comisión Provincial de Monumentos Históricos y Artísticos de Albacete: La encuesta etnológica de 1929” Cultural Albacete nº45. Albacete.
SÁNCHEZ GONZÁLEZ, Ramón (1991): “El partido de Alcaraz a través de las relaciones del cardenal Lorenzana” Al-Basit nº 28, IEA, Albacete, pp.15-75.
SÁNCHEZ JIMÉNEZ, Joaquín (1943): “Memoria de los trabajos realizados por la Comisaría Provincial de excavaciones arqueológicas de Albacete” Informes y memorias nº 3, Madrid.
SÁNCHEZ JIMÉNEZ, Joaquín (1955): “Noticiario Arqueológico Hispano” Cuadernos 1-3, 1953. Madrid.
SÁNCHEZ JIMÉNEZ, Joaquín y Pío BELTRÁN VILLAGRASA (1962): “Los platos de Abengibre” Seminario de Historia y Arqueología de Albacete, Albacete.
SANTOS GALLEGO, Samuel (1973-74): “Dos hallazgos de monedas de oro en la Provincia de Albacete” Numisma, 120-131,pp. 433-439.
VEGA  de la TORRE, José Raúl (1979) “El atesoramiento de Yeste” Numisma nº 156-161. Madrid, pp. 93-119.

d) Prensa:
           
GAMO PARRAS, Blanca (2012): “¿Sabes quién soy? Tesoro de Canalejuela” La Tribuna de Albacete, 21-Enero-2012, pp.18
GAMO PARRAS, Blanca (2012): “¿Sabes quién soy? Denarios romanos” La Tribuna de Albacete, 30-Junio-2012, pp.17
OCTAVI Martí (2007) “Tesoros del tiempo de la peste” El País, 30/04/2007

e) Documento en formato electrónico:
Key of Solomon, The (Traducido por Liddell Mc Gregor Mathers (1888) en <http://www.sacred-texts.com. [Consulta realizada el 11/Marzo/2013]

La cueva del tesoro, leyenda escrita por Federico Ortega, extraída y resumida del blog de Tomás Martínez en <http://www.bienservida.eu/leyendas.html> [consulta realizada el 12/febrero/2013]

MOREU VALLONGA, José (2002): “La protección del patrimonio arqueológico terrestre en la ley estatal de 1985” en Actas de los duodécimos Encuentros del Foro de Derecho Aragonés, Zaragoza. http://www.derechoaragones.es/i18n/consulta/registro.cmd?id=608011 [consulta realizada el 05/Abril/2013]




[1] Real Decreto de 24 de julio de 1889, texto de la edición del Código Civil mandada publicar en cumplimento de la Ley de 26 de mayo último (Vigente hasta el 22 de Julio de 2014).
[2]Tomado de Rosa María Montero
[3] El autor se hace eco de una leyenda que fue publicada en La Voz de Hellín el 05/10/1957 firmada por Matías.
[4] Alquimista, médico y astrólogo suizo. A pesar de su concepción moderna de la medicina y de sus avances en este campo, ganó fama de mago porque se creía que había logrado la transmutación del plomo en oro mediante procedimientos alquimistas. Estudió mineralogía que aplicó a la curación de enfermedades y en alquimia se le atribuye la idea de que los cuatro elementos (tierra, fuego, aire y agua) pertenecían a criaturas fantásticas que existían antes del mundo.
[5] En todo lo relativo al libro “la Clavícula de Salomón”, seguimos la obra de Samuel Lidell Mc Gregor Mathers: La Clave Mayor del Rey Salomón. Londres 1888 (basada en siete códices que se conservan en el Museo Británico). Traducida al castellano por Frater Alastor. 2003.
[6] Recogida por Antonio Matea
[7] AHP AB, Clero, caja 4614, expediente 11.
[8] Rufina Alarcón Ruiz, natural de El Ballestero, abuela materna de Elvira Valero de la Rosa.
[9] Recogida por A. Matea
[10] En la versión publicada en Museo: Revista Cultural de la Asociación Museo de Liétor, el color de la cabra es negro. Publicación nº 35. mes diciembre-72. año 1998. p. 6
[11] Anticlericalismo creyente como lo denomina Julio Caro Baroja, que se caracteriza por sus críticas a vicios y abusos concretos del clero o a su excesivo número y poder, pero que no cuestiona el papel dominante de la Iglesia en la sociedad ni su influencia en el Estado,  típico de las clases populares en el siglo XIX época en la que el anticlericalismo creyente  y no creyente llegó a su apogeo.
[12] Contada por Rufina Alarcón Ruiz, natural de El Ballestero.
[13] AGS Registro General del Sello, V-1478,85
[14] AHN. Consejos. 25435. Exp.5.

[15] AHP AB Caja 29.510
[16] AHN. Inquisición. Legajo 2022, nº 12. Murcia. Relación de Causas 1583. Chinchilla.
[17] AHN .Inquisición. Leg. 3731/94-Leg. 2866 (4-12-1754 y 16-12-1755).

[18] Abjuración de vehementi: Este tipo de abjuración era impuesto cuando existían sospechas de herejía sin haberse llegado a probar totalmente las mismas. Lo habitual era que el penitenciado compareciera en el Auto de Fe con sambenito de media aspa, llevándolo durante un tiempo, multa, encarcelamiento y perdida de la mitad de sus bienes, incluso con destierro y azotes.
[19] AHN. Inquisición 2022/51
[20] Archivo Diocesano de Cuenca. 6207491
[21] El hallazgo se trata en cuentas posteriores que rinde el tesorero del marqués. El documento se encuentra en el Archivo del Reino de Valencia, Maestre Racional, 9602, fol. 42-43.