Miguel Hernández conoció a Benjamín Palencia, nuestro pintor barrajeño, durante
el segundo viaje que realizó el poeta a Madrid en el año 1934, en el contexto
de la revista Cruz y Raya que dirigía Bergamín, quien le presentó a otros
integrantes de la Escuela de Vallecas, sobre todo a Alberto y Maruja Mallo, con
quienes mantendría una relación epistolar con el primero y sentimental con la
segunda. Ya desde el principio mostró su comunión con los postulados plásticos
de Benjamín y Alberto, a los que acompañó en algunas ocasiones durante sus salidas a los campos de Vallecas. En esos tiempos, Benjamín y Alberto
expresaban en sus pinturas y esculturas lo que Miguel Hernández quería formular
con su poesía, mostrando enseguida su admiración por la pintura de Benjamín,
como dejó escrito en diversas cartas enviadas a amigos comunes (Luis Felipe
Vivanco, Víctor González Gil…), y manifestó en una carta que le escribió en
diciembre de 1934 desde Orihuela, donde le mostraba su admiración y le pedía
insistentemente su colaboración. La carta dice así:
Amigo querido Benjamín,
Estoy acabando de terminar un libro
lírico “el silbo vulnerado”, un libro como tú me pedías, de pájaros, corderos,
piedras, cardos, aires, almendros. Necesito de pura necesidad tu colaboración y
de puro orgullo también ¿Quieres decirme inmediatamente si cuento contigo?
Como tú, estoy lleno de emoción y la
vida inmensa de todas esas cosas de Dios: pájaro, cardo, piedra… por mi trato
diario con ellas de toda mi vida. Te debo un adiós desde que no estoy en Madrid
¿me lo perdonas? Mándame tu dirección para escribirte a tu casa. Te mandaré si
me lo dijeras, copias de los poemas. No sé si Bergamín el maestro querrá dar
este libro ahí.
Estoy esperando, ¡con que gana!
palabras suyas, aunque sean pocas. Dame la alegría de escribirme diciéndome que
sí es eso: soneto de la serie pastores que hago. Toma un abrazo, y un adiós que
vale por el que no te dije y otros más, y pide mandando de Miguel Hernández. Tu
amigo. ¡Adiós!
Borrador original de la carta enviada por
Miguel Hernández a Benjamín Palencia. Legado Miguel Hernández. Instituto de
Estudios Giennenses.
De la amistad que surgió entre ambos y de esta colaboración
que Miguel le pide en su carta para “el silvo vulnerado[1]”, y que, al parecer, ya
tenían hablado, solamente se llegó a ejecutar un espléndido dibujo que el
pintor realizó del poeta.
Dibujo de Miguel Hernández realizado por
Benjamín Palencia, sin firmar ni fechar, realizado probablemente en 1935 para
formar parte del proyecto de “el silbo vulnerado” que no se llevaría a cabo.
Se pone así en evidencia la íntima relación existente entre
poesía y artes plásticas, tan común en esos tiempos de preguerra.
Eran tiempos convulsos y la toma de posición política por
parte de Miguel Hernández le alejaría de los ambientes culturales madrileños
truncando así esta posible colaboración. Incorporado al ejército republicano,
envió un poema inédito al Diario de Albacete –órgano de la Unificación Marxista
y por lo mismo se designaba como portavoz de la clase obrera en su cabecera–,
durante los primeros días de enero de 1937, titulado “las abarcas desiertas”, que debido a su contenido debía
publicarse en fechas cercanas a la festividad de Reyes, como así fue (Diario de
Albacete. 7-1-1937:2). El poema, publicado por primera vez en Albacete, decía:
Por el cinco de enero
/ cada enero ponía
Mi calzado cabrero / a
la ventana fría.
Y encontraban los días
/ que derriban las puestas
Mis abarcas vacías, /
mis abarcas desiertas.
Nunca tuve zapatos, /
ni trajes ni palabras:
Siempre tuve regalos,
/ siempre penas y cabras.
Me vistió la pobreza /
me lamió el cuerpo el río,
Y del pie a la cabeza
/ pasto fue del rocío.
Por el cinco de enero,
/ para el seis, yo quería
que fuera el mundo
entero / una juguetería.
Y al andar la alborada
/ removiendo las huertas,
Mis abarcas sin nada,
/ mis abarcas desiertas.
Ningún rey coronado /
tuvo pie, tuvo gana
Para ver el calzado /
de mi pobre ventana.
Toda gente de trono, /
toda gente de botas
Se rió con encono / de
mis abarcas rotas.
Rabié de llanto, hasta
/ cubrir de sal mi piel,
Por un mundo de pasta
/ y unos hombres de miel.
Por el cinco de enero
/ de la majada mía
Mi calzado cabrero / a
la escarcha salía.
Y hacia el seis, mis
miradas / hallaban en sus puertas
Mis abarcas heladas,
/mis abarcas desiertas.
Este poema se publicó
por primera vez en este diario, en una sección que titulaba Antología Revolucionaria. En números
sucesivos también se publicaron poemas de Rafael Alberti, Juan Ramón Jiménez,
García Lorca, Machado, Moreno Villa, E. Quijada…
Tras finalizar la
Guerra Civil y tratar de cruzar la frontera de Portugal, fue detenido y
entregado a las autoridades españolas, ingresando el 8 de mayo de 1939 en la
prisión de Huelva. Inició un peregrinaje carcelario que le llevó desde Ocaña a
la prisión provincial de Albacete el 26 de junio de 1941, donde pernoctó y
envió una carta dirigida a su hermana mayor Elvira, y dentro del mismo sobre,
otra dirigida a su mujer Josefina. Seguidamente, saldría hacia Alicante donde en poco tiempo enfermaría de tifus que evolucionó en la tuberculosis que
acabaría con su vida el 28 de marzo de 1942. Las cartas decían:
Albacete, 26 de Junio de 1941
Querida Elvira: sabrás me encuentro en Albacete desde anoche de paso para
Alicante. Las noticias que tengo de salida de aquí son muy confusas. Unos me
dicen que es posible salga pronto la expedición: Otros me dicen que todavía
permaneceré aquí un par de semanas. Todo depende, según deduzco, de que la
guardia civil considere que hay un grupo lo suficientemente nutrido que vaya a
mi mismo punto. De todas formas avisa a Josefina aunque creo ya estará avisada
desde Madrid, para que se desplace a tu casa. Presumo que ya estará ahí y por
esto te escribo, además de que me interesa que tú también lo sepas para que me
lleves a mis sobrinos a besarlos. Si puedo, te pondré un telegrama en el
momento de salir hacia allá. Pero es cuestión de frecuentar la estación
alicantina tú y Josefina, y de montar una vigilancia constante si es posible
desde ahora. Os habrá extrañado tanto a Josefina como a vosotros las noticias
tan contradictorias que os he dado referentes a mi traslado. Después de
comunicarme que iba a Valencia supe que una gestión última de Vergara hiciera
posible lo que deseamos: estar cerca y en Alicante. Ya os contaré todo
detenidamente. Giradme unas cuantas pesetas por si permaneciera algún tiempo
aquí. Recibe un fuerte abrazo, y otro para Paco y los niños de tu hermano
Miguel.
¿Estás o no estás ahí con Elvira y Paco, Josefina? Presumo que sí porque
hasta ayer que estuve residiendo en Ocaña no me llegó tu carta semanal y esto
me da indicio de que atenta a las instrucciones que te di en una mía, te
decidiste por fin a hacerte alicantina. Se me ha pasado el cabreamiento general
que me puso la noticia de que me desviaban de destino yendo a parar a San
Miguel de los Reyes. Parece que voy destinado a la Provincial y no al
Reformatorio, creo que será mucho mejor para el caso de las visitas y demás ¿Y
mi niño, pregunta cuando llego? Se me van a hacer más largos estos días de
espera que todos los de mi vida, a pesar de que procuro no impacientarme y
hasta duermo de un tirón como siempre. Preparadme ropa limpia y unos pantalones
más frescos que estos de pana que llevo. Y tú, nena, procura estar más hermosa
de lo que eres: eso lo conseguirás no impacientándote tampoco y queriéndome,
poniéndote a quererme más que hasta aquí. Bueno, desea como yo que me saquen
pronto de aquí, a ver si tu deseo hace fuerza y lo consigue. Da a ese niño un
montón de besos y tú recibe mi
cariño y todo lo demás de tu Miguel
Instituto de Estudios Giennenses. Fundación
Miguel Hernández.
Entrada de la antigua prisión
provincial de Albacete en el Puente de Madera.
Miguel Hernández con su hermana mayor
Elvira y su sobrina, en la Gran Vía de Madrid. Instituto de Estudios
Giennenses. Fundación Miguel Hernández.
[1] La primera versión de “el
silvo vulnerado” se escribió en 1934 y constaba de 13 sonetos que tituló: “Imagen
de tu huella”, donde ya empleaba imágenes sensoriales tomadas del campo y la
naturaleza para expresar condiciones de lo humano (Duverran 1981:121), y que,
posteriormente, según algunos autores influido por Benjamín Palencia tituló:
“el silvo vulnerado”, integrando en el mismo los primeros sonetos que
terminarían formando parte de otro manuscrito 26 sonetos y un heptasílabo que
tituló: El rayo que no cesa”.